“Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niégue a sí mismo, tome su cruz, y me siga” (Marcos 8:34)
A que cruz se refiere Jesús. ¿A la suya…aquel leño cruzado que le pusieron sobre sus hombros hace 2.000 años…camino del calvario y que llevó hasta el “Consumatum est”, en la cima del calvario? A que cruz se refiere. ¿Solo a la cruz de madera?
Creo que, junto a esa cruz, esta también, y más dura, la moral: “Lo que hicisteis a uno de mis hermanos a mí me lo hicisteis…” (Mateo 25,40)
La cruz de Cristo no era sólo el leño que llevó a cuestas y en el que murió. La cruz de Jesús fue, junto a ésa, el dolor de la soledad, las injusticias que sufrió, los insultos que recibió… Los de aquel momento y los de toda la historia. El dolor que siente por lo que yo he hecho mal contra otra persona, o contra mí mismo o contra Él, hoy y ayer, y hasta el fin de los siglos. Sí, la cruz de los crímenes, guerras, odios y rencores, asesinatos y violaciones etc., etc., y la inutilidad de su sacrificio en tantos hombres…Esa es su cruz. Por eso yo soy responsable de la cruz de Jesús y tu eres responsable de la cruz de Jesús.
Y hoy y ahora…mi cruz de cada día, la que tengo que coger para seguirle, no es un leño de madera. Mi cruz es el dolor de la enfermedad, las injusticias que sufro, el cansancio en el trabajo, el dolor que me supone luchar contra la pereza, el esfuerzo por ser generoso -porque me cuesta dar mis cosas-. Mi Cruz es trabajar bien cuando no me apetece. Y saber pisotearme y obedecer cuando no quiero, y…
Mi cruz es el dolor que supone a veces actuar de acuerdo con el amor a Dios, con el amar a los demás -más que a mí mismo- y con el amarme bien a mí mismo para perfeccionarme y no destruirme.
Durante esta cuaresma, Señor, quiero coger mi cruz de cada día porque quiero seguirte. ¡Que sea generoso, Dios mío!
Parroco de la Parroquia San Ginés de Padriñán
