Escribe el Párroco: "Servir, unidad de vida"

San Marcos nos presenta hoy varios episodios relativos a los comienzos de la vida pública de Nuestro Señor. Son la expresión de lo que va a ser la vida publica del Señor que va a culminar en los misterios de nuestra Redención, es decir, la Pasión, Muerte y Resurrección de N. S. Jesucristo, fin principal de la Encarnación. Se puede resumir en esta frase: “vida ordinaria de Jesús".

Para los cristianos que viven en medio del mundo tienen un significado muy grande. En el Evangelio se nos narra la vida de Jesús en un Sábado. Jesús como todos los judíos va a la sinagoga, -la asamblea comunitaria- donde escuchan y reflexionan la Palabra de Dios. Jesús da ejemplo, de oración, reflexión y dedicación del sábado a la alabanza divina, igual que sus conciudadanos. Pero Jesús no omite– al contario– el servicio permanente a los demás, esta siempre atento a servir a quienes le rodean y asistirles en sus necesidades. Está siempre disponible. También nosotros queremos estar siempre disponibles para los que nos rodean.

Cura a la suegra de Pedro porque Santiago y Juan le hablan de ella. También nosotros debemos hablar a Jesús de nuestros familiares y amigos; hablar a Jesús de sus problemas y necesidades; y hacerlo con confianza y esperanza. Todos tenemos que aprender como la suegra de Pedro: “se le pasó la fiebre y se puso a servirles”. Llenar el día de trabajo y oración, y servicio a los hermanos. Este es nuestro primer apostolado. Cuenta el evangelio que tan pronto se puso el sol (respetado el descanso sabático) la casa se llena de enfermos y necesitados. Y Jesús los sirve a todos: “Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar”. Día intenso de trabajo. Tenemos un “plazo” para realizar los cometidos. No le gustan a Dios ni la tibieza ni el egoísmo, porque está en juego la salvación de las almas y del mundo. Es un ejemplo claro de la unidad de vida del Señor y cómo aprovechaba bien el tiempo del que disponía cada día. Mas adelante afirmará: “Negociad hasta que vuelva” (Lc 19,13); y “Ya llega el esposo: salid a su encuentro” (Mt 25,6). 

Pero todo esto sin la oración es imposible, por eso se levanta de madrugada a hacer oración al Padre Dios. Sin oración, la vida interior resulta prácticamente imposible, así como una de sus consecuencias más evidentes, lo que San Josemaría llamaba la “unidad de vida” del cristiano. Ha repetido siempre, incansablemente, “que hay una única vida, hecha de carne y espíritu, y ésa es la que tiene que ser en el alma y en el cuerpo santa y llena de Dios”. (Conv. n° 114).

Pidamos a la Santísima Virgen, nuestra Madre, que nos obtenga la misma docilidad y la misma prontitud con las que ella respondió al anuncio de San Gabriel: “Hágase en mi según tu palabra”.

+Monseñor Don Samuel G. T. 
 Párroco de San Ginés de Padriñán



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