MONICIÓN DE ENTRADA
Os deseamos paz y felicidad en este comienzo de la Eucaristía del Domingo segundo después de Navidad. Ayer nos hemos reunido para festejar a María, nuestra Madre e iniciar el año 2011 en total clave cristiana. Y hoy nuestra bienvenida quiere ser muy navideña, muy entrañable, porque este domingo es un eco de la fiesta de la Natividad del Señor. Y lo es, además, porque nuestro ánimo, en la proximidad de la Epifanía, – que celebraremos el próximo jueves--, debe estar dispuesto a sumergirse en el sublime misterio de un Dios hecho hombre, de un Dios que se hace niño en Belén para salvar al mundo. Dispongámonos a celebrar esta eucaristía con idéntico júbilo que mostramos el día de Navidad. ¡El Señor ha venido y acampa entre nosotros!
Os deseamos paz y felicidad en este comienzo de la Eucaristía del Domingo segundo después de Navidad. Ayer nos hemos reunido para festejar a María, nuestra Madre e iniciar el año 2011 en total clave cristiana. Y hoy nuestra bienvenida quiere ser muy navideña, muy entrañable, porque este domingo es un eco de la fiesta de la Natividad del Señor. Y lo es, además, porque nuestro ánimo, en la proximidad de la Epifanía, – que celebraremos el próximo jueves--, debe estar dispuesto a sumergirse en el sublime misterio de un Dios hecho hombre, de un Dios que se hace niño en Belén para salvar al mundo. Dispongámonos a celebrar esta eucaristía con idéntico júbilo que mostramos el día de Navidad. ¡El Señor ha venido y acampa entre nosotros!
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 1, 1- 18
En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho.
En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.
Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.
Y la Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de Él y grita diciendo: "Este es de quien dije: el que viene detrás de mi pasa delante de mí, porque existía antes que yo"
Pues de su plenitud todos hemos recibido gracia tras gracia: porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: El Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.
Palabra del Señor.
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Fuente: Betania.