Domingo XXXIII del T. Ordinario

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Nuestra asamblea dominical es ya signo de la asamblea de todos los redimidos al final de los tiempos. Nuestra fe nos dice que este mundo llegará a su fin para gozar eternamente de la presencia de Dios, con la venida última del Señor, el juicio final y la resurrección definitiva. Esta firme convicción ha de ser un motivo para vivir más intensamente con alegría, ilusión y esperanza.

Ha de venir... ¡Ven Señor Jesús!"

La expresión “los inscritos en el libro”, del profeta Daniel podría referirse no solo a los que soporten los malos tiempos próximos, sino también a todos aquellos que conozcan y acepten los nuevos tiempos, los mesiánicos. Además, el texto sostiene que “los que enseñaron a muchos la justicia”, esto es, el camino de Dios, “brillarán toda la eternidad”. Es una buena invitación a conocer los caminos del Señor.

Domingo XXXII del T. Ordinario

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Celebrar la eucaristía supone vivir con coherencia la fe que profesamos, aunque muchas veces nos cueste. Vivir en autenticidad la fe, supone confiarse en las manos de Dios, pidiendo que nos otorgue un corazón sencillo que desborde generosidad. Dios no mira las apariencias sino el corazón.

¿Qué dice Jesús de tu donativo en la colecta dominical?

 “En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos”. El convencimiento de que el Señor ve y aprecia cada detalle de cariño y entrega, aunque sean muy pequeños y escondidos, nos llevará a ser muy generosos con él y los demás.

Domingo XX del T. Ordinario. "Asunción al cielo de la bienaventurada Virgen María"

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Celebramos hoy la solemnidad de la Asunción de la bienaventurada Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo, que, consumado el curso de su vida en la tierra, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria de los cielos. Esta verdad de fe, recibida de la tradición de la Iglesia, fue definida solemnemente por el papa Pío XII el año 1950.

Domingo XIX T. Ordinario B

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Queridos hermanos: les damos la más cordial bienvenida a la casa de Dios, para celebrar juntos esta Santa Eucaristía. En el Decimonoveno Domingo del Tiempo Ordinario, la liturgia nos invita a celebrar ahora con una alegría muy especial, porque Cristo se nos ofrece en su cuerpo y en su sangre para darnos vida eterna. El pan que hoy comeremos es el mismo cuerpo del Señor, por eso, unidos como un solo cuerpo, iniciamos esta Eucaristía.

El pan que baja del cielo

 “Yo soy el pan vivo”. En este profundo y bello discurso, el Señor nos llama a no murmurar delante de las cosas que no comprendemos y a dejarnos conquistar por la lógica divina de la fe, que nos invita a admirarnos ante el gran sacramento de la Eucaristía.

El pan de Dios

 “Ésta es la obra de Dios: que creáis en quien Él ha enviado” (v. 29). Dios quiere obrar milagros en nosotros; sobre todo el milagro de nuestra divinización. Para eso necesita nuestra fe, nuestra confianza, que se traducen, entre otras cosas, en valorar más los bienes espirituales que los materiales, la salud y el bienestar de nuestras almas antes que el de nuestros cuerpos.

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