Escribe el Párroco: "El gorrión no miente, ¿y el hombre?"

Jesús nos habla del fundamento de la verdadera libertad. Es una característica de la persona bien formada. “En efecto, bien se puede decir que un indicador de la calidad de la formación de una persona es precisamente su capacidad de integrar los distintos sucesos y cambios por los que atraviesa a lo largo del tiempo en los principios que ha asumido como determinantes de su propia existencia”. (Jesús Diéguez, en Formar personas libres, pg. 9, 2019).

El respeto humano, el miedo a lo que dirán y similares, nos impiden la adhesión plena a la verdad. La verdadera libertad brota de vencer esos miedos. Liberarnos de la tiranía de las apariencias, de las opiniones mayoritarias, de lo políticamente correcto, de las modas y estilos del momento, porque la verdad, al fin, aparecerá con toda su belleza sencillez e inmediatez, y quedaremos en evidencia, al descubierto:  “nada hay encubierto, que no llegue a descubrirse; ni nada hay escondido, que no llegue a saberse”.

Solo la verdad nos hará libres”, no la mentira ni la dejación, ni la acomodación a la opinión mayoritaria. Debemos mantener nuestros principios y valores con humildad, con respeto, pero también con valentía y coraje.

Medios para luchar: lo enseña Jesús: “Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz, y lo que os digo al oído, pregonadlo desde la azotea”.

Es decir, que solo debemos adherirnos fuertemente a la Palabra de Dios, para que ella sea el verdadero norte y criterio de discernimiento sobre todos las mentiras, medias verdades, modas, opiniones, estilos etc. de este mundo.

No dejar la Palabra relegada a la vida privada sino tener la valentía de informar con ella nuestra vida publica en todas las circunstancias de nuestra historia personal.

Esta actitud valiente, supone contradicción y a veces fuerte, e incluso desprecios persecución y muerte. El Señor así lo experimento y nos anima a nosotros a no tener “miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma”. Por el contrario, nos pone en guardia contra el “que puede llevar a la perdición alma y cuerpo”.

Al que hay que temer es al Demonio que trabaja incansablemente sembrando la mentira– el es el padre de la mentira– en el mundo de la política, los negocios, en la vida social y en la vida familiar. Su meta es que aceptemos los criterios mundanos y vayamos con la corriente; si no luchamos, podemos poner en riesgo nuestra esperanza eterna.

Y, ¿podremos vencer en esta batalla divina? Pues claro que si. Pero no nosotros solos. “Todo lo puedo en aquel que me conforta”. Es El quien sostiene nuestra fidelidad a la Verdad en me- dio de tanta oposición. Tenemos la seguridad de que El esta con nosotros, porque “hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados”.

Dios esta con este pequeño rebaño que es la Iglesia, que somos los cristianos, que con su gracia, nos empeñados en ser “sal y luz del mundo”, como El nos pidió.

+Monseñor Don Samuel G. T.
Párroco de San Ginés de Padriñán


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