Domingo XXII del Tiempo Ordinario

Monición de entrada

Queridos hermanos, nos encontramos reunidos en la casa de Dios porque nuestra alma tiene sed del Dios vivo. La Palabra de Dios nos instruye cada domingo, y hoy nos exhorta a seguir al Señor, cargando con nuestra propia cruz. Con esa invitación que Dios dirige a cada uno de nosotros, nos disponemos a celebrar dignamente estos misterios.

Acto penitencial

Iniciamos una semana más alrededor del altar que nos convoca. El Altar simboliza la fidelidad de Dios que nos garantiza su presencia cada domingo. Es necesaria la fidelidad y retomar la cruz, para que nuestra vida no se ajuste a los criterios mundanos sino a la voluntad de Dios. Comencemos la eucaristía con la fe en Dios, que siempre es fiel.

Acto penitencial

- Tú, Palabra ardiente de Dios que abrasa nuestros corazones ten piedad.

 Señor, ten piedad. R/.

- Tú, fuente del agua viva que sacia nuestra sed: Cristo, ten piedad. R/.

- Tu, Hijo del hombre que volverás con gloria al fin de los tiempos.

 Señor, ten piedad. R/.

Oración colecta

DIOS todopoderoso, que posees toda perfección, infunde en nuestros corazones el amor de tu nombre y concédenos que, al crecer nuestra piedad, alimentes todo bien en nosotros y con solicitud amorosa lo conserves. Por nuestro Señor Jesucristo.

Lectura del libro de Jeremías. Jer 20, 7-9

ME sedujiste, Señor, y me dejé seducir; has sido más fuerte que yo y me has podido. He sido a diario el hazmerreír, todo el mundo se burlaba de mí. Cuando hablo, tengo que gritar, proclamar violencia y destrucción. La palabra del Señor me ha servido de oprobio y desprecio a diario. Pensé en olvidarme del asunto y dije: «No lo recordaré; no volveré a hablar en su nombre»; pero había en mis entrañas como fuego, algo ardiente encerrado en mis huesos. Yo intentaba sofocarlo, y no podía. Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 62, 2. 3-4. 5-6. 8-9

V/. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.

R/. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.

V/. Oh, Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti;

 mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua. R/.

V/. ¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria!

Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios. R/.

V/. Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote.

Me saciaré como de enjundia y de manteca,

 y mis labios te alabarán jubilosos. R/.

V/. Porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo;

mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene. R/.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos. Rom 12, 1-2

OS exhorto, hermanos, por la misericordia de Dios, a que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios; este es vuestro culto espiritual.

Y no os amoldéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto. Palabra de Dios.

Aleluya Cf. Ef 1, 17-18

R/. Aleluya, aleluya, aleluya.

V/. El Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine los ojos de nuestro corazón, para que comprendamos cuál es la esperanza a la que nos llama. R/.

✠ Lectura del santo Evangelio según san Mateo. Mt 16, 21-27

EN aquel tiempo, comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡Lejos de ti tal cosa, Señor! Eso no puede pasarte”. Jesús se volvió y dijo a Pedro: “¡Ponte detrás de mí, Satanás! Eres para mí piedra de tropiezo, porque tú piensas como los hombres, no como Dios”. Entonces dijo a los discípulos: “Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará. ¿Pues de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá, con la gloria de su Padre, entre sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta. Palabra del Señor.

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