Domingo IV del Tiempo Ordinario. Ciclo A. (30/01/2011)

MONICIÓN DE ENTRADA

Os deseamos nuestra más cordial bienvenida a vuestra casa, a la casa de todos, que es la Iglesia, aquí, a vuestra Parroquia San Ginés de Padriñan, que también es la de todos. Hoy Jesús nos va a mostrar su programa: las Bienaventuranzas del Reino de Dios. Y ellas constituyen una autentica revolución de paz y de amor para todos los hombres y mujeres de hoy y de todos los tiempos, revolución muy superior a la de cualquier intento humano de buscar paz duradera y amor de verdad. Y fueron palabras revolucionarias cuando las dijo, por vez primera, Jesús de Nazaret allá, en lo alto del Monte. Y lo son para nosotros, hoy; aunque apenas terminemos de entenderlas, porque, este mundo en el que vivimos, está muy alejado de ellas y del mismo Jesús de Nazaret. Preparémonos para escuchar y aprender. Y no dejemos que Jesús pase de largo sin aprovechar la ocasión que nos enseñe un autentico secreto de felicidad permanente. Por ello iniciemos nuestra eucaristía con júbilo…

1ª LECTURA: LECTURA DE LA PROFECÍA DE SOFONÍAS 2, 3; 3, 12-13

Buscad al Señor, los humildes, que cumplís sus mandamientos; buscad la justicia, buscad la moderación, quizá podáis ocultaros el día de la ira del Señor. «Dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde, que confiará en el nombre del Señor. El resto de Israel no cometerá maldades, ni dirá mentiras, ni se hallará en su boca una lengua embustera; pastarán y se tenderán sin sobresaltos.»

Palabra de Dios

SALMO RESPONSORIAL. SALMO 145

R.- DICHOSOS LOS POBRES EN EL ESPÍRITU, PORQUE DE ELLOS ES EL REINO DE LOS CIELOS.

El Señor hace justicia a los oprimidos,
da pan a los hambrientos. 
El Señor liberta a los cautivos. R.-

El Señor abre los ojos al ciego, 
el Señor endereza a los que ya se doblan, 
el Señor ama a los justos, 
el Señor guarda a los peregrinos. R.-

El Señor sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados. 
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad. R.-


2ª LECTURA: LECTURA DE LA PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS 1, 26-31

Hermanos:

Fijaos en vuestra asamblea no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas; todo lo contrario, lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios. Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor. Por él vosotros sois en Cristo Jesús, en este Cristo que Dios ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención. Y así --como dice la Escritura-- «el que se gloríe, que se gloríe en el Señor».

Palabra de Dios


ALELUYA Mt 5, 12 a

Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 5, 1- 12a

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:

Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.

Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.

Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.

Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios.

Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa.

Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.

Palabra del Señor


Comentario al Evangelio del Domingo.

La lógica de Dios es desconcertante: Jesús declara dichosas a personas consideradas normalmente malditas y desgraciadas. Con un loco optimismo, muestra la tensión entre la situación presente y la que está a punto de brotar por la llegada del Reino. Las bienaventuranzas, pues, ¿son una bendición o un escándalo? Depende. Los que piensen que ya son felices porque viven satisfechos pensarán que son una tontería. Los que lo estén pasando mal quizá vean en ellas una ventana a la esperanza: Dios mismo se ha hecho cargo de los abandonados de este mundo.

Pero ¿cómo creer que las cosas cambiarán, cuando el mal es tan poderoso? Jesús no sólo proclamó las bienaventuranzas, sino que las vivió, y con ello nos abre el camino de un estilo nuevo de vida. Jesucristo, muerto por nuestro amor y resucitado, es el prototipo del hombre feliz. Dice Jesús: “Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.” Todos buscamos ser felices. Ser cristiano es una opción de felicidad.

Pero hoy se habla muy poco del cielo, quizá porque atendemos a otras ofertas que nada tienen que ver con la de Cristo. Jesús nos hace una descripción hermosa de la nueva y definitiva “tierra prometida”: consuelo, misericordia, ver a Dios... Desengañémonos, seamos realistas. Quien busque la felicidad sólo en esta tierra se está equivocando. El camino del Evangelio, en cambio, desemboca en una alegría plena que tiene su garantía en Dios mismo y que ha de durar por siempre.

Nuestra felicidad sólo puede ser Dios mismo, porque así de grandes hizo nuestros corazones. Otras cosas nos dejan insatisfechos y apagan la esperanza. Jesús nos invita a una esperanza de una rica densidad humana: permite elaborar de un modo positivo la experiencia del mal (los sufridos, los que lloran, los perseguidos) y mueve al compromiso (compasión ante el sufrimiento ajeno, trabajar por la paz y por la justicia). Las bienaventuranzas, de este modo, son todo un reto. ¿Nos atreveremos a recibir la felicitación de Dios?

Francisco Castro Pérez, sacerdote

Fuente: Betania, Diocesis de Malaga.

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