Domingo II de Cuaresma C. "Camino hacia la Pascua".

El Señor nos ha llamada a reunirnos con él en el domingo, día memorial de la resurrección. Como  hizo en otro tiempo con Santiago, Pedro y Juan, conduciéndonos por la cuaresma hacia la pascua, nos lleva a la montaña alta que es la liturgia para manifestar su salvación a través de los signos y de los símbolos que principalmente son la reunión de la Iglesia, la proclamación de la Palabra, y la celebración de la Eucaristía.
En ellos el rostro de Jesús se nos revela a los ojos de la fe como el  mesías sufriente que da su vida por nosotros y el Señor vencedor de la muerte.

Celebremos con los hermanos la obra de nuestra redención y sintamos con el salmo que es hermoso reunirse en el amor de los hermanos porque que ¡bien se está aquí! en la fiesta de la vida y del  perdón.

Acto penitencial
— Tú. que borras nuestras culpas: Señor, ten piedad.
— Tú. que creas en nosotros un corazón puro: Cristo, ten piedad.
— Tú. que nos devuelves la alegría de la salvación: Señor, ten piedad.

Oración colecta
OH, Dios, que nos has mandado escuchar a tu Hijo amado, alimenta nuestro espíritu con tu palabra; para que, con mirada limpia, contemplemos gozosos la gloria de tu rostro. Por nuestro Señor Jesucristo.

Lectura del libro del Génesis. Gén 15, 5-12. 17-18
EN aquellos días, Dios sacó afuera a Abrán y le dijo: «Mira al cielo, y cuenta las estrellas, si puedes contarlas». Y añadió: «Así será tu descendencia». Abrán creyó al Señor y se le contó como justicia. Después le dijo: «Yo soy el Señor que te saqué de Ur de los caldeos, para darte en posesión esta tierra». Él replicó: «Señor Dios, ¿cómo sabré que voy a poseerla?». Respondió el Señor: «Tráeme una
novilla de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón».

Él los trajo y los cortó por el medio, colocando cada mitad frente a la otra, pero no descuartizó las aves. Los buitres bajaban a los cadáveres y Abrán los espantaba. Cuando iba a ponerse el sol, un sueño profundo invadió a Abrán y un terror intenso y oscuro cayó sobre él. El sol se puso y vino la oscuridad; una humareda de horno y una antorcha ardiendo pasaban entre los miembros  descuartizados. Aquel día el Señor concertó alianza con Abrán en estos términos: «A tu descendencia le daré esta tierra, desde el río de Egipto al gran río Éufrates». Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 26, 1bcde. 7-8. 9abcd. 13-14 (R/.: 1a)
R/. El Señor es mi luz y mi salvación.
V/. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R/.
V/. El Señor es mi luz y mi salvación,
V/. Escúchame, Señor, que te llamo; ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro».
Tu rostro buscaré, Señor. R/.
V/. El Señor es mi luz y mi salvación,
V/. No me escondas tu rostro. No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio; no me deseches. R/.
V/. El Señor es mi luz y mi salvación,
V/. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor. R/.
V/. El Señor es mi luz y mi salvación,

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses. Flp 3, 20—4, 1
HERMANOS: Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo.
Así, pues, hermanos míos queridos y añorados, mi alegria y mi corona, manteneos así, en el Señor, queridos. Palabra de Dios.

Versículo antes del Evangelio Cf. Lc 9, 35
En el esplendor de la nube se oyó la voz del Padre: «Este es mi Hijo amado, escuchadlo».

✠ Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
EN aquel tiempo, tomó Jesús a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto del monte para orar. Y,  mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de resplandor. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su éxodo, que él iba a consumar en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros se caían de sueño, pero se espabilaron y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras estos se alejaban de él, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». No sabía lo que decía. Todavía estaba diciendo esto, cuando llegó una nube que los cubrió con su sombra. Se llenaron de temor al entrar en la nube.
Y una voz desde la nube decía: «Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo».
Después de oírse la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por aquellos días,
no contaron a nadie nada de lo que habían visto. Palabra del Señor.

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