Domingo IV de Pascua A



La semana pasada aparecía el Buen Pastor, que hoy se agiganta hasta el punto de que el Hijo de Dios hecho hombre, se identifica con el protagonista: "Yo soy el buen pastor".
La más primitiva iconografía de Jesús, en las catacumbas cristianas de Roma, le representa precisamente así: como el Buen Pastor que carga la oveja enferma sobre sus hombros.
El Salmo 22, que hemos escuchado, aplica a Cristo la misma imagen de Pastor; y a nosotros la de pvejas de su rebaño.
"Las ovejas escuchan su voz, y Él las llama por su nombre". Dios nos conoce a cada uno, personalmente, por nuestro nombre; para Él somos como hijos únicos. Él no ignora o se olvida de nadie: su mirada llega al fondo del corazón para sanarnos, si lo necesitamos; para fortalecernos, si estamos débiles; para llenarnos de su amor, si nos sentimos abandonados.
Tal seguridad y confianza exige, de nosotros, una actitud imprescindible: las ovejas escuchan su voz; escuchar la voz de Jesucristo. Quizá os parecerá algo extraordinario o muy difícil, pero es todo lo contrario. Dios nos habla constantemente, y lo hace en medio de las tareas y actividades de cada día; solo hace falta que aprendamos a escucharle.
Hay casos que, en el fondo de nuestra conciencia, sabemos que algo no hemos hecho bien. En otras ocasiones será lo que hemos dejado de hacer, por pereza, comodidad, etc.; o hemos acabado deprisa y corriendo, de cualquier manera. Otras veces puede ser el mal carácter con el prójimo, o juicios duros sobre los defectos ajenos, ola envidia.., o mil cosas más.   
En esos momentos nos habla Dios, suavemente, allá en lo remoto del corazón. También escuchamos su voz, de modo más positivo y alentador, por ejemplo, en la lectura del Evangelio o de algún libro que nos remueve el alma. Las personas que nos rodean pueden ser, igualmente, altavoces de Dios: su buen ejemplo, sus palabras acertadas, su paciencia, etc. En definitiva, los acontecimientos de la vida encierran siempre un mensaje espiritual, si aprendemos a entender- los bien: una enfermedad, el sufrimiento o la muerte de una persona querida,querida, la "casualidad"... Cuando miramos todo esto con visión de fe, escuchamos lavoz de Dios que nos pide paciencia, comprensión, generosidad, sacrificio, etc.   
El Señor añade: "Las ovejas le siguen porque conocen su voz". Quien se "entrena" en escuchar la voz de Dios, como hemos    dicho, le será fácil seguir a Cristo, aunque el camino sea -a veces- empinado. Él le dará las fuerzas necesarias para no desfallecer en el empeño. Es más, aprenderá "a sacar, de las caídas, impulso: de la muerte, vida" .Pues, como concluye hoy Jesús su parábola: "Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia". Es cuestión de escuchar a Dios en el silencio del alma-
PALABRA -Manuel Ordeig-  
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