Domingo XII del T. Ordinario. "No tengamos miedo, confiemos en Dios".

Monición de entrada
Cristo se entregó por nosotros en la cruz, una vez para siempre. En la eucaristía hacemos memoria de esa entrega, que llamamos también sacrificio. Por él han sido vencidos el pecado y la muerte. Así que no tengamos miedo, confiemos en Dios, que nos escucha en su gran misericordia, y el renovará nuestro corazón.

Acto de contrición
Tú, que has sido probado, como nosotros: R/. Señor ten piedad.
Tú, que has dado tu vida en rescate por todos: R/. Cristo ten piedad.
Tú, que eres nuestro abogado ante el Padre: R/. Señor ten piedad.

Oración colecta
CONCÉDENOS tener siempre, Señor, respeto y amor a tu santo nombre, porque jamás dejas de dirigir a quienes estableces en el sólido fundamento de tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo.

Lectura del libro de Jeremías. Jer 20, 10-13
DIJO Jeremías: Oía la acusación de la gente: «“Pavor-en-torno”, delatadlo, vamos a delatarlo». Mis amigos acechaban mi traspié: «A ver si, engañado, lo sometemos y podemos vengarnos de él». Pero el Señor es mi fuerte defensor: me persiguen, pero tropiezan impotentes. Acabarán avergonzados de su fracaso, con sonrojo eterno que no se olvidará. Señor del universo, que examinas al honrado y sondeas las entrañas y el corazón, ¡que yo vea tu venganza sobre ellos, pues te he encomendado mi causa! Cantad al Señor, alabad al Señor, que libera la vida del pobre de las manos de gente perversa. Palabra de Dios.

Salmo responsorial
Sal 68, 8.10.14 y 17.33-35 (R/.: 14c)
Señor, que me escuche tu gran bondad.
V/. Señor, que me escuche tu gran bondad.
R/. Señor, que me escuche tu gran bondad.
V/. Por ti he aguantado afrentas, la vergüenza cubrió mi rostro.
Soy un extraño para mis hermanos, un extranjero para los hijos de mi madre.
Porque me devora el celo de tu templo,
y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí. R/.
V/. Pero mi oración se dirige a ti, Señor, el día de tu favor;
que me escuche tu gran bondad, que tu fidelidad me ayude.
Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia;
por tu gran compasión, vuélvete hacia mí. R/.
V/. Miradlo, los humildes, y alegraos; buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres, no desprecia a sus cautivos.
Alábenlo el cielo y la tierra, las aguas y cuanto bulle en ellas. R/.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos. Rom 5, 12-15
HERMANOS: Lo mismo que por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte se propagó a todos los hombres, porque todos pecaron. Pues, hasta que llegó la ley había pecado en el mundo, pero el pecado no se imputaba porque no había ley. Pese a todo, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso sobre los que no habían pecado con una transgresión como la de Adán, que era figura del que tenía que venir. Sin embargo, no hay proporción entre el delito y el don: si por el delito de uno solo murieron todos, con mayor razón la gracia de Dios y el don otorgado en virtud de un hombre, Jesucristo, se han desbordado sobre todos.
Palabra de Dios.

Aleluya Jn 15, 26b-27a
R/. Aleluya, aleluya, aleluya.
V/. El Espíritu de la verdad dará testimonio de mí -dice el Señor-;
y vosotros daréis testimonio. R/.

✠ Lectura del santo Evangelio según san Mateo. Mt 10, 26-33
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay encubierto, que no llegue a descubrirse; ni nada hay escondido, que no llegue a saberse. Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz, y lo que os digo al oído, pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No; temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la “gehenna”. ¿No se venden un par de gorriones por un céntimo? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo: valéis más vosotros que muchos gorriones. A quien se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los cielos». Palabra del Señor.

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