La fe cristiana tiene en común con la comunicación una estructura fundamental: el hecho que el medio y el mensaje coinciden; de hecho el Hijo de Dios, el Verbo encarnado es, al mismo tiempo, mensaje de salvación y medio a través del cual, la salvación se realiza. Y esto no es un simple concepto, sino una realidad accesible a todos y constituye un modo para contrastar la indiferencia respecto a lo verdadero, el intercambio entre verdadero y falso, la espectacularización a toda costa. Lo ha reafirmado Benedicto XVI en el discurso a los participantes al congreso internacional del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales.
La Iglesia alimenta la capacidad de relaciones más fraternas y más humanas, poniéndose como lugar de comunión entre creyentes y juntos como símbolo e instrumento de la vocación de todos a la comunión. Frente a la actual crisis de fe, el mundo de la comunicación católica debe comprometerse más porque, dijo el Papa, el mundo tiene necesidad, más bien, de vivir como si Dios existiera, aunque no tenga la fuerza de creer, de otro modo eso produce sólo un humanismo deshumano. Y por eso, son necesarios comunicadores creíbles, eficaces, auténticamente creyentes.