Domingo II de Navidad B.

Monición de entrada.

De nuevo nos reunimos para celebrar la Eucaristía en el domingo, el Día del Señor, que hoy es como un eco de la fiesta de Navidad, como escucharemos en las lecturas. Dios es el principio y el fin, y hacia Él nos atrae a todos. Pero a la vez es el Dios del camino, que comparte con nosotros todos los avatares de la marcha, la fatiga y la esperanza de cada jornada.

Dios hecho hombre en Jesús, pone su tienda junto a la nuestra en este campamento inmenso que es el mundo y en este continuo acampar y descampar que es la historia humana. La Palabra es luz y es vida, es gracia y es verdad para el mundo, recibámosla en nuestro corazón para que se haga vida en nosotros.

Acto penitencial

- Rey de la paz y Santo de Dios: Señor, ten piedad. R/.

- Luz que brilla en las tinieblas: Cristo, ten piedad. R/.

- Imagen del hombre nuevo: Señor, ten piedad. R/.

Oración colecta

DIOS todopoderoso y eterno, esplendor de los que en ti creen, dígnate, propicio, llenar de gloria el mundo y que el resplandor de tu luz se manifiesta a todos los pueblos. Por nuestro Señor Jesucristo.

Lectura del libro de Eclesiástico. Eclo 24, 1-2. 8-12

LA sabiduría hace su propia alabanza, encuentra su honor en Dios y se gloría en medio de su pueblo. En la asamblea del Altísimo abre su boca y se gloría ante el Poderoso. «El Creador del universo me dio una orden, el que me había creado estableció mi morada y me dijo: “Pon tu tienda en Jacob, y fija tu heredad en Israel”.

Desde el principio, antes de los siglos, me creó, y nunca jamás dejaré de existir. Ejercí mi ministerio en la Tienda santa delante de él, y así me establecí en Sion. En la ciudad amada encontré descanso, y en Jerusalén reside mi poder. Arraigué en un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad». Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 147, 12-13. 14-15. 19-20

V/. El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.

R/. El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.

V/. Glorifica al Señor, Jerusalén, alaba a tu Dios, Sion.

Que ha reforzado los cerrojos de tus puertas, y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. R/.

V/. Ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina.

Él envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz. R/.

V/. Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel;

con ninguna nación obró así, ni les dio a conocer sus mandatos. R/.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios. Ef 1, 3-6. 15-18

BENDITO sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos. Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor. Él nos ha destinado por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, a ser sus hijos, para alabanza de la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en el Amado. Por eso, habiendo oído hablar de vuestra fe en Cristo y de vuestro amor a todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, recordándoos en mis oraciones, a fin de que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos. Palabra de Dios.

Aleluya Cf. 1 Tim 3, 16

R/. Aleluya, aleluya, aleluya.

V/. Gloria a ti, Cristo, proclamado en las naciones;

gloria a ti, Cristo, creído en el mundo. R/.

✠ Lectura del santo Evangelio según san Juan. Jn 1, 1-5. 9-14

EN el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió. El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Palabra del Señor.

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