Domingo de la Ascensión del Señor A


Llegado el momento final de la vida de Jesús en la tierra, el Señor ascendió a los cielos en cuerpo y alma. Así nos lo cuenta san Lucas y lo hemos escuchado en las lecturas de hoy. Jesús no se va al cielo para apartarse de nosotros, los que seguimos aquí. Al revés; la teología nos explica que, desde el cielo, Jesús está más cerca de cada uno, de lo que estaría si se hubiese quedado en esta tierra.
Ahora puede estar en muchos lugares a la vez; también por el milagro de la Eucaristía. Pero hay otra razón más importante: Cristo asciende para que los cristianos -tú y yo, y todos- continuemos su labor en el mundo, mediante la evangelización. Lo hemos escuchado con claridad en la Palabra de Dios: "Vosotros recibiréis la fuerza para ser mis testigos enJerusalén, en Samaría y hasta los confines de la tierra" (Hch 1, 8).
Los Apóstoles recibieron el Espíritu Santo, unos días más tarde, y todos los cristianos lo recibimos en el Bautismo. Tenemos, pues, la palabra y la gracia para ser testigos de Cristo en el mundo; cada uno en el tiempo y lugar en que vive.
Ser testigos de Jesucristo, con nuestra vida y con nuestra palabra. Es el encargo recibido de ÉL y es también la solución a tantos problemas mundiales, que no sabemos cómo arreglar. Si todos los cristianos viviéramos como auténticos discípulos suyos, y enseñáramos a los demás a vivir también así, esta tierra sería diferente. ¡Cuántas veces nos quejamos de los males del mundo! Y no nos percatamos de que la solución está en nuestras manos; con la ayuda de Dios, naturalmente. Vivir el mensaje y la caridad de Cristo conlleva la satisfacción de hacer reinar la paz y la concordia en todo el orbe.
Y no debemos esperar que "alguien" lo lleve a cabo a nivel internacional: una especie de salvador capaz de arreglar todos los entuertos. Ni es posible ni, probablemente, sería la mejor solución. Somos todos los hombres, cada uno en su sitio, personalmente, quienes hemos de proponernos en serio vivir con rectitud y honradez: un vivir en cristiano al cien por cien. Sin esperar que empiece otro.
Cuando le planteaban a san Josemaría Escrivá los problemas irresolubles de la humanidad, solía contestar, más o menos: "Vamos a vivir bien, tú y yo, nuestrafe... y habrá dos pillos menos en el mundo". Otras veces decía: "Estas crisis mundiales son crisis de santos" (Camino, 301).
El resultado global del Evangelio de Cristo será visible cuando nos convenzamos de que Él nos ha dicho, a cada uno, "tú eres el encargado, el testigo, de mi mensaje en la sociedad que te rodea". Y actuemos en consecuencia.
Los expertos en empresas saben que los problemas los solucionan personas. Las medidas generales son útiles pero, en el fondo, sólo las personas las llevan a cabo hasta el fin.
PALABRA -Manuel Ordeig
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