¿Tienes una llamada? Escuche, discernimiento y vive la llamada del Señor.

El IV domingo de Pascua, 22 de Abril, conocido como el domingo del “Buen Pastor”, la Iglesia española celebra  la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones bajo el lema "Tienes una llamada".

Una Jornada que busca mover la llamada vocacional entre los jóvenes, y la oración de toda la Iglesia para el nacimiento de nuevas vocaciones y la consolidación de las ya existentes. Se trata de vocaciones de especial consagración, a la vida sacerdotal y la vida religiosa.

Como afirma el Papa Francisco en su mensaje de esta Jornada: "No vivimos inmersos  en  la  casualidad,  ni  somos  arrastrados  por  una  serie  de  acontecimientos desordenados, sino que nuestra vida y nuestra presencia en el mundo son fruto de una vocación divina".

También en estos tiempos inquietos en que vivimos, el misterio de la Encarnación nos recuerda que Dios siempre nos sale al encuentroy es el Dios-con-nosotros, que pasa por los caminos a veces polvorientos de nuestra vida y, conociendo nuestra ardiente nostalgia de amor y felicidad, nos llama a la alegría. En la diversidad y la especificidad de cada vocación, personal y eclesial, se necesita escuchar, discernir y vivir esta  palabra  que  nos  llama  desde  lo  alto  y  que,  a la vez que nos permite hacer fructificar nuestros talentos, nos hace también instrumentos de salvación en el mundo y nos orienta a la plena felicidad.

Estos tres aspectos —escucha, discernimiento,  y vida— encuadran también el comienzo de la misión de Jesús, quien, después de los días de oración y de lucha en el desierto, va a su sinagoga de Nazaret, y allí se pone a la escucha de la Palabra, discierne el contenido de la misión que el Padre le ha  confiado y anuncia que ha venido a realizarla «hoy» (cf. Lc  4, 16-21).

Escuchar
La llamada del Señor —cabe decir— no es tan evidente como todo aquello  que  podemos  oír,  ver  o  tocar  en  nuestra  experiencia  cotidiana.  Dios  viene  de  modo  silencioso  y  discreto,  sin  imponerse  a nuestra libertad. Así puede ocurrir que su voz quede silenciada por las numerosas preocupaciones y tensiones que llenan nuestra mente y nuestro corazón.

Es  necesario  entonces  prepararse  para  escuchar  con  profundidad su Palabra y la vida, prestar atención a los detalles de nuestra vida diaria,  aprender  a  leer  los  acontecimientos  con  los  ojos  de  la  fe,  y mantenerse abiertos a las sorpresas del Espíritu.

Si permanecemos encerrados en nosotros mismos, en nuestras costumbres  y  en  la  apatía  de  quien  desperdicia  su  vida  en  el  círculo restringido  del  propio  yo,  no  podremos  descubrir  la  llamada  especial y personal que Dios ha pensado para nosotros, perderemos la oportunidad de soñar a lo grande y de convertirnos en protagonistas de la historia única y original que Dios quiere escribir con nosotros.También Jesús fue llamado y enviado; para ello tuvo que, en silencio, escuchar y leer la Palabra en la sinagoga y así, con la luz y la fuerza del Espíritu Santo, pudo descubrir plenamente su significado, referido a su propia persona y a la historia del pueblo de Israel.

Esta actitud es hoy cada vez más difícil, inmersos como estamos en una sociedad ruidosa, en el delirio de la abundancia de estímulos y de información que llenan nuestras jornadas. Al ruido exterior, que a  veces  domina  nuestras  ciudades  y  nuestros  barrios,  corresponde a menudo una dispersión y confusión interior, que no nos permite detenernos, saborear el gusto de la contemplación, reflexionar con serenidad sobre los acontecimientos de nuestra vida y llevar a cabo un  fecundo  discernimiento,  confiados  en  el  diligente  designio  de Dios para nosotros.

Como sabemos, el Reino de Dios llega sin hacer ruido y sin llamar la atención (cf. Lc  17, 21), y solo podemos percibir sus signos cuando, al  igual  que  el  profeta  Elías,  sabemos  entrar  en  las  profundidades de nuestro espíritu, dejando que se abra al imperceptible soplo de la brisa divina (cf.
1 Re  19, 11-13).

Discernir
Jesús, leyendo en la sinagoga de Nazaret el pasaje del profeta Isaías, discierne  el  contenido  de  la  misión  para  la  que  fue  enviado  y  lo anuncia a los que esperaban al Mesías: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor» (Lc  4, 18-19).

