Reflexión misionera para la Liturgia del Domingo V de Cuaresma.

"Cuando, en el quinto domingo, se proclama la resurrección de Lázaro, nos encontramos frente al misterio último de nuestra existencia: «Yo soy la resurrección y la vida... ¿Crees esto?» (Jn 11, 25-26). Para la comunidad cristiana es el momento de volver a poner con sinceridad, junto con Marta, toda la esperanza en Jesús de Nazaret: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo» (v. 27). La comunión con Cristo en esta vida nos prepara a cruzar la frontera de la muerte, para vivir sin fin en él. La fe en la resurrección de los muertos y la esperanza en la vida eterna abren nuestra mirada al sentido último de nuestra existencia: Dios ha creado al hombre para la resurrección y para la vida, y esta verdad da la dimensión auténtica y definitiva a la historia de los hombres, a su existencia personal y a su vida social, a la cultura, a la política, a la economía. Privado de la luz de la fe todo el universo acaba encerrado dentro de un sepulcro sin futuro, sin esperanza".
Mensaje del Papa para la Cuaresma 2011

Reflexiones
La vida es el tema común de las lecturas de este V domingo: la vida que vence los sepulcros, como lo profetiza Ezequiel (I lectura); la vida que se nos da por medio del Espíritu que habita en nosotros, como insiste Pablo (II lectura); la vida nueva que es Jesús mismo (Evangelio): “Yo soy la resurrección y la vida” (v. 25). Hay un ‘crescendo’ temático hacia la Pascua: aumentan los signos: agua, luz, vida… Con sabia pedagogía, la Iglesia acompaña a los cristianos hacia la Pascua, instruyéndolos con catequesis bautismales, adecuadas para los catecúmenos que se preparan a recibir el Bautismo, y para los fieles bautizados que renovarán las promesas bautismales. En el III domingo el símbolo era el agua, en el diálogo entre Jesús y la Samaritana; el domingo pasado el tema central era la luz, en la sanación del ciego de nacimiento; hoy el signo es la vida, con la resurrección de Lázaro. Los tres signos van acompañados de insistentes afirmaciones de Jesús sobre su identidad y su misión, con palabras que hacen referencia a la auto-definición de Dios a Moisés en el Éxodo: “Yo-Soy” (Éx 3,14). Jesús hace suya esta definición divina afirmando: Yo soy el Mesías, Yo soy la luz del mundo, Yo soy la vida.

En estos tres domingos, son múltiples las referencias al sacramento del Bautismo, tanto en las lecturas bíblicas como en otros textos litúrgicos (antífonas, oraciones, prefacio…). En las jóvenes Iglesias misioneras, aunque no solo en ellas, la noche de Pascua asume una solemnidad particular con los sacramentos de la iniciación cristiana que se administran a numerosos catecúmenos, adultos y jóvenes. Se trata de fiestas que llenan el corazón y la vida de los misioneros, de los pastores de las Iglesias locales y de las comunidades cristianas.

La resurrección de Lázaro se encuentra en la mitad del Evangelio de Juan (en el capítulo 11 de 21 capítulos); pero es, sobre todo, el centro temático: se trata, quizás, de la mayor manifestación de Jesús como “verdadero Dios y verdadero hombre”.
- Es verdadero hombre, lleno de fuertes sentimientos: es amigo de Lázaro y de las hermanas de Betania, se turba, se conmueve profundamente, se echa a llorar, ora intensamente al Padre, grita con voz potente... Con sus lágrimas Jesús justifica las nuestras en circunstancias parecidas.
– Y es verdadero Dios, del que manifiesta el amor y el poder devolviendo la vida al amigo muerto, para que la gente crea que Él ha sido enviado por el Padre (v. 42). Así, este espectacular milagro pone de manifiesto tres valores que van juntos: amor, fe y vida. Porque “la vida es vida tan solo allí donde hay amor” (Gandhi).

En su realidad divino-humana, Jesús realiza su misión como cercanía, haciéndose próximo, como el samaritano (cf Lc 10,34), del que sufre, aportando soluciones a los problemas. Pero al Salvador que se acerca es necesario salirle al encuentro, como las hermanas Marta y María (v. 20.29), con corazón abierto. Solamente en este encuentro se realiza la salvación. Porque solo “del Señor viene la misericordia, la redención copiosa” (Salmo responsorial). También en esta ocasión se dan reacciones opuestas. Por una parte, las súplicas confiadas de las hermanas que logran el milagro extraordinario del retorno a la vida de Lázaro y muchos judíos creen en Jesús (v. 45); por otra, no obstante la evidencia del signo, los enemigos de Jesús se cierran progresivamente, se concitan para darle muerte (Jn 11,46-53) y deciden matar también a Lázaro (Jn 12,10).

“No estamos sobre la tierra para guardar un museo, sino para cultivar un jardín lleno de flores y de vida” (B. Juan XXIII). El proyecto primigenio y permanente de Dios es la vida: “La gloria de Dios es el hombre viviente”, es decir, que el hombre viva (S. Ireneo); Jesús no ha venido para darnos una vida raquítica, empobrecida, mediocre, subdesarrollada... sino para que tengamos vida en abundancia (cf Jn 10,10). ¡Para la vida presente y futura! En un mundo duramente marcado por muertes injustas, precoces e inocentes, cada cristiano  –y más aún el misionero-  está llamado a hacer una firme y definitiva apuesta por la vida: acogerla, promoverla, defenderla, anunciarla, detectar hasta los pequeños signos de su presencia, proteger sus brotes, llevarla a plenitud... La tutela y la promoción de la vida son temas prioritarios en el reciente magisterio de los Papas. (*) Agua, luz, vida…: son dones para vivirlos, pero sobre todo para compartirlos y comunicarlos. Estamos todos llamados a ser ¡misioneros de la vida!
Palabra del Papa

(*) “El primer desafío es el desafío de la vida. La vida es el primer don que Dios nos ha hecho y la primera riqueza que puede gozar el hombre. La Iglesia anuncia ‘el Evangelio de la Vida’. Y el Estado tiene precisamente como tarea primordial la tutela y la promoción de la vida humana”.
Juan Pablo II, Discurso al Cuerpo Diplomático,10/01/2005

(**)  “La fe en la resurrección de los muertos y la esperanza en la vida eterna abren nuestra mirada al sentido último de nuestra existencia: Dios ha creado al hombre para la resurrección y para la vida, y esta verdad da la dimensión auténtica y definitiva a la historia de los hombres, a su existencia personal y a su vida social, a la cultura, a la política, a la economía. Privado de la luz de la fe, todo el universo acaba encerrado dentro de un sepulcro sin futuro, sin esperanza”.
Benedicto XVI, Mensaje para la Cuaresma de 2011


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Fuente: OMP.

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