Domingo XVII del T. Ordinario.

Monición de entrada
Nuestra sencilla comunidad que se reúne cada domingo es el memorial perpetuo del misterio de Cristo muerto y resucitado, es el signo visible de lo que somos y seremos. En la eucaristía se esconde el tesoro del reino de los cielos, que ya hemos descubierto y en el que vamos penetrando, sin llegar nunca en esta vida a conocerlo del todo.

Acto penitencial
Del Señor procede todo bien; por eso, al comienzo de nuestra celebración, pedimos perdón a Dios de nuestros pecados.
- Tú, sabiduría de Dios que nos muestras el camino del bien:
R/. Señor, ten piedad.
- Tú, nuestro lote y heredad: R/. Cristo, ten piedad.
- Tu el Hijo de quien somos imagen, predestinados a ello por Dios.
R/. Señor, ten piedad.

Oración colecta
OH, Dios, protector de los que en ti esperan y sin el que nada es fuerte ni santo; multiplica sobre nosotros tu misericordia, para que, instruidos y guiados por ti, de tal modo nos sirvamos de los bienes pasajeros que podamos adherirnos ya a los eternos.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Lectura del primer libro de los Reyes. 1 Re 3, 5. 7-12
EN aquellos días, el Señor se apareció de noche en sueños a Salomón y le dijo: «Pídeme lo que deseas que te dé». Salomón respondió: «Señor mi Dios: Tú has hecho rey a tu siervo en lugar de David mi padre, pero yo soy un muchacho joven y no sé por dónde empezar o terminar. Tu siervo está en medio de tu pueblo, el que tú te elegiste, un pueblo tan numeroso que no se puede contar ni calcular. Concede, pues, a tu siervo, un corazón atento para juzgar a tu pueblo y discernir entre el bien y el mal. Pues, cierto, ¿quién podrá hacer justicia a este pueblo tuyo tan inmenso?». Agradó al Señor esta súplica de Salomón. Entonces le dijo Dios: «Por haberme pedido esto y no una vida larga o riquezas para ti, por no haberme pedido la vida de tus enemigos sino inteligencia para atender a la justicia, yo obraré según tu palabra: te concedo, pues, un corazón sabio e inteligente, como no ha habido antes de ti ni surgirá otro igual después de ti».
Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 118, 57 y 72. 76-77. 127-128. 129-130 (R/.: 97a)
V/. ¡Cuánto amo tu ley, Señor!
R/. ¡Cuánto amo tu ley, Señor!
V/. Mi porción es el Señor; he resuelto guardar tus palabras.
Más estimo yo la ley de tu boca que miles de monedas de oro y plata. R/.
V/. Que tu bondad me consuele, según la promesa hecha a tu siervo;
cuando me alcance tu compasión, viviré, y tu ley será mi delicia. R/.
V/. Yo amo tus mandatos más que el oro purísimo;
por eso aprecio tus decretos y detesto el camino de la mentira. R/.
V/. Tus preceptos son admirables, por eso los guarda mi alma;
 la explicación de tus palabras ilumina, da inteligencia a los ignorantes. R/.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos. Rom 8, 28-30
HERMANOS: Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien; a los cuales ha llamado conforme a su designio. Porque a los que había conocido de antemano los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó. Palabra de Dios.

Aleluya Cf. Mt 11, 25
R/. Aleluya, aleluya, aleluya.
V/. Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra,
porque has revelado los secretos del reino a la gente sencilla. R/.

✠ Lectura del santo Evangelio según san Mateo. Mt 13, 44-46
EN aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante de perlas finas, que al encontrar una de gran valor se va a vender todo lo que tiene y la compra». Palabra del Señor.

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