Domingo II de Pascua.

MONICIÓN DE ENTRADA.

El evangelio nos presenta hoy la incredulidad crédula del apóstol Tomas. Primero no creyó en la resurrección de Cristo. Pero luego al verle creó la más bella jaculatoria que jamás se haya podido pronunciar: ¡Señor mío y Dios mío! Y desde hace dos mil años millones de cristianos ha repetido esta bella y breve oración. Celebramos además el domingo de la Divina Misericordia, conmemoración establecida por el papa Juan Pablo II, quien será además en este domingo del Primero de Mayo beatificado en Roma por su sucesor, Benedicto XVI. Y, a su vez, festejamos a San José Obrero, el patrón de todos los trabajadores. Domingo de transcendente Importancia. Oremos en esta Eucaristía por todos estos fines.

1ª LECTURA: LECTURA DEL LIBRO DE LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES 2, 42-47

Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones.

Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían en Jerusalén. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes, y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno.

A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos, alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo, y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando.

Palabra de Dios
SALMO RESPONSORIAL. SALMO 117

R.- DAD GRACIAS AL SEÑOR PORQUE ES BUENO, PORQUE ES ETERNA SU MISERICORDIA. (O ALELUYA)

Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. 
Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia. 
Digan los fieles del Señor: 
eterna es su misericordia. R.-

Empujaban y empujaban para derribarme, 
pero el Señor me ayudó; 
el Señor es mi fuerza y mi energía, 
él es mi salvación. 
Escuchad: hay cantos de victoria 
en las tiendas de los justos.- R.-

La piedra que desecharon los arquitectos 
es ahora la piedra angular. 
Es el Señor quien lo ha hecho, 
ha sido un milagro patente. 
Éste es el día en que actuó el Señor: 
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R.-

 2ª LECTURA: LECTURA DE LA PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PEDRO 1, 3-9

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final.

Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe --de más precio que el oro, que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego-- llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo.

No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.

Palabra de Dios

ALELUYA Jn 20,29

Porque me has visto, Tomás, has creído dice el Señor: Dichosos los que creen sin haber visto.

 LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 20, 19- 31

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

-- Paz a vosotros.

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

-- Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.

Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

-- Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:

-- Hemos visto al Señor.

Pero él les contestó:

-- Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:

-- Paz a vosotros.

Luego dijo a Tomás:

-- Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.

Contestó Tomás:

-- ¡Señor Mío y Dios mío!

Jesús le dijo:

-- ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.

Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su Nombre.

Palabra del Señor

Comentario al Evangelio del Domingo.

Tomás, el incrédulo. Él, que quería saber, fue capaz de preguntar a Jesús lo que los otros también desconocían pero no se atrevían a cuestionar: “Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?” Pero le costó creer lo que sus amigos decían acerca del Resucitado: pues ya le hemos puesto la etiqueta de incrédulo al pobre Tomás. No como nosotros, los destinatarios de ese piropo que lanza Jesús al final del evangelio de hoy: “Dichosos los que crean sin haber visto”. El hecho de que Tomás, como el resto de los Doce, hubiera dejado todo por creer en la Palabra de un desconocido, de que tomara un nuevo camino en su vida alejado de los convencionalismos sociales de la época, de que fuera enviado para la misión, de que creyera lo que Jesús enseñaba aunque a veces no lo entendiera… parece que no cuenta.

Simplemente lo sentenciamos con un “no creyó” y dejamos a un lado toda su vida, toda su entrega, todo su amor por Jesús que nosotros, “los dichosos”, pobremente imitamos.

Tomás simplemente no estaba en el lugar oportuno en el momento preciso, pero el Señor le dio una segunda oportunidad para que corroborara la fe que mucho antes había demostrado. La confesión -“Señor mío y Dios mío”- surge del amor incondicional a Jesús y de reconocer en el Resucitado a Dios mismo. Nosotros sí tuvimos la suerte de estar en el lugar oportuno en el momento preciso: los sacramentos nos infundieron el Espíritu, alguien nos presentó el Evangelio, la oración nos llevó al encuentro con Jesucristo en la Iglesia, la Eucaristía nos introdujo en la vida de Dios… pero hicieron falta muchos siglos de reflexión teológica, de vivencias espirituales, de experiencias de vida cristiana para que nosotros hayamos creído sin ver. A Tomás sólo le bastaron unas palabras del Resucitado para hacer una confesión de fe que muchos seguimos repitiendo en el momento de la consagración cuando, sin verlo, creemos en Jesucristo.
Antonio Eloy Madueño, sacerdote


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