Tragedias del coronavirus

A lo largo de los meses de Junio, Julio, y seguiremos en los próximos, nos vamos enterando de los sufrimientos de muchas familias, y de muchos hermanos que han sentido con especial profundidad el sufrimiento   el desgarramiento interior que viven tantas hermanos nuestros. Traigo aquí una carta de una chica que despide a su hermana, que ha muerto sola, sin que la hayan podido acompañar en su enfermedad y sin que hayan podido tener un duelo consolador y al fin lograron reunirse padres, hermanos, amigos y conocidos, en una Eucaristía que lograron celebrar en nuestra Iglesia grande, en Sanxenxo.

Esta es la carta que le escribe su hermana:

A nuestra querida hermana María, 3 de julio de 2020, in memoriam.

En primer lugar, gracias a todos por acompañarnos. Nos gustaría pronunciar estas palabras en la memoria de nuestra hermana María, y en el nombre de nuestra familia:

Muchas veces la vida carece de sentido, tal como ocurre en las duras circunstancias que han sucedido, y tal como hemos vivido esta primera etapa del difícil camino marcado por la ausencia de María, sin tan siquiera haber tenido la posibilidad de despedirnos.

Te extrañamos mucho, María. Te has ido demasiado pronto, tan joven, tan llena de luz y talento, y probablemente sin saberlo. Resulta incomprensible, a veces insoportable. Las palabras no alcanzan para describir el dolor y la emoción que sentimos, especialmente nuestros padres, y nosotros, tus cuatro hermanos. Aparentemente, no existe consuelo ni motivo que lo justifique, o que al menos desde nuestra lógica racional podamos comprender.

Sabemos que es nuestro deber continuar el camino. Hemos de seguir andando, reinventarnos con trabajo y con esfuerzo, unidos como familia en nuestro dolor, y con confianza, porque ninguno de nosotros somos una isla, y nuestros hijos nos esperan. Démosle por ello una nueva oportunidad a la vida, redirijamos el camino, y llenemos nuestro futuro de esperanza.

María no solo continúa presente en nuestra memoria. No nos acompaña únicamente su recuerdo, sino el amor, como la fuerza indestructible que nos mantendrá unidos para siempre, y no nos separará de ella. Por ello, cito textualmente esta frase de la Madre Teresa de Calcuta: 

“En el momento de la muerte, no se nos juzgará por la cantidad de trabajo que hayamos hecho, sino por el peso del amor que hayamos puesto en nuestro trabajo”. 

Nuestra hermana María era una artista, tremendamente perfeccionista, que fundamentalmente trasladaba amor a su trabajo. Véanse sus pinturas, véase el esmero que plasmó en su obra gráfica y todo su universo creativo.

Querida María, has sido y eres única. Tu juventud, tu bondad, tu inocencia, tu alma cargada de sensibilidad y pureza, tu empatía y capacidad de escucha, tu alegría y sonrisa insustituibles, el calor de tu mirada y la belleza de tus profundos ojos negros, vivirán en nuestro corazón. A cambio del vacío de tu ausencia, nos dejas el bálsamo del recuerdo de tu talento, tu arte con mayúsculas, además del inteligente sentido del humor de tus inspiradores relatos, que sencillamente rompían moldes.

Perdóname si en algún momento no estuve a la altura como hermana, siento profundamente haberte faltado y haberme perdido parte de ti, cuando la vida por circunstancias nos ha mantenido separadas. Serás siempre un pedacito dentro de cada uno de nosotros. Serás la estrella que nos proteja. Serás una mariposa blanca, cuyo vuelo se eleve en el aire como alma libre. Serás el sol y la luna. Serás parte de la tierra, como decías en tu genial historia sobre las Matrioskas.

¡Gracias por tan valioso legado! Gracias por tantos momentos especiales y divertidos a tu lado. Te quiero y te deseo un feliz viaje, María, hacia un cielo y hacia una tierra distinta a la de los hombres. Ruco, Chelo, Manolo y Eulalia, nuestros queridos abuelos que en Paz descansen, no te soltarán la mano. Como decía el abuelo Ruco, volveremos a vernos. De ello estamos convencidos. Espéranos.

Hasta pronto María.
Descansa en Paz.


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