Domingo I del Tiempo Ordinario C. "Bautismo del Señor"

La Iglesia celebra hoy el Bautismo del Señor; con esta fiesta se cierra el tiempo litúrgico de Navidad. Los textos evangélicos nos hablan de un nuevo comienzo. Al igual que el Bautismo es el inicio de la
vida cristiana, Jesús inicia -con el Bautismo- su vida pública: una etapa caracterizada por su predicación y los milagros que la acompañaban.


También nosotros comenzamos un tiempo litúrgico largo, llamado "tiempo ordinario' que es un símbolo de nuestra vida de cada día Días iguales, que se suceden sin especiales acontecimientos, pero en los que la gracia de Dios va actuando en cada uno -poco apoco-, acercándonos a Él, nuestro destino final.

Para ese adelanto hacia Dios, necesitamos lo mismo que Jesús: ser investidos del Espíritu Santo.
En su bautismo, Cristo fue ungido por el Espíritu, como narra el Evangelio; y de su plenitud hemos de recibir, también nosotros, al Espíritu Santo. "Yo os bautizo con agua -decía Juan el Bautista-,-pero viene el que puede más que yo... Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego".

Ese fuego del Espíritu Santo es lo necesita nuestra debilidad para convertirse en fortaleza, lo que necesitan nuestros egoís mos para transformarse en generosidad; lo que necesita nuestra poca fe para ser como la de los grandes mártires y santos. Aquellos hombres y mujeres no eran "especiales" o diferentes a nosotros; simplemente, estaban llenos del Espíritu Santo. También vosotros y yo hemos
recibido al Espíritu Santo, en el bautismo y cada vez que acudimos a un sacramento, pero quizá se manifiesta poco en nuestra vida diaria: en ese "tiempo ordinario" que forma la sucesión de nuestras jornadas. ¿Qué hacer para que su acción predomine en vuestra vida y en la mía? Se trata de una
pregunta muy importante, vinculada a la que le sigue: ¿cómo desea Dios que sea mi vida y con qué energías cuento para lograrlo? Preguntas que yo no puedo responder; ha de ser cada uno y cada una quien se lo plantee en el fondo de su conciencia, e intente responderse.
Debes hablarlo con Dios: pedirle al Espíritu Santo luz para conocer el camino y fuerza para recorrerlo.

Ambos extremos son necesarios. Un ejemplo: has sufrido algún tipo de desdén o menosprecio... Si rezas, el Espíritu Santo te hará entender que debes perdonar y olvidar, pero no es nada fácil; tanto como la luz en el entendimiento, necesitas la gracia de Dios en la voluntad, para superar las barreras
que se oponen a ese buen deseo.

Como Jesús que, "ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, pasó haciendo el bien y curando a todos, porque Dios estaba con Él". Así vosotros y yo, si tenemos a Dios con nosotros -al Espíritu Santo-, pasaremos por esta vida haciendo el bien en la medida que nos sea posible.

Enlaces Parroquiales

Parroquia San Gines de Padriñan. Comunidad Parroquial.

"TRANSFORMANDO EL MUNDO HACIENDO IGLESIA"