¿Alguna vez nos hemos hecho la pregunta, del por qué procesionamos los católicos la Semana Santa?

Cuando recibí de nuevo este año la invitación de la Cofradía del Nazareno y Santo Sepulcro de Sanxenxo para participar en su boletín informativo me sentí muy honrada, la verdad; y comencé a darle vueltas al tema sobre el que escribir. Espero despertar vuestro interés, al menos tanto como el pasado año.
Os confieso que no fue cosa fácil, pero un viaje a mi adorada Escocia me encendió esa “luz” que necesitamos siempre los que nos disponemos a escribir sobre algo distinto a lo que ya hemos hecho.

De las muchas visitas que hice, me llamó poderosamente la atención cada una de sus iglesias o “KIRK”, ya que en la “Iglesia de Escocia”, (cristiana pero no católica), impera una austeridad importante, reflejada en un orden “incomprensible” para los católicos al saber que no existe jerarquía; y además, aunque son espectaculares construcciones, no tienen cabida las imágenes venerables, como sí en las nuestras.

Conversé en varias ocasiones con sacerdotes presbiterianos, y les llamaba especialmente la atención que celebrásemos nuestras procesiones.

Yo les conté que era una tradición de más de 5 siglos y que lo hacíamos, precisamente, para conservarla como un acto especial de devoción a la “Pasión de Cristo”, y que entre otras cuestiones tenían mucho que ver con las “Cruzadas”.
Volví a casa y me puse a investigar, y espero haberlo hecho como debiera, al haber analizado mucha información. Les cuento.

Las procesiones como tales en España tienen su origen en el Medievo; a lo que posteriormente contribuiría de forma esencial el conocido Concilio de Trento (1545-1563); que aconsejaba la estación pública, destacando la necesidad y ventajas que se derivan del culto a las imágenes como
verdaderas efigies de Jesús y de su Madre, decidiendo que estas Imágenes deben salir a la calle para que todo aquel que por su voluntad no entrase en las Iglesias, al encontrarse con ellas en la calle, pudiese elevar su pensamiento al momento de la Pasión de Nuestro Señor, en las imágenes que ello representa.

Pero esas imágenes no podrían salir a la calle sin la actividad de las Hermandades o Cofradías como la vuestra, y también en este caso nos vamos al comienzo de todo, a la Baja Edad Media.

En esa época de la Historia es cuando las Hermandades empiezan a tomar forma. Quiero destacar que los inicios de las mismas fueron laicos, ya que nacían como asociaciones gremiales de vecindad, de práctica confesional (católicos, judeo-cristianos, moriscos, etc.), o de actividades sociales comunes para atender preferentemente necesidades ante la enfermedad, la alimentación, la ayuda a las viudas y familias de sus miembros, o también otras como la asistencia en la muerte.

Todavía la denominación popular hace referencia a estos orígenes en varias de ellas. Les pongo un ejemplo para una visualización fácil y rápida, y cito das de Sevilla, como la de los panaderos, de los negritos, de los gitanos...  Pero sin ir más lejos, y en Pontevedra, sigue procesionando la “Cofradía do Corpa Santo”, íntimamente ligada al Gremio de Mareantes, y aun hoy en día conservan las indumentarias tradicionales. Algunas de estas Hermandades derivaron posteriormente en asociaciones religiosas, motivadas por los dictámenes del Concilio de Trento (Sesión XXV, del 4 de diciembre de 1563. “La invocación, veneración y reliquias de los santos y de las “sagradas imágenes”, además de por la llegada a Europa de múltiples reliquias traídas por los “cruzados” y peregrinos que volvían de Tierra Santa”.

Y así comenzaba todo lo que ha evolucionado hasta llegar a nuestros días; ya que antes de que llegasen las imágenes, las cofradías surgieron en torno a las reliquias más valiosas, las de la Pasión. Había miles repartidas por toda Europa: fragmentos de la cruz, verónicas, espinas de la corona, santos cálices… y hasta la lanza con la que Longino atravesó el costado de Jesús cuando se encontraba clavado en el Gólgota.

Durante toda la Edad Media el tráfico de reliquias fue muy intenso. Muchas eran simples copias de las que los peregrinos y “cruzados” traían de sus viajes a Tierra Santa, pero, falsas o verdaderas, el hecho es que la presencia de estas reliquias unida a las cofradías de penitentes dio lugar al germen de lo que hoy entendemos como procesiones de Semana Santa.

Del siglo XV también hemos heredado el “Vía Crucis”, que es la forma básica de cualquier estación de penitencia, apareció a mediados del siglo XV en el sur de España; gracias al fraile dominico, el Beato Álvaro de Córdoba, que peregrinó a Tierra Santa donde observó que los franciscanos procesionaban entre rezos por el camino que recorrió Jesús con la “Cruz” a la espalda. A su vuelta se le ocurrió hacer lo mismo en el convento de la orden; y no tardaría en salir de los muros del monasterio, lo que se fue extendiendo por toda Europa a lo largo del siglo XVI.

Al principio (con los datos que manejo), y en especial las procesiones del siglo XV eran muy sobrias y salían solo durante la madrugada del Jueves al Viernes Santo. De ahí, por ejemplo, la fama de la “madrugá” sevillana (nada que ver entonces con la majestuosidad); pero también existen manifestaciones de origen teatral convertidas en religiosas a lo largo y ancho de nuestra geografía española, y ello se producía ante la necesidad de dar a conocer al pueblo la liturgia que hasta entonces sólo se predicaba en las iglesias y en latín. La lengua culta que no hablaban las personas le dificultaba el acceso al conocimiento de la misma, y entonces, las procesiones se transformaron en este tipo de representaciones (no me malinterpreten, por favor), con el objetivo de llegar a toda la ciudadanía, incluso a los laicos.

Pues precisamente, por conservar estas tradiciones de visibilizar la devoción a la Pascua de los cristianos, llegaron hasta nuestros días las procesiones; que sin ser únicas en nuestro
credo, las católicas en la Semana Santa española tienen una estética artística sin igual, debido al sacrificio espiritual y material de las innumerables Hermandades y Cofradías que existieron y existen a lo largo y ancho de nuestra geografía, y que han apostado por dar “cuerpo” a las distintas imágenes que devocionan, representando a todos los personajes bíblicos que fueron actores principales en la “Pasión y Resurrección de Jesucristo Nuestro Señor”.

En una época falta de valores y en donde parece fuera de lugar, (visto así por algunos sectores sociales irrespetuosos), yo confío en la unidad de la Fe de los católicos y que así siga imperando la unidad en torno a la celebración de nuestras procesiones, en especial a las que dedico este escrito, las de Semana Santa.

De nuevo gracias inmensas a la “Cofradía del Nazareno y Santo Sepulcro” de Sanxenxo por haber pensado en mi humilde persona para escribir un artículo indagando en mucha documentación contrastada, para intentar contar el origen y el por qué procesionamos, concretamente, los católicos; pregunta que me había hecho a mí misma muchas veces, y que a través de la oportunidad que me habéis dado, al menos yo, ya tengo la idea.


Dña. Rosanna López Salgueiro
Politóloga, investigadora, articulista y escritora

Fuente: Revista Nazarenus 2020.

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