PREGON DE LA SEMANA SANTA DE SANXENXO 2017

Muchas gracias por las amables y generosas palabras que sobre mí persona se han dicho y, sobre todo, a  Don Samuel y a la comunidad parroquial por haberme confiado la grata responsabilidad de pregonar la Semana Santa de Sanxenxo.


Os confieso que cuando acepte la invitación sentí una responsabilidad desconocida para mí hasta ahora por lo transcendental del tema. Ignoraba por donde debían ir las líneas de este pregón. No soy experto en los antecedentes de la Semana Santa de Sanxenxo, su tradición y costumbres; de hecho, aunque mi familia está muy vinculada a Sanxenxo desde hace muchos años y yo mismo llegue a estudiar dos años de primaria en la antigua escuela del Pazo de Padriñán, siempre he vivido la Semana Mayor en mi Pontevedra natal. Allí, con mis padres y hermanos, ibamos el Domingo de Ramos a la bendición de las palmas, a visitar las iglesias la tarde del Jueves Santo, a los oficios en la Iglesia de San Bartolomé y a las solemnes procesiones de aquella época, de la que destaco la procesión del Santo Entierro. Como alumno del Instituto de Segunda Enseñanza, a principios de los años 60, participaba en los actos que organizaba la Cofradía del Espíritu
Santo. Recuerdo leer fragmentos de la pasión según San Mateo o San Marcos en el Viacrucis de la iglesia de Santa Clara y haber participado en la escenificación del Auto de la Quinta Angustia, obra de Juan de Timoneda del siglo XVI. Un auto muy devoto y contemplativo sobre el descendimiento de la cruz y la angustia que pasó la Virgen María, complementando las escenas con ilustraciones musicales del magnífico coro del Instituto.Con el paso del tiempo la liturgia ha cambiado y quedan lejos los recuerdos de mi juventud, de cuando había que visitar al menos siete monumentos y las calles de la antigua Pontevedra se
convertían en un concurrido paseo al ir de una iglesia a otra. No se podía cantar, oír música, ni por supuesto ir al cine o a discotecas, estaban cerradas por orden gubernativa.

Al preparar este pregón sentí la curiosidad por conocer el motivo por el cual la Semana Santa se celebra unos años en marzo y otros en abril. Imagínense mi sorpresa cuando supe que la única explicación estaba en la luna. Ella es quien decide las fechas, siendo el domingo de Resurrección el primero después de la primera luna llena que sigue al equinoccio de la primavera.

También me interesé por conocer las leyendas y costumbres existentes con la llegada de la Cuaresma, tiempo de ayuno y privaciones. Como rezaba la copla:
Adeus martes de Entroido / adeus, meu amiguiño / hasta domingo de Pascua / non comerei máis touciño.