Del  mismo  modo,  cada  uno  de  nosotros  puede  descubrir  su  propia vocación solo mediante el discernimiento espiritual, un «proceso por el cual la persona llega a realizar, en el diálogo con el Señor y escu -JMOV y Jornada de Vocaciones Nativas 2018 escuchando  la  voz  del  Espíritu,  las  elecciones  fundamentales,  empezando por la del estado de vida» (Sínodo de los Obispos, XV Asamblea General Ordinaria, Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional , II, 2).

Descubrimos, en particular, que la vocación cristiana siempre tiene una dimensión profética. Como nos enseña la Escritura, los profetas son enviados al pueblo en situaciones de gran precariedad material y  de  crisis  espiritual  y  moral,  para  dirigir  palabras  de  conversión, de  esperanza  y  de  consuelo  en  nombre  de  Dios.  Como  un  viento que  levanta  el  polvo,  el  profeta  sacude  la  falsa  tranquilidad  de  la conciencia que ha olvidado la Palabra del Señor, discierne los acontecimientos a la luz de la promesa de Dios y ayuda al pueblo a distinguir las señales de la aurora en las tinieblas de la historia.

También hoy tenemos mucha necesidad del discernimiento y de la profecía; de superar las tentaciones de la ideología y del fatalismo y descubrir, en la relación con el Señor, los lugares, los instrumentos
y las situaciones a través de las cuales él nos llama. Todo cristiano debería desarrollar la capacidad de «leer desde dentro» la vida e intuir hacia dónde y qué  es lo que el Señor le pide para ser continuador
de su misión.

Vivir
Por  último,  Jesús  anuncia  la  novedad  del  momento  presente,  que entusiasmará a muchos y endurecerá a otros: el tiempo se ha cumplido y el Mesías anunciado por Isaías es él, ungido para liberar a los  prisioneros,  devolver  la  vista  a  los  ciegos  y  proclamar  el  amor misericordioso de Dios a toda criatura. Precisamente «hoy —afirma Jesús— se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír» (Lc  4, 20).

La alegría del Evangelio, que nos abre al encuentro con Dios y con los hermanos,  no  puede  esperar  nuestras  lentitudes  y  desidias;  no  llega  a  nosotros  si  permanecemos  asomados  a  la  ventana,  con  la  excusa  de esperar siempre un tiempo más adecuado; tampoco se realiza en nosotros si no asumimos hoy mismo el riesgo de hacer una elección. 

¡La vocación es hoy! ¡La misión cristiana es para el presente! Y cada uno de nosotros está llamado —a la vida laical, en el matrimonio; a la sacerdotal, en el ministerio ordenado, o a la de especial consagración— a convertirse en testigo del Señor, aquí y ahora.

Este «hoy» proclamado por Jesús nos da la seguridad de que Dios, en efecto, sigue «bajando» para salvar a esta humanidad nuestra y hacernos  partícipes  de  su  misión.  El  Señor  nos  sigue  llamando  a  vivir  con  él  y  a  seguirlo  en  una  relación  de  especial  cercanía,  directamente  a  su  servicio.  Y  si  nos  hace  entender  que  nos  llama  a consagrarnos  totalmente  a  su  Reino,  no  debemos  tener  miedo.  Es hermoso —y es una gracia inmensa— estar consagrados a Dios y al
servicio de los hermanos, totalmente y para siempre.

El Señor sigue llamando hoy para que le sigan. No podemos esperar a ser perfectos para responder con nuestro generoso «aquí estoy», ni asustarnos de nuestros límites y de nuestros pecados, sino escuchar su voz con corazón abierto, discernir nuestra misión personal en la Iglesia y en el mundo, y vivirla en el hoy que Dios nos da.

María santísima, la joven muchacha de periferia que escuchó, acogió y vivió la Palabra de Dios hecha carne, nos proteja y nos acompañe siempre en nuestro camino.

En cifras
Según datos de la CEE la Iglesia española cuenta con 18.576 sacerdotes diocesanos y  55.367 religiosos (incluidos sacerdotes) y religiosas. También hay que destacar los monjes y monjas de clausura que suman 9.154.

Actualmente en los seminarios mayores en España hay  1.263 aspirantes al sacerdocio, 16 más que en el curso anterior (1.247), lo que supone un aumento del 1,3%.  Por su parte, los seminarios menores cuentan este curso con  316 nuevos alumnos, lo que supone un 10% más que en el año anterior.

En cuanto a los datos aportados por CONFER –que engloba a todas las congregaciones e institutos religiosos de vida apostólica-, actualmente hay 407 instituciones, con 40.213 religiosos y religiosas (el 75,7% son mujeres). De ellos, hay 1.215 están en formación (con votos temporales o novicios).

Enlaces Parroquiales

Parroquia San Gines de Padriñan. Comunidad Parroquial.

"TRANSFORMANDO EL MUNDO HACIENDO IGLESIA"