Santa Bakhita, una mujer de esperanza

En un tiempo en el que la esperanza es una de las actitudes más necesarias para superar los momentos de crisis, la Iglesia nos invita a celebrar a Santa Josefina Bakhita, y nos propone un año más, el 8 febrero, la Jornada Mundial de Reflexión y Oración contra la Trata de Personas. Releyendo a la Santa vemos que es un ejemplo de esperanza. Nos lo recordaba el Papa Benedicto XVI en la encíclica Spe Salvi, (Nº 3). Por la síntesis que hace de su vida y por ejemplo de esperanza que nos da, transcribimos tal cual el texto.

“Pero ahora se plantea la pregunta: ¿en qué consiste esta esperanza que, en cuanto esperanza, es “redención”? […] El ejemplo de una santa de nuestro tiempo puede en cierta medida ayudarnos a entender lo que significa encontrar por primera vez y realmente a este Dios.

Me refiero a la africana Josefina Bakhita, canonizada por el Papa Juan Pablo II. Nació aproximadamente en 1869 –ni ella misma sabía la fecha exacta– en Darfur, Sudán. Cuando tenía nueve años fue secuestrada por traficantes de esclavos, golpeada y vendida cinco veces en los mercados de Sudán. Terminó como esclava al servicio de la madre y la mujer de un general, donde cada día era azotada hasta sangrar; como consecuencia de ello le quedaron 144 cicatrices para el resto de su vida. Por fin, en 1882 fue comprada por un mercader italiano para el cónsul italiano Callisto Legnani que, ante el avance de los mahdistas, volvió a Italia.

Aquí, después de los terribles «dueños» de los que había sido propiedad hasta aquel momento, Bakhita llegó a conocer un «dueño» totalmente diferente –que llamó «patrón» en el dialecto veneciano que ahora había aprendido–, al Dios vivo, el Dios de Jesucristo. Hasta aquel momento sólo había conocido dueños que la despreciaban y maltrataban o, en el mejor de los casos, la consideraban una esclava útil. Ahora, por el contrario, oía decir que había un «Patrón» por encima de todos los dueños, el Señor de todos los señores, y que este Señor es bueno, la bondad en persona. Se enteró de que este Señor también la conocía, que la había creado también a ella; más aún, que la quería. También ella era amada, y precisamente por el «Patrón» supremo, ante el cual todos los demás no son más que míseros siervos.

Ella era conocida y amada, y era esperada. Incluso más: este Dueño había afrontado personalmente el destino de ser maltratado y ahora la esperaba «a la derecha de Dios Padre». En este momento tuvo «esperanza»; no sólo la pequeña esperanza de encontrar dueños menos crueles, sino la gran esperanza: “yo soy definitivamente amada, suceda lo que suceda; este gran Amor me espera. Por eso mi vida es hermosa”. A través del conocimiento de esta esperanza ella fue «redimida», ya no se sentía esclava, sino hija libre de Dios. Entendió lo que Pablo quería decir cuando recordó a los Efesios que antes estaban en el mundo sin esperanza y sin Dios; sin esperanza porque estaban sin Dios. Así, cuando se quiso devolverla a Sudán, Bakhita se negó; no estaba dispuesta a que la separaran de nuevo de su «Patrón».

El 9 de enero de 1890 recibió el Bautismo, la Confirmación y la primera Comunión de manos del Patriarca de Venecia. El 8 de diciembre de 1896 hizo los votos en Verona, en la Congregación de las hermanas Canosianas, y desde entonces –junto con sus labores en la sacristía y en la portería del claustro– intentó, sobre todo, en varios viajes por Italia, exhortar a la misión: sentía el deber de extender la liberación que había recibido mediante el encuentro con el Dios de Jesucristo; que la debían recibir otros, el mayor número posible de personas. La esperanza que en ella había nacido y la había «redimido» no podía guardársela para sí sola; esta esperanza debía llegar a muchos, llegar a todos”. (cf. Benedicto XVI. Carta encíclica Spe Salvi, 3) Ante la vida de Santa Josefina Bakhita nadie queda indiferente.

Fue por ello que sus superioras le pidieron contar todo aquello que pudiese recordar de su vida. Y así comenzó a escribirse el pequeño libro titulado “El Diario de Bakhita”, dictado por ella misma a una hermana de la Casa de Schio (Madre Teresa Fabris. 1910). Ha llegado hasta nosotros traducido al español de la mano de María Dolores López Guzmán. Unas sencillas memorias de su vida, acompañadas de textos y frases recogidas por sus hermanas de congregación, y cuya lectura recomendamos por su sencillez y profundidad. Un canto a la esperanza en tiempos de desolación y oscuridad, encarnado en una mujer agradecida a pesar de tanto sufrimiento.

“No abundan los buenos ejemplos; ella lo es de un modo grandioso. Una combinación de cualidades sorprendente por su equilibrio y radicalidad. Evangelio a raudales. Su pequeño Diario –una delicia– está impregnado de una sencillez que me cautiva. A través de sus palabras descubrí a una mujer fuerte y frágil, decidida y sensible, firme y sentimental, con coraje y misericordia a partes iguales. Y su itinerario vital me hizo ver con claridad que su figura representa algunas realidades emergentes y significativas en el mundo actual.

