Domingo 6º del Tiempo Ordinario B


Como dijimos al comenzar este año litúrgico, las lecturas
dominicales siguen el Evangelio de San Marcos. En su primer capítulo relata los inicios de la predicación de Jesús por Galilea y el fervor popular que levantaba. Concluye este capítulo con el episodio del leproso.
Un hombre que padecía lepra se acercó a Jesús, se postró de rodillas, y le dijo: "Si quieres, puedes limpiarme". Y el Señor, sintiendo lástima de él, le curó tocándole sencillamente con la mano. Luego le envió a presentarse al sacerdote.
No diréis que no es admirable todo el pasaje: la fe del leproso, su seguridad y confianza en Jesús; los sentimientos del Señor; su poder extraordinario; la humildad para cumplir lo
que la Ley establecía sobre esa enfermedad; la recomendación de discreción; etc. Os enumero estos detalles para daros a entender la necesidad que tenemos los cristianos, -todos, fieles y pastores- de leer el Evangelio; aprendiendo a sacar de él enseñanzas positivas para nuestra vida, material y espiritual. No debería pasar día sin que leyéramos algún pasaje y lo meditáramos un tiempo. Del episodio del leproso, puedes sacar para tu vida el ejemplo de fe de aquel hombre. Vive en despoblado pero ha oído hablar del Maestro de Nazaret y sale a su encuentro. No se lo permite la Ley, pero él está seguro de que si llega hasta Jesús, le sanará. Esta seguridad de su fe es tal, que supera todos los obstáculos. Y el milagro se realiza, por el poder de Cristo pero también por la fe del enfermo. Ahora te pregunto: ¿es tu fe tan firme como la del leproso?
Pero de la meditación de este Evangelio sacaremos algo todavía más provechoso. ¿Qué es ese algo? Si nos fijamos en sus detalles, el texto nos enseña a conocer personalmente a Jesucristo; a "descubrir" cómo era Jesús: el tono de sus respuestas, sus sentimientos interiores... En otros casos intuiremos cómo eran sus miradas, cuánto quería a sus discípulos y a sus amigos, su delicadeza con los niños y los ancianos, etc.
A alguno pueden parecerle difíciles estos "descubrimientos", pero es solo porque siempre ha leído el Evangelio deprisa. Hay que leerlo despacio y repetidas veces. Cada vez que se lee el mismo pasaje, se descubren novedades inadvertidas hasta el momento.
Ante el leproso, el Señor se conmueve: "Sintió lastima' ¡ Cristo es muy humano! Con frecuencia pensamos en Dios como el Ser Supremo, Creador ylej ano, situado allá en lo alto de más excelso podio. Y es un error grave. En Jesucristo, Dios se ha acercado abs hombres para compartir nuestra vida: nuestras dificultades, nuestros dolores. Dios sabe lo que es compadecerse, porque Cristo tuvo compasión innumerables veces. Dios sabe lo que es sufrir, porque Cristo sufrió, y mucho. Dios sabe lo que es amar con corazón humano, porque Cristo amó, y mucho. PALABRA — Manuel Ordeig
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