MONICIÓN DE ENTRADA.
Bienvenidos a la eucaristía de este VIII Domingo del Tiempo Ordinario. Y si siempre os pedimos especial atención para las enseñanzas de Jesús de Nazaret, hoy quisiéramos que aumentarais vuestra disponibilidad para asumir la Palabra. El consejo que nos ofrecerá, dentro de unos momentos, Jesús de Nazaret, nos sirve para romper nuestra angustia, para no sufrir con lo que, realmente, no existe, como son el pasado y el futuro. El pasado ya no está, el futuro no ha llegado. El Maestro nos pide que estemos atentos al día de hoy porque cada jornada tiene su afán, sus problemas o sus gozos. Y eso es lo que debemos de tener en cuenta. Jesús nos pide que confiemos en el amor del Padre que nos dará, día a día, el pan y el gozo que necesitamos. Lo de ayer o lo de mañana importa menos. Abramos, pues, nuestro corazón a la confianza en Dios y seremos más felices. Y tengamos especialmente en cuenta todo esto, cuando nos vamos acercando al tiempo de Cuaresma, con su contenido purificador y de conversión.
1ª LECTURA: LECTURA DEL LIBRO DE ISAÍAS 49, 14-15
Sión decía: “Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado.” ¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues aunque ella se olvida, yo no te olvidaré.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL. SALMO 61
R.- DESCANSA SÓLO EN DIOS, ALMA MÍA
Sólo en Dios descansa mi alma
Porque de él viene mi salvación;
Solo él es mi roca y mi salvación,
Mi alcázar: no vacilaré. R.-
Descansa sólo en Dios, alma mía
Porque él es mi esperanza;
Solo él es mi roca y mi salvación,
Mi alcázar: no vacilaré. R.-
De Dios viene mi salvación y mi gloria;
Él es mi roca firme,
Dios es mi refugio.
Pueblo suyo, confiad en él,
Desahogad ante él vuestro corazón. R.-
2ª LECTURA: LECTURA DE LA PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS 4, 1-5
Hermanos:
Que la gente sólo vea en vosotros servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora, en un administrador lo que se busca es que sea fiel. Para mi lo de menos es que me pidáis cuentas vosotros o un tribunal humano; ni siquiera yo me pido cuentas. La conciencia, es verdad, no me remuerde; pero, no juzguéis antes de tiempo, dejad que venga el Señor. El iluminará lo que esconden las tinieblas y pondrá al descubierto los designios del corazón; entonces cada uno recibirá la alabanza de Dios.
Palabra de Dios.
ALELUYA Heb 4, 12
La palabra de Dios es viva y eficaz, y escruta los sentimientos y pensamientos del corazón.
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 6, 24-34
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
“Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará la primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero. Por eso os digo: no estéis agobiados por la vida pensando qué vais a comer, ni por el cuerpo pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento y el cuerpo que el vestido? Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podría añadir una hora al tiempo de su vida? ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan, ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso. Sobre todo buscad el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por la mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos.”
Palabra del Señor.
Comentario al Evangelio del Domingo.
Miguel lleva parado desde 2008. Ha tenido algún trabajo esporádico, unos días aquí o allá. Pero ya se le han acabado las ayudas y le da vergüenza seguir dependiendo de familiares y amigos. Hace unos meses decidió salir de su tierra a buscarse la vida y, al empezar de cero y sin ningún ingreso, ha terminado conociendo desde dentro el mundo de la asistencia social: comedores, albergues, largas esperas y entrevistas en lugares donde dicen que te pueden ayudar. En el albergue no hay sitio para él, al menos durante los próximos días. Le dejan que duerma en un rincón de la entrada. Los trabajadores sociales no le pueden ofrecer una solución inmediata a su situación. Debe esperar, hacer algún curso… Miguel se adapta al circuito de las ayudas sociales, va tirando. Mañana será muy parecido a hoy. Tiene una queja: le han ayudado, pero “no me han tratado como a una persona.” El valor de una persona no depende de su situación, de los bienes que posea o no, de las pocas o muchas capacidades que desarrolle, de la vitalidad que tenga, de la simpatía en el trato, de la belleza de su rostro, de los aciertos y errores cometidos... El valor de una persona no se puede comparar con nada de este mundo, no se puede saldar con un poco de dinero o ayuda material. A este valor incalculable e inalienable se le llama dignidad. Cada ser humano es digno de respeto, merece ser mirado y tratado de acuerdo con su condición personal. Cada persona merece ser amada.
Dios ha ligado el valor de cada persona a la adoración que sólo a Él se debe. Dios nos mira con ternura y amor insondables, pues el ser humano es “la única criatura de la tierra que Dios ha querido por sí misma” (GS 24).
Si Dios nos mira y ama así, ¿de qué nos agobiaremos? Por eso, pensar que para superar las crisis sólo sirve el dinero es una idolatría. “Mirad los pájaros, fijaos en los lirios…” ¿Son hermosos? ¿Es importante cuidarlos? Pues nosotros y cada persona, cada pobre, ¡mucho más!
La mirada de Cristo fomenta una sana autoestima y la confianza necesaria en las dificultades. Su mirada transforma nuestra mirada y nuestra actitud hacia los otros, especialmente los más débiles.
Francisco Castro Pérez, sacerdote
Fuente: Betania, Diócesis de Málaga.