Domingo XI Ordinario C

Continuamos en el Año de la Misericordia, y continúan apareciendo escenas evangélicas en las que brilla soberanamente la misericordia de Jesucristo. La de hoy es anto lógica.
Jesús es invitado a comer en casa de un fariseo, probablemente rico, que no se prodiga en detalles de cortesía con el Señor.
Mediada la comida se presenta una mujer con extendida fama de pecadora. Se acerca por detrás a Jesús con un perfume y "colocándose a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume". 

La escena es emocionante, pero mucho más lo va a ser tras las palabras de Jesús. El huésped y los invitados critican abiertamente a Jesús por dejarse tocar por una pecadora. Jesús la defiende. Es de notar que, en el Evangelio, cada vez que sale una mujer que lo necesita, Jesús sale en su defensa, sin importarle lo que digan los circunstantes. 
El Señor cuenta al fariseo una breve parábola para sugerirle su falta de cortesía, frente a las múltiples delicadezas de la mujer. Y acaba diciendo: "Sus muchos pecados están perdonados, porque ha amado mucho". 
Hasta aquí la enseñanza es evidente: el mucho amor cubre sus muchos pecados y purifica sus actos pasados. Pero el Señor tiene que decir aún algo más, y no de pequeña importancia. Para justificar y recalcar la frase, da la vuelta al argumento y concluye -podríamos decir- "del revés' Explica: "Porque al que poco se le perdona, poco ama". Contra toda previsión, el perdón resulta ser la causa del amor. 
Ambas cosas son ciertas: el amor conquista el perdón, pero también saberse perdonados -no una, sino muchas veces-lleva de la mano al amor: al mucho amor. 
No es temerario decir que todos estamos en el caso de la mujer pecadora, al margen de que nuestros pecados sean más o menos graves. Lo contrario supondría situarnos en el caso del fariseo, del que es patente su falta de amor. 
¿Cuánto nos ha perdonado Dios a vosotros y a mí? Quien es humilde y reconoce sus muchas faltas, está en condiciones óptimas de amar mucho a Dios. Quien no es humilde y piensa que no tiene pecados, sólo se ama a sí mismo: no "necesita' amar a Dios. Ruego al Señor que todos nosotros seamos de los del primer caso. Nuestras muchas faltas, en contra de lo que puede parecer, no se oponen a nuestro amor a Dios; más bien lo facilitan. La razón es que ser muy perdonados, llena el alma de agradecimiento; y el agradecimiento conduce al amor por la vía más directa. 
La Misericordia divina se abre paso, así, a través de nues­tros pecados, e ilumina nuestra vida con el colorido de la alegría y del amor. 

Palabra—Manuel Ordeig 

TEXTOS LITÚRGICOS


Monición de entrada 
Una semana más Dios nos ha concedido la gracia de poder celebrar nuevamente la Eucaristía dominical, a la que venimos para escuchar la Palabra de amor y de perdón que el Señor nos ofrecerá y para celebrar con Cristo este amor de Dios, que se renovará en el Sacrificio del altar. 
Acto penitencial           
Y ahora, para prepararnos dignamente a la celebración de estos sagrados misterios, examinemos nuestra conciencia en unos momentos de silencio, y pidamos humildemente perdón al Señor por nuestros pecados. 
- Tú que perdonas a los pecadores. Señor ten piedad 
- Tú que nos has amado hasta el final. Cristo ten piedad 
- Tú que salvas a los que creen en tu amor. Señor ten piedad 

Oración colecta 
Oh Dios, fuerza de los que en Ti esperan, escucha nuestras súplicas, y pues el hombre es frágil y sin  tu ayuda nada puede, concédenos la ayuda de tu gracia para guardar tus mandamientos y agradarte con nuestras acciones y deseos. Por Jesucristo nuestro Señor. 

