Domingo II de Cuaresma A."Tu rostro buscaremos, Señor".

Monición de entrada
Hoy, segundo domingo de Cuaresma, el mismo Dios nos dice por boca de su profeta: «Buscad mi rostro». Nuestra respuesta será la que el mismo profeta pone en nuestros labios: «Tu rostro buscaremos, Señor». En nuestro camino cuaresmal hacia la Pascua también nosotros necesitamos vivir la experiencia gozosa de los tres discípulos de Cristo en la cumbre del Tabor.

Acto penitencial
- Luz del mundo, vencedor de las tinieblas y del pecado: Señor, ten piedad. R.
- Hijo de Dios, manifestado en la carne y justificado en el Espíritu: Cristo, ten piedad. R.
- Hijo predilecto, resplandor de la gloria del Padre: Señor, ten piedad. R

Oración colecta
OH, Dios, que nos has mandado escuchar a tu Hijo amado, alimenta nuestro espíritu con tu palabra; para que, con mirada limpia, contemplemos gozosos la gloria de tu rostro. Por nuestro Señor Jesucristo.

Lectura del libro del Génesis. Gén 12, 1-4ª
EN aquellos días, el Señor dijo a Abran: «Sal de tu tierra, de tu patria, y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré. Haré de ti una gran nación, te bendeciré, haré famoso tu nombre y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan, y en ti serán benditas todas las familias de la tierra”. Abran marchó, como le había dicho el Señor. Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 32, 4-5. 18-19. 20 y 22 (R/.: 22)
V/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
V/. La palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra. R/.
V/. Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,  en los que esperan su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.
V/. Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo.
 Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. R/.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo. 2 Tim 1, 8b-10
QUERIDO hermano: Toma parte en los padecimientos por el Evangelio, según la fuerza de Dios. Él nos salvó y nos llamó con una vocación santa, no por nuestras obras, sino según su designio y según la gracia que nos dio en Cristo Jesús desde antes de los siglos, la cual se ha manifestado ahora por la aparición de nuestro Salvador, Cristo Jesús, que destruyó la muerte e hizo brillar la vida y la inmortalidad por medio del Evangelio. Palabra de Dios. Cf. Lc 9, 35 En el esplendor de la nube se oyó la voz del Padre:  «Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo».

✠ Lectura del santo Evangelio según san Mateo. Mt 17, 1-9
EN aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y subió con ellos aparte a un monte alto. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. De repente se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y una voz desde la nube decía: «Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo». Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: «Levantaos, no temáis». Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban del monte, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos». Palabra del Señor.


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