Domingo XIX del T. Ordinario C

Monición de entrada

Nos reunimos en asamblea santa para la celebración de la eucaristía, verdadero encuentro con Cristo resucitado. Por la fe sabemos que él nos habla en la palabra que va a ser proclamada y después nos dará su Cuerpo y su Sangre como alimento. Estemos bien despiertos, en vela, para descubrir su paso entre nosotros y pongamos nuestro corazón en el verdadero tesoro que es él mismo y el Reino que trajo a este mundo.

Acto penitencial

- Tú, el Esposo a quien aguardamos: Señor, ten piedad. R/.

- Tú, tesoro de nuestro corazón: Cristo, ten piedad. R/.

- Tú, que nos sirves el banquete de tu reino: Señor, ten piedad. R/.

Oración colecta

Dios todopoderoso y eterno, a quien, instruidos por el Espíritu Santo, nos atrevemos a llamar Padre, renueva en nuestros corazones el espíritu de la adopción filial, para que merezcamos acceder a la herencia prometida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Lectura del libro de la Sabiduría. Sab 18, 6-9

La noche de la liberación les fue preanunciada a nuestros antepasados, para que, sabiendo con certeza en qué promesas creían, tuvieran buen ánimo. Tu pueblo esperaba la salvación de los justos y la perdición de los enemigos, pues con lo que castigaste a los adversarios, nos glorificaste a nosotros, llamándonos a ti. Los piadosos hijos de los justos ofrecían sacrificios en secreto y establecieron unánimes esta ley divina: que los fieles compartirían los mismos bienes y peligros, después de haber cantado las alabanzas de los antepasados. Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 32, 1 y 12. 18-19. 20 y 22 (R.: cf. 12)

R/. Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.

V/. Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos.

V/. Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,

el pueblo que él se escogió como heredad. R/.

V/. Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,

en los que esperan su misericordia, para librar sus vidas de la muerte

y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.

V/. Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. R/.

Lectura de la carta a los Hebreos. Heb 11, 1-2. 8-12

Hermanos: La fe es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve. Por ella son recordados los antiguos. Por la fe obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber adónde iba. Por fe vivió como extranjero en la tierra prometida, habitando en tiendas, y lo mismo Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa, mientras esperaba la ciudad de sólidos cimientos cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios. Por la fe también Sara, siendo estéril, obtuvo “vigor para concebir” cuando ya le había pasado la edad, porque consideró fiel al que se lo prometía. Y así, de un hombre, marcado ya por la muerte, nacieron hijos numerosos, como las estrellas del cielo y como la arena incontable de las playas. Palabra de Dios.

Aleluya Mt 24, 42a. 44

R/. Aleluya, aleluya, aleluya.

V/. Estad en vela y preparados,

porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.

R/. Aleluya, aleluya, aleluya.

+ Lectura del santo Evangelio según san Lucas. Lc 12, 35-40

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo. Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre». Palabra del Señor.



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