El tesoro escondido

Jesús compara el Reino de los Cielos con un tesoro escondido bajo tierra. La reacción del hombre que lo encuentra no parece la más virtuosa, porque oculta su hallazgo al dueño del campo y empeña sus bienes para comprarle el terreno y quedarse con el tesoro. Pero con esta reacción, tan ambiciosa de este personaje, Jesús nos quiere hacer comprender, por contraste, el enorme valor del reino de Dios.

El tesoro por excelencia que debería llenarnos de alegría, de ansia de el y de esfuerzo por conseguirlo, Valdría la pena, ya lo creo, que echáramos un vistazo atrás y examináramos los momentos o circunstancias en los que no hemos comprado el campo donde hemos descubierto el tesoro escondido. Quizás no lo hemos valorado suficientemente. O no hemos puesto los medios suficientes parra resguardarlo y el enemigo picó delante y nos minó el campo.

En realidad, el tesoro del cristiano es Cristo mismo, que nos ofrece su amor y su amistad; por quien vale la pena posponerlo todo en la jerarquía de nuestros afectos e intereses.

San Josemaría explicaba este sentido de la parábola, así: “El tesoro. Imaginad el gozo inmenso del afortunado que lo encuentra.

Se terminaron las estrecheces, las angustias. Vende todo lo que posee y compra aquel campo. Todo su corazón late allí: donde esconde su riqueza”.

Por tanto si nuestro Tesoro es Cristo, debemos desechar todo lo que pueda estar en el negocio de conseguirlo. No importa el precio, ni el tener que contener la euforia, hasta asegurar la compra del campo.

No importa la magnitud del sacrificio, de la Cruz, si encontramos y abrázanos a quien nos da el costo del campo y la fuerza y los medios para seguirlo.

Papa Francisco identificaba también el tesoro del campo con el amor de Jesús: “quien conoce a Jesús, quien lo encuentra personalmente, queda fascinado, atraído por tanta bondad, tanta verdad, tanta belleza, y todo en una gran humildad y sencillez. Buscar a Jesús, encontrar a Jesús: ¡este es el gran tesoro!” (…) Puedes cambiar efectivamente de tipo de vida, o bien seguir haciendo lo que hacías antes - .-aclara el Papa- pero tú eres otro, has renacido: has encontrado lo que da sentido, lo que da sabor, lo que da luz a todo, incluso a las fatigas, al sufrimiento y también a la muerte”.
“Es de notar -señala Santo Tomás de Aquino- que la bienaventuranza se otorga en proporción a la caridad y no en proporción a cualquier otra virtud”.

En definitiva, la mejor forma de comprar el tesoro en el campo y que el negocio sea realmente bueno, será nuestro amor a Dios y a los demás. Y así -dice San Josemaría- barca sin lastres que estorban navegara derechamente hasta el puerto seguro del amor de Dios. Y de eso se nos juzgará: “a la tarde -escribió san Juan de la Cruz- te examinarán en el amor; aprende a amar como Dios quiere ser amado”.

+Monseñor Don Samuel G. T.
Párroco de San Ginés de Padriñán



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