Domingo de Pentecostés.

MONICIÓN DE ENTRADA

Recibid nuestra más cordial bienvenida a la Eucaristía del Domingo de Pentecostés. Está a punto de terminar el Tiempo Pascual. Mañana mismo reiniciamos el Tiempo Ordinario. Y hasta llegar a este final hemos recorrido mucho camino, juntos. Se inició en Cuaresma. Y llegamos a la Semana Santa, al Triduo Pascual y la Pascua en toda su extensión. Es un importante camino que hemos hecho juntos, con amor y esperanza. Es Pentecostés. Jesús, tal y como lo había prometido, envía a los Apóstoles el Espíritu Santo. Y hoy, el mismo Jesús, nos envía el Espíritu a cada uno de nosotros. El Espíritu es el mayor regalo que el Padre ha hecho a los hombres por medio de Cristo. Esto nos compromete a vivir nuestra fe, a mantener la esperanza, a ser fuertes en la dificultad.
Celebramos en España, además, El “Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar”. Hemos de considerar, hoy más nunca la labor de los laicos en la Iglesia para la más rápida extensión de la Palabra de Dios. Y no olvidemos que Jesús de Nazaret era un laico en su tiempo y también lo fueron sus amigos y compañeros de misión.

1ª LECTURA: LECTURA DEL LIBRO DE LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES 2, 1-11

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería.

Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente sorprendidos, preguntaban:

-- ¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua.

Palabra de Dios



SALMO RESPONSORIAL. SALMO 103

R.- ENVÍA TU ESPÍRITU, SEÑOR, Y REPUEBLA LA FAZ DE LA TIERRA.

Bendice, alma mía, al Señor:
¡Dios mío, qué grande eres!
Cuántas son tus obras, Señor;
la tierra está llena de tus criaturas. R.-

Les retiras el aliento,
y expiran y vuelven a ser polvo;
envías tu aliento, y los creas, y
repueblas la faz de la tierra. R. -

Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor con sus obras.
Que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor. R. -


2ª LECTURA: LECTURA DE LA PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS 12, 3b-7. 12-13

Hermanos:

Nadie puede decir: “Jesús es Señor”, si no es bajo la acción del Espíritu Santo. Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común.

Porque, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.

Palabra de Dios.


SECUENCIA

Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.


ALELUYA

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos la llama de tu amor


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 20, 19-23

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

-- Paz a vosotros

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

-- Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.

Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

-- Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.

Palabra del Señor.

Comentario al Evangelio del Domingo.

Hoy nuestra Iglesia celebra la solemnidad de Pentecostés, la gran fiesta del Espíritu Santo, y con ella damos por finalizado este tiempo de Pascua en el que hemos celebrado –durante 50 días- la Resurrección del Señor. Hoy el Evangelio nos cuenta cómo fue aquella venida del Espíritu sobre los discípulos.

Jesús les había prometido que no los dejaría solos, y que les enviaría al Defensor, el Espíritu de la Verdad. “Estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos”. Se nos describe aquí muy claramente cómo era aquella comunidad que no había experimentado al Espíritu del Señor Resucitado: un grupo de gente asustadiza, con pocos ánimos para la misión. Pero Jesús ya Resucitado entra en aquella casa, les enseña las manos y el costado y les dice: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. Y el Espíritu Santo al venir sobre la primera Iglesia, da vida y valor. Se llenaron todos del Espíritu, y el anterior miedo se convirtió ahora en alegría y en valentía para extender el Evangelio por todos los rincones del mundo. El misterio de Pentecostés está presente en nuestras vidas, desde el mismo momento de nuestro Bautismo. Siempre es el Espíritu quien nos da vida, quien mantiene viva a nuestra Iglesia para que sea sacramento de Cristo en el mundo; es el Espíritu Santo quien nos hace posible decir que Jesús es Señor; quien nos hace vencer todas las divisiones, quien nos reúne y nos hace una misma familia: la Iglesia. Aquella primera comunidad estaba reunida “en compañía de algunas mujeres, entre las que estaba María, la madre de Jesús”, tal y como nos dice el libro de los Hechos. Es conveniente que pidamos con fuerza la luz del Espíritu en nuestras vidas para que seamos dóciles a Él como la Virgen lo fue.

¡Feliz domingo!

J. Javier García, sacerdote

Enlaces Parroquiales

Parroquia San Gines de Padriñan. Comunidad Parroquial.

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