Domingo IV Ordinario A.

Monición de entrada
Bienvenidos hermanos. Hace hoy 40 días, hemos celebrado llenos de gozo, la fiesta del nacimiento del Señor. Dios se encarna en uno como nosotros.

Entonces le reconocimos como la luz que ilumina a todas las naciones. Celebramos por ello la fiesta de La Presentación de Jesús en el Templo. Fue presentado no sólo para cumplir la ley, sino sobre todo para encontrarse con el pueblo creyente. Allí Simeón y Ana, impulsados por el Espíritu Santo, reconocieron en aquel niño pequeño al Salvador, venido de parte de Dios para ser Luz de todas las gentes.
De la misma manera, nosotros, congregados con alegría en una sola familia por el Espíritu Santo, vamos a reafirmar así nuestra fe en Jesús, Luz de nuestras vidas.
Y que sintamos con fuerza la llamada que Él nos dirige para que ayudemos a que todas las personas puedan encontrar la luz que necesitan en sus vidas. (Nosotros vamos a bendecir la luz de estas candelas que tenemos en nuestras manos y, con ello, vamos a acoger el Testigo que se nos ofrece. Que estas candelas sean Signo de nuestro deseo de vivir nuestro compromiso de creyentes). Que la Eucaristía nos ayude a descubrirle como Luz y que seamos luz para los demás.

(Con la Bendición de candelas se suprime el acto penitencial)

Oración colecta
SEÑOR, Dios nuestro, concédenos adorarte con toda el alma amar a todos los hombres con afecto espiritual. Por nuestro Señor Jesucristo.

Lectura de la profecía de Sofonías. Sof 2, 3; 3, 12-13
BUSCAD al Señor los humildes de la tierra, los que practican su derecho, buscad la justicia, buscad la humildad, quizá podáis resguardaros el día de la ira del Señor. Dejaré en ti un resto, un pueblo humilde y pobre que buscará refugio en el nombre del Señor. El resto de Israel no hará más el mal, no mentirá ni habrá engaño en su boca. Pastarán y descansarán, y no habrá quien los inquiete. Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 145, 6c-7. 8-9a. 9bc-10 (R/.: Mt 5, 3)
V/. Bienaventurados los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.
R/. Bienaventurados los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.
V/. El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente, hace justicia a los oprimidos,
da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos. R/.
V/. El Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos. El Señor guarda a los peregrinos. R/.
V/. Sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente, tu Dios, Sion, de edad en edad. R/.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios. 1 Cor 1, 26-31
FIJAOS en vuestra asamblea, her manos: no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas; sino que, lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar lo poderoso. Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor. A él se debe que vosotros estéis en Cristo Jesús, el cual se ha hecho para nosotros sabiduría de parte de Dios, justicia, santificación y redención. Y así —como está escrito—: «el que se gloríe, que se gloríe en el Señor». Palabra de Dios.

Aleluya Mt 5, 12a
R/. Aleluya, aleluya, aleluya.
V/. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. R/.

✠ Lectura del santo Evangelio según san Mateo. Mt 5, 1-12a
EN aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.

Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo». Palabra del Señor.



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