Escribe el Párroco: "Vinos buenos y añejos: nuestras buenas obras".

En nuestra sociedad, hoy, se vuelve a repetir el pecado de Adán y Eva: la búsqueda del placer, cueste lo que cueste, ser independiente sin ninguna responsabilidad, ni relación a los demás: Querer ser como Dios. Una gran parte de nuestra sociedad piensa que la felicidad se encuentra en olvidarse de los problemas de nuestra vida y vivir como si no existieran. Se puede resumir en: placeres, amor propio, independencia.

Metámonos en la parábola de los viñadores homicidas del evangelio de la misa de hoy; es como un compendio de la historia de la salvación. Comienza con la profecía de Isaías, donde se compara a Israel con una viña que, pese a todos los cuidados divinos, en vez de dar frutos había dado agrazones; de ahí que el Señor vaya a destruirla. En el contexto en que Jesús pronunció la parábola y en el que vivían poco después los evangelistas, es fácil ver su alegoría: los viñadores, encargados por Dios del cuidado de su pueblo, simbolizan a las clases dirigentes de Israel.

Dios había enviado en diversos tiempos a los profetas, que no habían recogido el fruto, sino que fueron maltratados o muertos. Finalmente, Dios ha enviado a su Hijo Único, Jesús, pero también a Éste se disponen a matarlo, fuera de la viña, esto es, de Jerusalén. Es lógico el castigo de Dios.

Sin embargo, con las palabras del Salmo 118, que leemos en la misa y cita Mt 21,42, el Señor enseña que estas acciones de los hombres no hacen sino corroborar el plan de Dios que, de esa manera, funda un nuevo pueblo cimentado en Cristo, nueva piedra angular, viña que se entregará a «un pueblo que rinda sus frutos», aludiendo a la Iglesia, nuevo Pueblo de Dios.

Abramos nuestro corazón y alcemos nuestra mirada a Jesucristo Crucificado, porque la parábola tiene otra aplicación inmediata, cercana. Él nos enseña que la viña también podemos ser tú y yo: ¡tantos dones que hemos recibido de parte de Dios, con tanto amor y delicadeza, y que, tal vez, no hemos respondido siempre a esos cuidados del Viñador celestial! Más, quizá no le hayamos dado frutos buenos, sino sólo uvas amargas y podridas. Cristo está esperando que también nosotros “le demos los frutos a su tiempo”.

Jesús sabe que los frutos que el mundo nos ofrece no son los más acertadas. Quiere ayudarnos y para eso nos pide fe, esperanza y amor. Que nos aferremos a Él como un hijo se aferra en la cintura de su padre cuando siente temor. Sepamos poner todas nuestras preocupaciones en sus manos y a vivir nuestra vida dándonos a nuestros seres queridos. Cumpliendo con nuestros deberes habituales y ordinarios, para que nuestra vida sea plena.

No temamos porque esta historia que parece que termina mal, termina en el el nuevo amor de dios por su nuevo pueblo, por ti y por mi.

Papa Francisco: “esta historia que parece ser una historia de amor, después parece terminar en una historia de fracasos, pero que termina con el gran don de Dios, que del descarte saca la salvación; de su Hijo descartado nos salva a todos. Es aquí donde la lógica del fracaso se cae. Y Jesús lo recuerda a los jefes del pueblo, citando la Escritura: La piedra que descartaron los constructores es ahora piedra angular.

Esto lo ha hecho el Señor y es una maravilla a nuestros ojos.

Esta historia comienza con un sueño de amor, continúa con una historia de fracasos, termina en la victoria del amor: la cruz de Jesús. No debemos olvidar este camino, que aunque difícil, Jesús lo hace posible y real para nosotros, En este camino no estamos solos, el Señor nunca abandona a su viña.

Seamos buenos viñadores. Y si fallamos acudamos a su misericordia, la misericordia que nos ganó en la cruz. Cuando acudimos a esa misericordia, incluso, mejoramos la viña que el señor nos regaló y así los frutos serán unos buenos y añejos vinos que son nuestras buenas obras para gloria de Dios.

+Monseñor Don Samuel G. T. 
Párroco de San Ginés de Padriñán



Enlaces Parroquiales

Parroquia San Gines de Padriñan. Comunidad Parroquial.

"TRANSFORMANDO EL MUNDO HACIENDO IGLESIA"