Domingo I de Adviento

Monición de entrada y encendido de la corona de Adviento:
Hoy comenzamos el tiempo de Adviento, el cual nos prepara a recibir al Señor, que viene a nuestro encuentro; una ocasión para vivir con mayor profundidad la cercanía de Dios que nos ama.

Al bendecir esta corona con que inauguramos el tiempo de Adviento, sus luces nos recuerdan que Jesucristo es la luz del mundo; y su color verde significa la vida y la esperanza.
Es, pues, un símbolo de que la luz y la vida triunfarán sobre las tinieblas y la muerte, porque el Hijo de Dios se ha hecho hombre y nos ha dado la verdadera vida.

Y al encender, semana tras semana, los cuatro cirios de la corona, significamos nuestra gradual preparación para recibir la luz de la Navidad.

En el nombre del Padre... El Señor que viene a salvarnos, esté con todos vosotros.
Oremos: La tierra, Señor, se alegra en estos días, y tu Iglesia desborda de gozo ante tu Hijo, el Señor, que se avecina como luz esplendorosa, para iluminar a los que yacemos en las tinieblas de la ignorancia, del dolor y del pecado.

Lleno de esperanza en su venida, tu pueblo ha preparado esta corona con ramos del bosque y la ha adornado con luces. Te pedimos, que mientras se acrecienta cada día el esplendor de esta corona, con nuevas luces, a nosotros nos ilumines con el esplendor de aquel que, por ser la luz del mundo, iluminará todas las oscuridades. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Al encender esta primera vela te pedimos, Señor Jesús, que nos mantengamos despiertos, con las lámparas encendidas, para que cuando llegues en la majestad de tu gloria podamos salir a tu encuentro. Ven pronto, Señor. ¡Ven, Salvador!

Oración colecta: Dios todopoderoso, aviva en tus fieles, al comenzar el Adviento, el deseo de salir al encuentro de Cristo, que viene, acompañados por las buenas obras, para que, colocados un día a su derecha, merezcan poseer el reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo.

VISIÓN de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén. Is 2, 1-5
EN los días futuros estará firme el monte de la casa del Señor, en la cumbre de las montañas, más elevado que las colinas. Hacia él confluirán todas las naciones, caminarán pueblos numerosos y dirán: «Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob. Él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, la palabra del Señor de Jerusalén». Juzgará entre las naciones, será árbitro de pueblos numerosos. De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra. Casa de Jacob, venid; caminemos a la luz del Señor. Palabra de Dios.

Salmo responsorial: Sal 121, 1bc-2. 4-5. 6-7. 8-9 (R/.: cf. 1bc)
V/. Vamos alegres a la casa del Señor.
R/. Vamos alegres a la casa del Señor.
V/. ¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén. R/.
V/. Allá suben las tribus, las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia, en el palacio de David. R/.
V/. Desead la paz a Jerusalén: «Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios». R/.
V/. Por mis her manos y compañeros, voy a decir: La paz contigo».
Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien. R/.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos. Rom 13, 11-14a
HERMANOS: Comportaos reconociendo el momento en que vivís, pues ya es hora de despertaros del sueño, porque ahora la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada, el día está cerca: dejemos, pues, las obras de las tinieblas y pongámonos las armas de la luz. Andemos como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas y borracheras, nada de lujuria y desenfreno, nada de riñas y envidias. Revestíos más bien del Señor
Jesucristo. Palabra de Dios.

Aleluya Sal 84, 8
R/. Aleluya, aleluya, aleluya.
V/. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación. R/.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo. Mt 24, 37-44
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. En los días antes del diluvio, la gente comía y bebía, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: dos hombres estarán en el campo, a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo, a una se la llevarán y a otra la dejarán. Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre». Palabra del Señor.


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