Bakhita es un símbolo de África, por su origen; del absurdo del racismo, por su negritud; de las mujeres maltratadas, por la violencia que padeció; de la fe de los pobres, pues su única posesión fue un crucifijo; y de la reconciliación que encarnó. Su vida es un signo de nuestros tiempos; posee el don de la universalidad. Me alegró ver que Juan Pablo II reconoció que la “Madre Morenita” había encontrado el secreto de la felicidad. Había hecho suyas las Bienaventuranzas.” (María Dolores López Guzmán. Introducción y edición española del “El Diario de Bakhita”)

PENSEMOS, REFLEXIONEMOS

Cada vez son más las voces que se alzan, desde distintos ámbitos, alertando de una progresiva deshumanización del “gran mercado planetario en el que vivimos” (E. Morin). Muchas de estas voces han encontrado eco y amplificación en la figura del Papa Francisco, que ha asumido en estas cuestiones, tal vez sin buscarlo, un liderazgo global reconocido por creyentes y no creyentes. En su última encíclica “Fratelli tutti” afirma: «Partes de la humanidad parecen sacrificables en beneficio de una selección que favorece a un sector humano digno de vivir sin límites», inmediatamente antes de referirse al problema de la esclavitud y la trata. Y es que la trata de seres humanos es probablemente el ejemplo más claro de la deshumanización de la economía. En la trata, la persona no solo no está en el centro de la economía, sino que se convierte en su objeto; objeto de un comercio monstruoso que afecta a millones de seres humanos, en su inmensa mayoría mujeres.

A pesar de que las cosas parezcan tan claras y evidentes, la historia nos demuestra que el camino no ha sido siempre fácil. La condena legal de la esclavitud no llegó pronto ni sin resistencia. Mucha gente se oponía porque la esclavitud generaba mucha riqueza, hacía crecer el PIB, creaba muchos puestos de trabajo, movía muchos barcos y ocupaba muelles enteros en los grandes puertos.

Curiosamente estos argumentos son los mismos que se utilizan hoy para oponerse al cierre de una fábrica de armas, o a la limitación de la expansión de las casas de apuestas y juegos de azar.

La condena legal y moral de la trata es ciertamente un paso importante, pero no suficiente. Cuando una actividad económica deja de ser lícita y pasa a ser ilícita, no por ello deja de existir. 

Mientras haya demanda, habrá mercado, aunque sea opaco e ilegal. Alguien se ocupará de organizar la oferta. De hecho, la trata de seres humanos, como el tráfico de drogas o el tráfico de armas, es un mercado multimillonario que produce pingües beneficios.

Y en un sistema económico construido totalmente en torno al paradigma de la maximización del beneficio, no faltan quienes están dispuestos a mirar hacia otro lado.

Por eso, además de perseguir a los delincuentes, es necesario actuar sobre las causas profundas y promover un cambio de paradigma económico. Necesitamos una economía mucho más femenina, no aliada con el poder sino con el cuidado de las personas y de la casa común. No olvidemos que la tierra también es víctima de la trata. Para maximizar el crecimiento económico y el bienestar de una parte de la población, hemos generado un consumo desenfrenado de sus recursos naturales, hemos provocado la extinción de centenares de especies y reducido enormemente su biodiversidad, nos hemos sentido sus dueños y señores y la hemos esclavizado, sometiéndola a ritmos infernales.

Y como consecuencia hemos generado multitud de pobres y excluidos, entre los que los traficantes de seres humanos eligen preferentemente a sus víctimas. 

Sabemos qué es lo que hay que hacer para cambiar las cosas y sabemos que es posible hacerlo. Pero cambiar no es fácil. Primero hay que querer. Necesitamos soñar una nueva realidad, desearla con fuerza, y después encontrar un plus de motivación, porque el cambio conlleva un coste en términos económicos y sobre todo en nuestros estilos de vida. Para ello puede resultar útil la propuesta del Papa Francisco a los jóvenes economistas, emprendedores y changemakers de todo el mundo participantes en el evento internacional The Economy of Francesco, en el sentido de que «apremia otra narración económica».

Es importante, por ejemplo, contar las historias de las víctimas, evitando que la ilegalidad se traduzca en invisibilidad. Muchas veces el primer paso para recuperar la dignidad es sentir una mirada de gratuidad sobre las propias heridas. Es importante utilizar el poder que tenemos como consumidores, eligiendo los productos y servicios que compramos y mostrando repulsa por comportamientos contrarios a la dignidad y a la libertad. Y sobre todo es importante contar las historias de rescate y las historias de personas que no han llegado a ser víctimas porque en su vida se han cruzado con alguna expresión de una economía distinta que les ha ofrecido una oportunidad. Hay mucha más economía buena de la que parece, porque no hace mucho ruido.

«Hay cosas que solo las ha visto el Señor. No se puede decirlas ni escribirlas»

Santa Josefina Bakhita

Fuente: REVISTA Jornada Oración Trata 2021

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