"FIRMES EN LA FE" (Col 2, 7)
Jóvenes consagrados, un reto para el mundo.
Lo han dicho todos los autores que han tratado de las edades del hombre, que la juventud no es un factor cronológico sin más, sino una actitud ante la vida, una cualidad de la mente y del corazón. También esto se refiere a la juventud dentro de la vida consagrada. Puede darse que haya viejos prematuros o que haya jóvenes perennes, y esto lo da no tanto la edad sino el modo de vivir las cosas.
En esta Jornada Mundial de la Vida Consagrada, nos acercamos al leit motiv del encuentro que tendrá lugar el próximo mes de agosto entre el Papa Benedicto XVI y los jóvenes del mundo, que se darán cita en Madrid. También los consagrados tiene una juventud que vivir sin que les caduque la esperanza lozana y la pasión ilusionada. No se trata de una sugestión, ni de una estrategia o demagogia sino de algo que nos permite creer el célebre dicho: no años a la vida sino vida a los años.
«Firmes en la fe» significa, para un cristiano, y máxime para un consagrado, estar arraigados en esa tierra que acoge las raíces y las permite nutrir a fin de que el árbol plantado junto a la buena acequia pueda seguir dando frutos en sazón. Es la fe lo que permite tener una firmeza que no es la intransigencia de los confusos ni la pretensión de los demagogos. La fe que nos pone delante de un Tú ante el cual cada instante de nuestra vida se decide. Es el Tú nada menos que del mismo Dios.
No es una figura fantasmal sino Alguien completamente real. Alguien que es quien más se corresponde con las verdaderas exigencias de mi corazón. Es el encuentro con un Dios vivo que cotidianamente me llama por mi nombre, que lo tatuó en la palma de su mano, y que a diario se asoma al ventanal de su misericordia para ver si regresamos de nuestros devaneos pródigos. Precisamente en el Mensaje para la Jornada Mundial de la Juventud 2011 hay un párrafo inicial en el primer punto en el que se aborda estacuestión de lo concreto del Señor en nuestras vidas: «el hombre en verdad está creado para lo que es grande, para el infinito. Cualquier otra cosa es insuficiente. San Agustín tenía razón: nuestro corazón está inquieto, hasta que no descansa en Ti. El deseo de la vida más grande es un signo de que Él nos ha creado, de que llevamos su “huella”. Dios es vida, y cada criatura tiende a la vida; en un modo único y especial, la persona humana, hecha a imagen de Dios, aspira al amor, a la alegría y a la paz. Entonces comprendemos que es un contrasentido pretender eliminar a Dios para que el hombre viva. Dios es la fuente de la vida; eliminarlo equivale a separarse de esta fuente e, inevitablemente, privarse de la plenitud y la alegría. La cultura actual, en algunas partes del mundo, sobre todo en Occidente, tiende a excluir a Dios, o a considerar la fe como un hecho privado, sin ninguna relevancia en la vida social… se constata una especie de “eclipse de Dios”,
una cierta amnesia; más aún, un verdadero rechazo del cristianismo y una negación del tesoro de la fe recibida, con el riesgo de perder aquello que más profundamente nos caracteriza».
Ante este reto, emerge la esperanza de la que son destinatarios y agentes a la vez los jóvenes consagrados: ser un desafío para este mundo de nuestra generación que sigue buscando a Dios mientras a veces se aleja de Él. La consagración en sí es un reto en medio de un mundo secularizado y anticristiano. Es entonces cuando el testimonio de los jóvenes consagrados acerca apasionadamente al Señor, hablando de una firmeza que arraiga en las auténticas raíces, y que se aprestan para narrar, desde un carisma suscitado por el Espíritu Santo en su Iglesia, lo que los demás jóvenes y el mundo entero necesitan ver: que los cristianos somos la prolongación en la historia del acontecimiento salvador de Dios. Firmes en la fe, ser reto para el mundo.
+ Jesús sanz montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
Presidente de la C.E. para la Vida Consagrada
Fiesta de la Presentación del señor
MONICIÓN DE ENTRADA
Queridos hermanos todos. Convocados por el Señor celebramos hoy en la Iglesia la fiesta de la Presentación del Niño Jesús en el Templo. María y José, fieles a la tradición de su pueblo, entran en el Templo con su Hijo a los 40 días de su nacimiento. Del mismo modo, también nosotros, 40 días después de la Navidad, somos llevados y presentados por nuestra Madre
la Iglesia ante el Dios vivo y verdadero, al tiempo que sentimos y agradecemos la paternal custodia de nuestro obispo diocesano.
El lema de esta Jornada de la Vida Consagrada, Firmes en la fe (Col 2, 7), Jóvenes consagrados, un reto para el mundo, nos vincula a ese evento tan importante para la Iglesia que se celebrará en Madrid en agosto de este año: la Jornada Mundial de la Juventud. Los consagrados y consagradas, que hemos recibido en la comunidad cristiana la extraordinaria vocación de vivir entregados totalmente a Dios y al servicio del prójimo en la caridad, queremos comunicar nuestra alegría a todos los jóvenes, tanto a los que comparten nuestra fe como a los que vacilan, dudan o no creen, para que puedan vivir la experiencia del Señor Jesús resucitado y vivo, y de su amor por cada uno de nosotros.
