Jesús es amor, perdón y misericordia

Cada persona por diferentes circunstancias y motivos, ha cambiado a lo largo de la vida, debido a la propia dinámica de su identidad que lo lleva a ser uno mismo, apropiándose de la realidad que busca.

Un sentido que le conduce a la autenticidad y consecuentemente a la felicidad, por la satisfacción alcanzada en este proceso.

Una que produce en CONVERSIÓN cada ser humano un cambio de carácter, un nuevo estado afectivo sobre los sentimientos y las emociones del acontecer diario de la vida, que lo dirige hacia cómo debe interpretarla y qué debe hacer desde una aceptación de valores éticos, morales y religiosos.

En cuanto al carácter podemos relacionar este concepto con esta definición en términos biográficos de Pedro Laín: «Aquello que, a un hombre, a través de los azares favorables o desfavorables de su vida, le permite hacer que su destino efectivo se acerque todo lo posible a ser lo que como destino suyo quiere y proyecta para él».

Asimismo, una vida llena de problemas y de infortunios fue la vida de Gaudí. De todos estos procesos de cambio se fue reponiendo como pudo y nos dejó grandes obras de arquitectura que hoy se disfrutan.

Esto se debe a una dedicación total y a una motivación para llegar lo más lejos posible, hacer el bien y así alcanzar la felicidad: «Me acerco dos pasos y ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se mueve diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar».

Igualmente, Alejandro de la Sota que nació y pasó su infancia en Pontevedra, entendió la arquitectura desde un punto de vista platónico, como basada en un ideal y en el servicio: «Aspira el arquitecto a una vida mejor para todos. Cree que en sus manos está, al menos, una gran parte de la solución de los problemas. Trata de convencernos y nosotros sabemos que es un soñador».

La manera que tuvo Sota de perfeccionar su arquitectura y perfeccionarse a sí mismo fue buscar el medio de ser útil a los demás. Cuando siente que ha dejado de serlo es cuando aparece una crisis y fue necesario pararse a pensar. Mejor eso que dejarse llevar por la corriente y convertirse en un hombre-masa: «El mundo está ávido y nos exige algo que, es frecuente, no es lícito darle». Bien pareciera por todo lo anterior, que la identidad en cada persona le llevase a una reflexión:

«La seriedad y la autoexigencia eliminan per se cualquier inclinación a lo que Alejandro denominaba “proyectar con desparpajo” convirtiéndose, por el contrario, la actividad arquitectónica, en una tarea ardua y esforzada que presupone no sólo una actitud de entrega en la que se pone el corazón y la cabeza sino en la que incluso puede llegar a ser preciso “dejarse la piel». Y con lo que se lleva dicho hasta aquí, ese cambio se encamina hacia el servicio a los demás: «Un anonimato serio y digno, una presencia por conocimientos, nunca por tonterías, un tremendo ser útiles a los demás correspondiendo a los demás, el poder sentir la satisfacción de nuestra presencia útil».

Se acercan unos días en los que se comprueba que el Reino de Dios es Vida, Amor y Compasión, en definitiva, es el mismo Jesús en persona. En relación con estas implicaciones, el sacerdote jesuita Adolfo Chércoles realizó una síntesis sobre un aspecto reflejado por José Antonio Marina en su obra: ¿Por qué soy cristiano?, y que motiva para iniciar el camino del cambio y la reflexión en este tiempo de Cuaresma: «La dificultad de coordinar fe y razón aparece de entrada en la elaboración teológico-psicológica del acto de fe, que es una compleja peripecia intelectual que ha debido de amargar la vida de muchos cristianos, incapaces de creer del todo e incapaces de no creer del todo, también. Hay un trágico esfuerzo por complicar hasta el punto de hacerla intransitable la sencilla y cálida noción de fe que aparece en el Evangelio. Es la confianza en Jesús, en sus palabras y promesas. Sustituir 'fe' por 'confianza' simplificaría las cosas, y si es usted cristiano le aconsejo que haga el cambio. Confiar quiere decir creer que alguien no va a defraudar mis expectativas.

Es, pues, una actitud hacia el futuro, y así la define San Pablo: “Fe es la sustancia de las cosas que debemos esperar”. Confío en la seguridad de un puente, en la honradez del director de mi banco, en el amor de la mujer que quiero, en la fidelidad de mis amigos. En sentido estricto sólo se puede confiar en las personas que se han comprometido a actuar de una determinada manera. La fe es correlativa a la promesa, como recuerda Covarrubias en su diccionario: “Confido: fiar, tener esperanza o tener seguridad en la fe de alguno”. ¿A qué se refiere al hablar de fe en ese contexto? Fe significa promesa, la palabra que se compromete para hacer algo...».

Este análisis recuerda que, en la conversión, en el seguimiento de Jesús existen causas como el convencimiento o el ejemplo de los demás, pero sin olvidar la acción de Dios que transmite la Palabra. Profundizar en una sabiduría cristiana, fuente de toda plenitud de vida, preparada por Dios antes de todos los siglos para nuestra gloria y que se nos reveló por su Espíritu, esencia de la vida del cristiano maduro: es el corazón. Esta familiaridad con el misterio que supone la formación interior del cristiano es la tarea, posiblemente en el Nuevo Testamento, de Pablo y particularmente de Juan.

Estas razones ayudan a reflexionar e iniciar el camino de la meditación como algo propio del ser humano, recogiéndose, concentrándose en su interior y tomando posesión de sus emociones, voluntad y capacidades, venciendo las dificultades y consiguiendo que confluyan todas las fuerzas dispersas, en el centro.

La lectura de estos textos puede alumbrar el sendero de la meditación: «De ese modo el Espíritu socorre nuestra debilidad. Aunque no sabemos pedir como es debido, el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inexpresables».

Si bien es cierto, la claridad de Juan sobre la permanencia del Espíritu en nosotros nos hace sentir, mediante la fe, la transición a la acción de gracias del misterio que nos hace ser en el Hijo y, con Él, en el Padre.

«Aquel día comprenderéis que yo estoy en el Padre y vosotros en mí y yo en vosotros».

Pero son necesarias unas reflexiones sobre MARÍA MADRE DE JESÚS , como , previo a internarse en su silencio y disposición, que se percibe en este pasaje: «El último día, el día grande de la fiesta, se detuvo Jesús y gritó: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, según dice la Escritura, ríos de agua viva correrán de su seno. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyeran en Él, pues aún no había sido dado el Espíritu porque Jesús no había sido glorificado». Vinculado a este concepto se encuentra un apropiado texto para la interiorización en el encuentro de Jesús con la samaritana (Jn 4, 4-15).

María Inmaculada hace realidad la 14 comunicación entre Dios y los seres humanos, porque hizo posible la encarnación de Jesús, con todas las limitaciones propias de los humanos, sin participar del pecado, que es el rechazo del amor de Dios, y así fue modelo acabado de humanidad elegida por el Señor como madre y entregárnosla a nosotros igualmente como madre nuestra.

María es el símbolo de la FE porque creyó en la bendición de Dios: «porque has hallado gracia delante de Dios».

Dios, en la persona de Cristo, nos hizo sus hijos. Cuando surjan las dudas, meditemos y reflexionemos sobre nuestra fe, porque Dios está con nosotros y es motivo para estar alegres: «Si Dios está con nosotros ¿Quién contra nosotros, ¿El hambre? ¿La desnudez? ¿La persecución?».

El recogimiento personal, al leer las siete manifestaciones de María que se observan en los Evangelios, incita a meditar sobre cómo es mi comunicación, en los momentos de zozobra, con María como mediadora.

D. Fernando López Rodríguez



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