Escribe el Párroco: "¡DEMO! fora no tendrás parte en nosotros"

Este año, en las celebraciones dominicales, la liturgia propone a nuestra meditación el evangelio de san Marcos, una de cuyas características es el así llamado "secreto mesiánico", es decir, el hecho de que Jesús no quiere que por el momento se sepa, fuera del grupo restringido de sus discípulos, que él es el Cristo, el Hijo de Dios. Por eso, en varias ocasiones, tanto a los Apóstoles como a los enfermos que cura, les advierte de que no revelen a nadie su identidad.

Lo vemos en el evangelio de este Domingo. Un hombre poseído por el demonio, repentinamente se pone a gritar: "¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios". Y Jesús le ordena: "Cállate y sal de él". E inmediatamente el espíritu maligno, con gritos desgarradores, salió de aquel hombre.

 Jesús no sólo expulsa los demonios de las personas, liberándolas de la peor esclavitud, sino que también impide a los demonios que revelen su identidad. E insiste en este "secreto", porque está en juego el éxito de su misión, de la que depende nuestra salvación. En efecto, sabe que para liberar a la humanidad del dominio del pecado deberá ser sacrificado en la cruz como verdadero Cordero pascual. El diablo, trata de distraerlo para desviarlo, hacia la lógica humana de un Mesías poderoso y lleno de éxito. La cruz de Cristo será la ruina del demonio; y por eso Jesús no deja de enseñar a sus discípulos que, para entrar en su gloria, debe padecer mucho, ser rechazado, condenado y crucificado (cf. Lc 24, 26), pues el sufrimiento forma parte integrante de su misión y, por ende, también de la nuestra.

También nos viene bien recordar que San Marcos fue el discípulo que puso por escrito los recuerdos de Pedro sobre la vida de Jesús. La narración de hoy sucedió en el entorno de la casa de Pedro, ya que la sinagoga estaba cerca de su casa. Probablemente el Señor se hospedo en su casa con los apóstoles esa noche, y en la mañana, se van a la sinagoga, donde Jesús toma la palabra y redica. Después de su homilía sucedió el milagro de la expulsión del demonio de uno de los presentes.

Se palpa en la narración que la predica de Jesús, no es como la de los demás escribas y levitas, que les hablaban semanalmente. Este rabí tiene algo que no se ve en los demás. Este rabí hablaba con mucha autoridad, de forma novedosa y sorprendente. Se podría resumir con una frase de San Lucas: "cœpit Jesus facere et docere" (Hch.1,1), empezó Jesús a hacer y luego a enseñar. Enseña lo que vive, lo que hace, es decir es consecuente, no tiene doble vida ni doble leguaje, es coherente y espontaneo. Así lo explicaba San Josemaria: : “Coepit facere et docere —comenzó Jesús a hacer y luego a enseñar: tú y yo hemos de dar el testimonio del ejemplo, porque no podemos llevar una doble vida: no podemos enseñar lo que no practicamos. En otras palabras, hemos de enseñar lo que, por lo menos, luchamos por practicar”.

Los apóstoles aprendieron bien esta lección. Porque ellos trataron de actuar lo mismo. Como también nosotros, llamados, como ellos, a evangelizar, primero con el ejemplo de la vida misma, y también con las palabras, disipando la acción de los enemigos de las almas, no dejándole sitio al demonio. En una frase: anunciando el evangelio con coherencia de vida.

El Papa Francisco explicaba esta llamada apostólica así: “El Evangelio es palabra de vida: no oprime a las personas, al contrario, libera a quienes son esclavos de muchos espíritus malignos de este mundo: el espíritu de la vanidad, el apego al dinero, el orgullo, la sensualidad...

+Monseñor Don Samuel G. T. 
Párroco de San Ginés de Padriñán

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