Diácono.

Llevo varias semanas aguantando y resistiéndome a comunicaros la noticia que, hoy sí, voy a daros. Aguantándome, porque hasta ayer día quince estaba abierto el plazo para presentar los informes y, por tanto, no había nada oficial, siempre puede surgir algo. La cuestión es que, por fin, tras seis años en el Seminario, seré ordenado diácono.

El día D es el próximo domingo 3 de Julio, Octava de Corpus, Domingo XIV del Tiempo Ordinario y fiesta, además, de Santo Tomás Apóstol, un santo con quien yo me siento muy identificado muchas veces. La hora H son las 19:00h y el lugar (¿L?) la S.A.M.I. Catedral de Santiago de Compostela. La celebración la presidirá nuestro arzobispo D. Julián Barrio Barrio.

¿Y quién o qué es un diácono? Puede que mucha gente no muy familiarizada con la Iglesia se lo pregunte, e incluso gente de Iglesia, porque es una figura que, por su escasez, a veces pasa inadvertida. Así que creo que es bueno hacer una breve explicación de lo que es un diácono.

El diaconado es el primer grado del sacramento del Orden. Teológicamente, no es sacerdocio propiamente dicho, pero es ministerio ordenado, para asistir al Obispo y al sacerdote en la predicación, en el servicio de la caridad (que es precisamente como nació este orden) y en la distribución de la comunión.

Exteriormente, a los diáconos se les reconoce porque, como diría mi hermano, “Visten como un cura pero lleva una banda como de Miss”. En tono serio, exteriormente, el diácono lleva la estola cruzada sobre el hombro izquierdo, y no suelta sobre los dos hombros como lo llevan los sacerdotes. Tampoco usa casulla, sino que su vestimenta propia es la dalmática.

¿Y qué hace un diácono? Básicamente, el diácono es ordenado para servir a los hermanos. Litúrgicamente, puede casar y bautizar, celebrar las exequias – el entierro, no el funeral, entendámonos, que el funeral es una misa –, leer el Evangelio dentro de la Misa y predicar.

Además, realiza ya las promesas propias del ministerio ordenado. Es decir, prometerá solemnemente guardar el celibato, mantener el espíritu de oración de la Iglesia, y, consiguientemente, rezar la Liturgia de las Horas todos los días, y respeto y obediencia al Obispo y a sus sucesores.

Junto a mí, será ordenado otro diácono, Fermín, que ya recibió conmigo el ministerio del acolitado. Además, tendremos la suerte de que se ordenarán también seis nuevos presbíteros: Fernando, Tino, Orlando, José Antonio, Alberto y Óscar, toda una gracia para la diócesis. Sobre todo en estos tiempos de escasez que vivimos.

Por eso, os invito, sobre todo, a rezar por nosotros ocho. Por mis seis compañeros sacerdotes que ya salen definitivamente al mundo a gastarse por Cristo y por las almas. Y por Fermín y por mí que también comenzaremos a trabajar de una forma más intensa en el ministerio pastoral. Y también por los seminaristas que están en este mismo camino. Y por los que se lo están pensando. Y por los que aún no se lo han pensado.
Ricardo Sanjurjo.

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