Nos disponemos ahora a escuchar la Palabra de Dios y celebrar el sacramento de la Eucaristía, donde somos transformados en ofrenda permanente, consagrados al Padre, siguiendo al Hijo y habitados por el Espíritu.
Hoy, todos nosotros renovamos la elección de Dios presididos por nuestro obispo, y salimos al encuentro del Señor con la luz de la Fe, la fuerza de la Esperanza y el fuego del Amor que el Padre ha encendido en nuestros corazones.
RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN
[Acabada la homilía, los miembros de los institutos de vida consagrada
renuevan su consagración en el seguimiento de Cristo y en la misión de la
Iglesia.]
El celebrante:
Hermanos y hermanas:
En esta fiesta de la Presentación de Jesús en el templo, os invito a todos a agradecer conmigo al Señor el don de la vida consagrada, que el Espíritu ha suscitado en la Iglesia. Vosotros, aquí presentes, consagrados al servicio de Dios, en una gran variedad de vocaciones eclesiales, renováis vuestro compromiso de seguir a Cristo obediente, pobre y casto, para que, por medio de vuestro testimonio evangélico, la presencia de Cristo Señor, luz de los pueblos, resplandezca en la Iglesia e ilumine al mundo.
(Todos oran en silencio durante algún tiempo)
El celebrante:
Bendito seas, Señor, Padre Santo, porque en tu infinita bondad, con la voz del Espíritu, siempre has llamado a hombres y mujeres que, ya consagrados en el Bautismo, fuesen en la Iglesia signo del seguimiento radical de Cristo, testimonio vivo del Evangelio, anuncio de los valores del Reino, profecía de la Ciudad última y nueva.
Cantor: Gloria a Ti, por los siglos.
Asamblea: Gloria a Ti, por los siglos.
(I) Lector 1º:
Te glorificamos, Padre, y te bendecimos, porque en Jesucristo, tu Hijo, nos has dado la imagen perfecta del servidor obediente: Él hizo de tu voluntad su alimento, del servicio la norma de vida, del amor la ley suprema del Reino.
Lector 2º:
Gracias, Padre, por el don de Cristo, hijo de tu Sierva, servidor obediente hasta la muerte. Con gozo confirmamos hoy nuestro compromiso de obediencia al Evangelio, a la voz de la Iglesia, a nuestra Regla de vida.
Asamblea: Gloria a Ti, por los siglos.
(II) Lector 1º:
Te glorificamos, Padre, y te bendecimos, porque en Jesucristo, nuestro hermano, nos has dado el ejemplo más grande de la entrega de sí: Él, que era rico, por nosotros se hizo pobre, proclamó bienaventurados a los que tienen espíritu de pobre y abrió a los pequeños los tesoros del Reino.
Lector 2º:
Gracias, Padre, por el don de Cristo, hijo del hombre, paciente, humilde, pobre, que no tiene dónde descansar la cabeza. Felices, confirmamos hoy nuestro empeño de vivir con sobriedad y austeridad, de vencer el ansia de la posesión con el gozo de la entrega, de utilizar los bienes del mundo por la causa del Evangelio y la promoción del hombre.
Asamblea: Gloria a Ti, por los siglos.
(III) Lector 1º:
Te glorificamos, Padre, y te bendecimos, porque en Jesucristo, hijo de la Virgen Madre, nos diste un modelo supremo de amor consagrado: Él, Cordero inocente, vivió amándote y amando a los hermanos, murió perdonando y abriendo las puertas del Reino.
Lector 2º:
Gracias, Padre, por el don de Cristo, esposo virgen de la Iglesia virgen. Felices confirmamos hoy nuestro compromiso de tener nuestro cuerpo casto y nuestro corazón puro, de vivir con amor indiviso para tu gloria y la salvación del hombre.
Asamblea: Gloria a Ti, por los siglos.
El celebrante:
Mira bondadoso, Señor, a estos hijos tuyos y a estas hijas tuyas: firmes en la fe y alegres en la esperanza, sean, por tu gracia, un reflejo de tu luz, instrumentos del Espíritu de paz, prolongación entre los hombres de la presencia de Cristo. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Asamblea: (Cantando)
Amén, amén, amén.
PRECES
[A las preces completas de la Solemnidad, se propone añadir estas
cuatro específicas]
- Por todos los jóvenes, para que respondan generosamente a la llamada de Cristo acogiendo en su corazón la radicalidad del mensaje evangélico. Roguemos al Señor.
- Por los religiosos, los miembros de institutos seculares y de nuevas formas de vida consagrada, por el orden de las vírgenes, para que del encuentro con Cristo reciban los frutos de santidad que muestren al mundo el Amor de Dios. Roguemos al Señor.
- Por todas las familias, elegidas por Dios para transmitir la fe a la próxima generación, para que impulsadas por la fuerza del Espíritu y el amor de Jesús, puedan ejercer su misión de engendrar vocaciones para el Cielo.
- Roguemos al Señor.
- Por quienes estamos participando en esta celebración de acción de gracias por la vida consagrada, para que todos seamos uno en el amor, y el mundo crea en Jesucristo, único Salvador de todos los hombres. Roguemos al Señor.
Carta Pastoral en el Día de la Vida Consagrada. "FIRMES EN LA FE".
Homilía del Santo Padre Benedicto XVI en vísperas de la Fiesta de la Presentación del Señor.
Homilía del Santo Padre Benedicto XVI en vísperas de la Fiesta de la Presentación del Señor.
Fuente: CEE.