Entre la multitud de creencias y tradiciones, en su mayoría perdidas, estaba la de que durante la procesión del Domingo de Ramos nadie podía quedarse dentro de la iglesia, y si quien lo hacía era una mujer se le consideraba una meiga. En algunas zonas rurales, tras la bendición de ramos, los jóvenes entablaban duras
peleas utilizando los ramos como armas, un hecho sorprendente ya que en todos los lugares, las palmas ya bendecidas, se conservan todo el año no como arma de reyertas sino como arma de protección frente a los males que puedan acechar. De igual forma, el agua bendecida del Sábado de Gloria se llevaba a las casas para ser utilizada en rituales curativos y, en algunos casos, se esparcíanalrededor de la vivienda ante el anuncio de llegada de una tormenta.
El Viernes Santo era el único día en el que se saludaban todos los vecinos, aunque se llevasen mal y no se hablasen el resto del año.
Una de las leyendas más extendidas era que las golondrinas se consideraban animales sagrados, nadie se atrevía a destruirles los nidos de barro por ser ellas las que aliviaron el dolor de Cristo clavado en la cruz, arrancándole con el pico algunas espinas de la corona.
Otra costumbre la llevaban a cabo los jóvenes la noche del sábado al domingo de Resurrección; consistía en poner ramos de flores en las ventanas o en los balcones de las chicas que pretendían o que les gustaban. En algunas localidades también se quemaban personajes simbólicos, muñecos, que representaban a la Cuaresma; ritos que son anteriores al cristianismo y están relacionados con el cambio estacional del equinoccio de primavera.
Gran parte de estas y otras tradiciones que existían en Galicia se fueron perdiendo para incorporar paulatinamente nuevas costumbres, éste es el caso del Oficio de Trebas o Tinieblas, donde con un ensordecedor ruido de carracas de madera se procuraba imitar el ruido del Calvario cuando Cristo expiró. Los desfiles procesionales con penitentes ataviados con hábito y capuz datan de mediados del siglo XX y semejan a los de otras regiones españolas.
Es cierto que en Galicia la religión no está tan arraigada como antaño, pero aún así seguimos teniendo gran número decelebraciones y fiestas de carácter religioso. La Semana Santa más singular las encontramos en Vivero, Ferrol y Finisterre, declaradas Fiestas de Interés Turístico Nacional y la de Cangas de Morrazo de Interés Turístico de Galicia.
Más cerca de nuestra localidad, en Santa María de Paradela (Meis), escenifican en vivo la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo durante cuatro días; una tradición que se mantiene viva desde hace más de dos siglos y en la que participan más de cien personas. El esmero y el profundo sentimiento con que cada uno de los actores escenifica su papel, hacen que esta Semana Santa sea una de las fiestas tradicionales más sonora y prestigiosa de toda la comarca del Salnés.
En Sanxenxo, que lleva como emblema una lanza que nos recuerda la lanza Sagrada, la lanza con la que Longino atravesó el costado de Jesús en la cruz, la Semana Santa se celebra desde los lejanos días de apostolado de fray Juan de Navarrete, gran impulsor de los actos públicos en torno a la pasión, muerte y
resurrección de N.S. Jesucristo en nuestra comarca.
Al echar una mirada a nuestra propia tradición, recordamos los humildes actos que tenían lugar a principios del siglo pasado y que llegaron hasta nuestros días para recuperarlos con gran esplendor y poder gozar de su vistosidad.
Antaño se comenzaba con la solemne Bendición de los Ramos en la plaza de Pontevedra, acto en el que muchos competían por ver quién llevaba el ramo más lucido. El jueves Santo se caracterizaba por la colocación del monumento, de lo cual hay referencias muy antiguas. En el año 1612 se mandó pintar unos
manteles con efigies de ángeles para colocar el monumento y taparel altar mayor. Del siglo XVIII data colocación de un tremendo catafalco, consistente en gradas escalonadas que llegaban hasta el mismo techo del templo, costumbre que pervivió hasta los años 60 del siglo pasado.
Dentro de los actos del Jueves Santo estaba el llamado Oficio de Tinieblas, que alcanzaba el punto más álgido en el momento de la muerte de Jesús, instante en el que, en recuerdo de la oscuridad y los truenos, se apagaban las luces y se hacían sonar carracas y bastones, todo acompañado de sonora pataleta. Este acto fue sustituido paulatinamente por el Sermón de las Siete Palabras, una meditación piadosa de las últimas palabras de Jesús en la cruz, que se hacía desde el balcón de “Casa Román” cuando el tiempo lo permitía.
El mismo Jueves Santo a partir de las 10 de la noche, salía la Procesión dos Caladiños. Esta procesión discurría a paso muy rápido. La efigie del Crucificado, existente en la sacristía, era portada por un parroquiano y ambos eran flanqueados por sendas filas de hombres con un cirio en la mano, recorriendo la calle del Sol, la calle Real, la calle de la Iglesia, para recogerse en el interior del templo parroquial.
El Viernes Santo por la mañana se rezaba el Vía Crucis en la iglesia siguiendo con una vara los cuadros con las escenas de las distintas estaciones; tanto Hijas de María como Luises adquirieron gran protagonismo en esta piadosa costumbre. Ya por la noche, tras los solemnes oficios, salía la Procesión del Santo Entierro con las imágenes de la Dolorosa y el Cristo Yacente.
Finalmente mencionaremos la Procesión del Encuentro, comitiva que se celebraba la mañana del domingo de Resurreccióncon las imágenes de la Virgen del Rosario y del Sagrado Corazón de Jesús. La Virgen salía por la calle de la Iglesia cubierta con un mantón negro sujeto al vestido de la imagen con unos alfileres y se detenía frente a “Casa Román”. El Sagrado Corazón salía por la calle del Sol y, girando por delante de la antigua “Panadería de Agustín”, seguía por la calle Real hasta quedar las dos imágenes frente a frente a la altura de la actual plaza de Pascual Veiga. Era entonces cuando los porteadores de ambas imágenes realizaban una serie de avances y retrocesos, desprendiéndose a cada movimiento uno de los alfileres del manto que cubría la imagen de la Virgen, hasta quedar totalmente descubierta frente al Hijo resucitado, momento en que sonaban los acordes del Himno Nacional. En los años 50, y tras el desafortunado incendio que destruyó la antigua imagen de la Virgen del Rosario, fue sustituida en esta ceremonia por la de Nª
Srª de Fátima y como esta escultura no era de vestir, se cubría toda la imagen de la cabeza a los pies con un paño negro, destapándose por medio de un palo. Paulatinamente fue desapareciendo esta hermosa tradición, debido al percance sufrido por la anterior imagen y, también, porque los encargados de hacer el acto fueron desapareciendo sin encontrar el necesario relevo generacional.
Esperemos que con el tiempo éstas y otras tradiciones sean recuperadas como ejemplo de riqueza inmaterial de todo el pueblo.
Bien es sabido que hay dos formas de celebrar la Semana Santa que no entran en contradicción por ser complementarias: la celebración litúrgica en los templos y las procesiones o representaciones propias de la piedad popular. Las celebraciones litúrgicas son las más importantes porque son la actualización sacramental de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Las procesiones son un acontecimiento sociorreligioso que merece una alta valoración, aunque despierta opiniones contrapuestas. Lo cierto es que al pueblo no se le puede quitar sus propias manifestaciones y expresiones de fe. Una fe sin signos externos, sin protagonismo popular, difícilmente puede echar raíces, y en su revitalización se debe cuidar la religiosidad, la  contemplación, la oración y la estética.
Además, las procesiones y los pasos procesionales se corresponden con la forma de ser de cada pueblo, lo que le da mayor sabor local, ilustran mejor los distintos aspectos de la celebración, y son más concretas y cercanas que los actos litúrgicos que tienen alcance universal.
En fin, al modesto pregonero de 2017 le toca proclamar que la Semana Santa de Sanxenxo se celebrará sustancialmente en el nuevo templo, pero también al aire libre, y a ella llamo a todos, propios y extraños, creyentes y escépticos, paseantes y turistas, con el deseo de que estén con los ojos y los oídos del alma limpios de prejuicios.
Sea éste el preludio de una Semana Santa propia de este tiempo, renovada y testimonial, fraterna y solidaria, popular y vivida.
Isidoro Sabell Salgués

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