Los jóvenes estamos de actualidad.

Pero esta vez no porque haya salido un nuevo informe sobre  nuestros hábitos de consumo de alcohol o drogas; ni porque se hable de nuestra dejadez, falta de interés o de cualquiera de nuestros malos hábitos que, con mucha querencia por parte de los medios de comunicación, se convierten frecuentemente en noticia.


Estamos en la cresta de la ola informativa porque la Iglesia quiere escucharnos para tratarnos con la importancia que nos merecemos. Son muchas las voces que dentro de la comunidad de fieles se han alzado para llamar la atención sobre la gran riqueza que suponemos para nuestros pueblos, en particular, y para toda la humanidad, en general. Riqueza que se refleja en nuestra alegría, esperanza y capacidad de soñar y de mostrar sensibilidad y solidaridad ante quienes sufren y lo están pasando mal. Cualidades todas ellas que no se pueden comprar con dinero y que residen más en el ser que en el tener.

La Iglesia, y con ella el papa Francisco a la cabeza, nos quieren tomar en serio y, por eso, el próximo Sínodo de los Obispos que se va a celebrar en octubre lo van a dedicar a nosotros. Previamente, del 19 al 24 de marzo, se ha tenido una reunión pre-sinodal preparatoria. Y conviene aclarar que no solo es un Sínodo "sobre" los jóvenes, sino, sobre todo, "para" los jóvenes. Por eso, se nos ha pedido dejar la vergüenza y hablar con valentía, para escuchar nuestras voces sin filtros distorsionadores.

Jesús fue un joven que arriesgó, hasta el punto de entregar su vida por salvar al otro; tanto al que le quería como al que le odiaba y deseaba su muerte. Fue un joven que no cayó ante la adversidad, que vino a anunciar la Buena Nueva de un Reino de Dios en el que quería implicar a toda la humanidad, que denunció la injustica del poderoso, que fue voz del que no la tenía, que se mostró misericordioso con el que más lo necesitaba, que amó y perdonó, y que proclamó las Bienaventuranzas de los  descartados: los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, los perseguidos, los que trabajan por la paz. El resultado final está por ver y depende de nosotros, pero, entre tanto, Jesús marcó a toda la humanidad y a nadie dejó indiferente.

Al igual que el joven Jesús está en el centro de la catolicidad y de nuestra existencia, la Iglesia quiere que nosotros, los jóvenes, nos situemos en el centro de su ser, como fuerza renovadora que arriesga, aun frente al peligro de equivocarse; jóvenes que viven con entusiasmo su fe para darse a los demás.



Fuente: Supergesto.

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