Vida de Seminario I: Lectores y acólitos.

En el camino de un seminarista hacia el sacerdocio se producen una serie de hitos importantes. Tres, para ser más concretos: el rito de admisión y los ministerios de lector y acólito por otro. Cuatro, si contamos con el orden del diaconado, que ya es un ministerio ordenado en contraposición al lectorado y el acolitado que son ministerios laicales.

Dentro de esos tres ministerios, cada Diócesis se organiza como mejor vea conveniente. Me explico, hay diócesis que prefiere dar el rito de admisión primero y luego van los ministerios. Otras, por ejemplo, prefieren instituir a los seminaristas lectores y acólitos primero y luego admitirlos a las órdenes. Unas instituyen a una misma persona lector y acólito en la misma ceremonia y otras lo hacen por separado.
En mi Seminario se hace primero el rito, después el lectorado y después el acolitado. Esa es, al menos, la norma general porque luego se pueden acortar plazos por cuestiones diversas. Al fin y al cabo cada persona es un mundo y cada proceso es distinto según el seminarista: edad, estudios, conducta…

Hoy quiero estrenar esta nueva sección que voy a dedicar a la vida del seminario hablando de los ministerios de lector y acólito. Parece casi como empezar por el final, pero tiene su razón. Cuatro seminaristas serán instituidos lectores y dos seremos instituidos acólitos el próximo miércoles 13 de Abril a las siete de la tarde en la Iglesia de San Martín Pinario en Santiago de Compostela.

Uno puede preguntarse “Lectores y acólitos, ¿qué será eso?” Pues exactamente lo que parecen, pero instituidos de forma especial. El lector tiene el ministerio de leer la Palabra de Dios en las celebraciones litúrgicas. El acólito, por su parte, sirve al altar. Así visto, parece cosa de todos los días. Sí y no, con matices.

El lector es el que proclama la Palabra de Dios en las celebraciones litúrgicas, sí, pero hace más cosas: puede llevar el evangeliario en procesión, enunciar las preces y las antífonas de entrada y comunión si no hay cantos… En general son oficios muy básicos que – a excepción de lo del evangeliario – realizan la gente normal de nuestra parroquia. El lector también tiene la misión de instruir a los que realizan estos oficios.

El acólito es el que sirve al altar, pero, como el lector, su ministerio no se reduce a ello. Viene siendo un monaguillo, pero reconocido de forma “oficial”. Pero, además, el acólito es ministro de la comunión, es decir, puede repartir la comunión sin necesitad de una bendición especial ad hoc que debería hacerse en otro caso y no siempre se hace. Puede, además, exponer el Santísimo, aunque no dar la bendición, que es algo reservado al diácono y al sacerdote.

Como veis, es algo que no realizan sólo los seminaristas ni otras personas que sí que puedan haber estado instituidas con estos ministerios. Por eso, en la práctica, el cambio que se pueda producir no es tan notable. Sin embargo son hitos, etapas que se van quemando, pasos que se van dando… Por eso recibir un ministerio es causa de especial expectación y alegría para los que aquí nos formamos.
Ricardo Sanjurjo.

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