Lectura del segundo libro de Samuel 12, 7-10. 13 
En aquellos días, Natán dijo a David: - «Así dice el Señor, Dios de Israel: "Yo te ungí rey de Israel, te libré de las manos de Saúl, te entregué la casa de tu señor, puse sus mujeres en tus brazos, te entregué la casa de Israel y la de Judá, y, por si fuera poco, pienso darte otro tanto. ¿Por qué has despreciado tú la palabra del Señor, haciendo lo que a él le parece mal? Mataste a espada a Urías, el hitita, y te quedaste con su mujer. Pues bien, la espada no se apartará nunca de tu casa; por haberme despreciado, quedándote con la mujer de Urías."» David respondió a Natán: - «¡He pecado contra el Señor!» Natán le dijo: - «El Señor ha perdonado ya tu pecado, no morirás.» Palabra de Dios. 

Salmo responsorial Sal 31, 1-2. 5. 7. 11 
L.- Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado.
R.- Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado. 
L.- Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado; dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito. R 
L.- Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado. Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito; propuse: «Confesaré al Señor mi culpa», y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. R.- 
L.- Tú eres mi refugio, me libras del peligro, me rodeas de cantos de liberación. R 
L.- Alegraos, justos, y gozad con el Señor; aclamadlo, los de corazón sincero. R 

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 2, 16. 19-21 
Hermanos: Sabemos que el hombre no se justifica por cumplir la Ley, sino por creer en Cristo Jesús. Por eso, hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe de Cristo y no por cumplir la Ley. Porque el hombre no se justifica por cumplir la Ley. Para la Ley yo estoy muerto, porque la Ley me ha dado muerte; pero así vivo para Dios. Estoy crucificado con Cristo: vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí. Y, mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí. Yo no anulo la gracia de Dios. Pero, si la justificación fuera efecto Palabra de Dios. 

+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 7, 36-8, 3 
En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: - «Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora.» Jesús tomó la palabra y le dijo: - «Simón, tengo algo que decirte.» Él respondió: - «Dímelo, maestro.» Jesús le dijo: - «Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?» Simón contestó: - «Supongo que aquel a quien le perdonó más.» Jesús le dijo: - «Has juzgado rectamente.» Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: - «¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama.» Y a ella le dijo: - «Tus pecados están perdonados.» Los demás convidados empezaron a decir entre sí: - «¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?» Pero Jesús dijo a la mujer: - «Tu fe te ha salvado, vete en paz.» Después de esto iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.  Palabra del Señor. 

Oración de los fieles   
Celebrante:  Sabiendo que nuestro Dios es el Dios de la misericordia y del perdón, y que nos ama como somos; presentémosle ahora nuestras oraciones y súplicas. 
1.- Por la Iglesia, comunidad de creyentes; para que sea lugar de encuentro, de acogida y de perdón. Roguemos al Señor. R. Señor, escucha y ten piedad 
2.- Por las vocaciones sacerdotales; para que nunca falten en nuestra diócesis suficientes ministros dispensadores del perdón que viene de Dios. Roguemos al Señor. R. 
3.- Por nuestra sociedad mal pensante, como los fariseos; para que sea capaz de comprender y de respetar. Roguemos al Señor. R. Señor, escucha y ten piedad 
4.- Por los marginados sociales; para que encuentren en todos la ayuda fraternal que necesitan para rehacer sus vidas. Roguemos al Señor. R. Señor, escucha y ten piedad 
5.- Por nosotros, invitados a la mesa del Señor; para que acojamos al Señor con sencillez de corazón, y aprendamos a perdonar como Él. Roguemos al Señor. R. 
Celebrante: Dios nuestro, que nunca dejas de compadecerte y de tener misericordia, escucha nuestras oraciones y danos un corazón fiel y penitente que sepa corresponder a tu amor y difundir por los caminos del mundo el mensaje evangélico de la reconciliación y la paz. P. J. n. S. 

Oración sobre las ofrendas 
Tu nos has dado, Señor, por medio de estos dones que te presentamos, el alimento del cuerpo y el sacramento que renueva nuestro espíritu; concédenos con bondad que siempre gocemos del auxilio de estos dones. Por Jesucristo nuestro Señor. 

Oración después de la comunión 
Que esta comunión en tus misterios, Señor, expresión de nuestra unión contigo, realice la unidad de tu Iglesia. Por Jesucristo nuestro Señor. 

Enlaces Parroquiales

Parroquia San Gines de Padriñan. Comunidad Parroquial.

"TRANSFORMANDO EL MUNDO HACIENDO IGLESIA"