MONICIÓN DE ENTRADA
Os deseamos nuestra más cordial bienvenida a la Eucaristía de este Quinto Domingo del Tiempo Ordinario. Jesús de Nazaret nos hace, en este día, una invitación clara a la transmisión de su Palabra. Nos emplaza a que llevemos su luz a todos aquellos que están lejos de la luz, y viven en la tiniebla. Y nos dice, además, que si Él es la luz que guía nuestras vidas, nosotros debemos ser luz para todo aquel que está en la oscuridad. Añade una buena receta: que seamos, además, sal, para que nuestra fe, llena de sabor, atraiga a todos. Pudiera ser que nuestra forma de transmitir haga el mensaje algo soso y sin atractivo. Tal vez, hoy más que nunca debemos preguntarnos si realmente sabemos atraer a nuestros hermanos a la luz de Cristo.
1ª LECTURA: LECTURA DEL LIBRO DE ISAÍAS 58, 7-10
Así dice el Señor:
- Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que ves desnudo, y no te cierres a tu propia carne. Entonces romperá tu luz como la aurora, en seguida te brotará la carne sana; te abrirá camino la justicia, detrás irá la gloria del Señor. Entonces clamarás al Señor, y te responderá; gritarás, y te dirá: "Aquí estoy". Cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia, cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía.
Palabra de Dios
SALMO RESPONSORIAL. SALMO 111
R.- EL JUSTO BRILLA EN LAS TINIEBLAS COMO UNA LUZ
En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo.
Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos. R.-
El justo jamás vacilará,
su recuerdo será perpetuo.
No temerá las malas noticias,
su corazón está firme en el Señor. R.-
Su corazón está seguro, sin temor.
Reparte limosna a los pobres;
su caridad es constante, sin falta,
y alzará la frente con dignidad. R.-
2ª LECTURA: LECTURA DE LA PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS 2, 1-5
Yo, hermanos, cuando vine a vosotros a anunciaros el misterio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado. Me presenté a vosotros débil y temblando de miedo; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
Palabra de Dios
ALELUYA Jn 8, 12
Yo soy la luz del mundo –dice el Señor. El que me sigue no camina en las tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 5, 13- 16
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del candelero, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio del Domingo.
Las bienaventuranzas dibujan el perfil de una nueva humanidad, con los mismos rasgos de Jesús. Se trata de una humanidad feliz por la gracia que Dios ha hecho irrumpir en la historia y que la conduce hacia su plenitud última, a través de dificultades y en la apariencia de debilidad.
Esta humanidad nueva por la presencia del Señor, imbuida de la fe en su promesa, es quien podrá llevar adelante el programa que Jesús anuncia. Ellos son “sal de la tierra” y “luz del mundo”.
La luz disipa dudas y miedos, permite ver a distancia y dar el paso siguiente con precisión y firmeza. La luz que proviene de Cristo señala al horizonte más allá de los proyectos alicortos de la comodidad, el prestigio, el impulso a consumir y poseer. Es la luz de la fe y de la esperanza, que Dios derrama sobre el mundo, en Cristo y su Espíritu, para guiarlo a su consumación, con la colaboración de los hombres. La sal purifica, sana lo que acabaría pudriéndose. La sal, además, da sabor, alegra lo que de otro modo sería insulso y banal. El amor es capaz de transformar la vida de forma similar.
Precisamente, Jesús sólo puede contar con aquellos que acojan las bienaventuranzas como una concreta invitación a la plenitud de la existencia, a pesar de parecer frágiles e impotentes: gente dispuesta a confiar en Dios antes que en sí misma, que no responda con violencia a las insidias, capaz de vivir con sentido el sufrimiento, que se esfuerce por discernir y realizar la voluntad de Dios, que no deje al cinismo endurecer su corazón y nublar en sus ojos lo verdadero, hermoso y bueno que Dios siembra por doquier; personas que se dejen afectar por la miseria del prójimo; generosas y humildes que antepongan la paz a las exigencias y a los resentimientos que acorazan el orgullo; gente esforzada y dispuesta a sacrificios personales por el Reino.
Personas así son las que hacen falta para evangelizar. Ellas son las que, habiendo acogido cordialmente la Buena Noticia, son aptas para transmitirla con ardor y creatividad a los demás. Este tipo de personas son el factor imprescindible en la hora de la “nueva evangelización”. Cristo nos dice que somos sal y luz: esto significa que confía en nosotros y que cuenta con nosotros para el “plan pastoral” permanente de su Iglesia.
Francisco Castro Pérez, sacerdote
Fuente: Betania, Diócesis de Málaga.