Escribe el Párroco: "Andrés y Juan flipados por Jesús"

San Juan Bautista no solo dedicaba tiempo a las multitudes preparándolos para el encuentro con el Mesías, sino que atendía y formaba mas intensamente a al grupo de discípulos que le acompañan, entre los que se encuentran Juan, hermano de Santiago y Andrés, hermano de Simón Pedro. Ellos ya conocen bien lo que seria el Mesías, las profecías que lo mencionaban en el A. T., como el cordero, la serpiente en el estandarte; los santos que lo anunciaban como David, Moisés, Samuel, Isaías, etc.

Cuando Juan, les dice: “Este es el Cordero de Dios”, viendo pasar a Jesús a lo lejos, se les vuelca el corazón. Estos dos discípulos se sienten catapultados a seguir al nuevo Rabi. No sabemos cuanto tiempo caminaron en pos de El, hasta que volviéndose el Señor, inician el dialogo que ya conocemos por el evangelio de este domingo.

Al preguntarle “donde moras” Jesús no les dice donde vive, sino “venid y veréis”. Es decir: yo soy al que buscáis, no el lugar donde vivo. Así se rompe el miedo, las distancias y queda abierto el camino a las confidencias, a la apertura intima, a la conversación que sacia todos los interrogantes que llevaban en el alma surgidos al trasluz de las enseñanzas de Juan sobre el Mesías y su propia experiencia de la infancia y del Jordán.

Pienso que mas que preguntas, lo que hubo fue escucha, admiración, descubrimiento interior del misterio, arrobamiento ante la presencia salvadora y sanadora, del Rabi Jesús, que no olvidaran jamás. Total, quedaron flipados. De hecho, Juan, ya ancianito, cuando escribe el cuarto evangelio, recuerda perfectamente el momento y la hora de aquel encuentro: “Era más o menos la hora décima”, escribe.

Que gran modelo, para muchos de nuestros ratos de oración. Entrar en contacto con El y dejarse llevar, arrobarse ante su cálida presencia, dejarse arrebatar por su voz, perder el corazón y dejar subir de tono la admiración hasta sentir aquello que decía san Pedro, -“que bien se esta aquí”-, en la transfiguración.

Me parece que esa experiencia de Cristo es la que convence a Simón y a Santiago, cundo estos dos hermanos, cada cual a su modo, cuentan a sus hermanos que han encontrado a al Mesías. Simón y Santiago aceptan ir a un encuentro con Jesús, no tanto por las explicaciones y argumentos que sus hermanos les dan, cuanto por el testimonio experiencial que sienten interiormente y que se nota en el tono, en la luz de su rostro, en la vehemencia de sus palabras, en la compostura externa...El “hemos visto al Mesías”, había cambiado su vida y eso era convincente.

Otras veces para llegar a la intimidad con el Señor habrá que recurrir a otros medios; por ejemplo a los testimonios de los santos, a la lectura sosegada y atenta de la palabra de Dios, etc.

En el caso de este domingo podemos recurrir a Samuel, que, de alguna manera, prefigura el encuentro con Jesús. El dialogo de Samuel con Dios, es monitoreado, orientado y discernido por el sumo sacerdote Elí; con la ayuda de un director espiritual o confesor o amigo, también nosotros lograremos ese encuentro con Jesús, en la oración diaria, -dialogo de amistad confiada y filial con Papá Dios-, que va transformando nuestra vida y que, a la postre, es lo que hace convincente el testimonio de la palabra.

+Monseñor Don Samuel G. T.
Párroco de San Ginés de Padriñán

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