Escribe nuestro párroco

Amigos, se acerca la Semana Mayor con todo su trajín, con toda su belleza, con todo su simbolismo… pero sobre todo con toda la tragedia del hombre.
La plástica de la Semana Santa pone de manifiesto lo frágil que es el hombre que arrastra en su corazón una tragedia de maldad que nunca se pone tan de manifiesto como en la pasión de nuestro Señor Jesucristo.
El pecado es una realidad teológica que esta íntimamente unida a la teología de la realidad de la Redención, obrada por Cristo.
Pero el pecado, es también una realidad existencial que llega a nuestros días; sus consecuencias se ven recorriendo un poquito la historia reciente, para contemplar, horrorizados, hasta donde llega la maldad del hombre de nuestros días, después de siglos y siglos de progreso.
Pero en ninguna realidad existencial, se ve esa maldad como en la pasión de Cristo, sea en su dimensión histórica, como en su realidad teológica y salvífica. Así vemos con que refinada maldad se le sigue buscando para volver a crucificarle a Él y a los que creen en El. Bastaría pensar en los mártires del siglo XX y XXI. Y esto, sabiendo que Cristo es el único que fue capaz  de introducir en la misma entraña de la humanidad, un halito de esperanza y de resurrección, asumiendo nuestra naturaleza humana en todas sus dimensiones. Él nos mostró la verdadera y maravillosa dignidad del hombre. Él nos mostró la inmensa capacidad que hay en el hombre de hacer el bien y de dedicarse al servicio, aun heroico, de los demás. Qué razón tenía el Sr. Tierno Galván, cuando sus adláteres quisieron retirar el crucifijo de la mesa de la Alcaldía, al tomar posesión, les dijo: “la contemplación de un hombre justo que murió por los demás no molesta a nadie. Déjenlo donde esta”. Eso lo dijo siendo el  agnóstico.
La maldad del hombre solo puede curarla la bondad de otro hombre, Cristo, que por amor en entregarse a la muerte y una muerte de cruz. 
La Semana Mayor nos ofrece la posibilidad de descubrir que el hombre tiene remedio, hay una esperanza; el hombre puede cambiar. La semilla está sembrada. Fructificara, en su momento, en cada hombre que acoja la fe en Cristo y quiera seguir ese camino. 
Es verdad que la semana Santa tiene aspectos culturales valiosísimos, que la fe se ha encarnado de u modo hondo y profundo en la cultura, idiosincrasia y costumbres de cada pueblo produciendo bellísimas manifestaciones. Pero además, ofrece un marco meditativo, reflexivo, que nos lleva a valorar al ser humanos, el dolor, la compasión; nos lleva a la admiración de lo divino; nos lleva a meditar con humildad y agradecimiento  lo que expresa esta frase a los pies del Cruceiro que hay en el exterior del Nuevo Templo de Sanxenxo: “caminante, párate un momento, y piensa cuanto te amé”.


+ Monseñor Don Samuel G. T.

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