AUDIENCIA GENERAL (Plaza de San Pedro)
Miércoles 4 de mayo de 2011
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy comenzamos un ciclo de catequesis que se centrará en el tema de la oración. Desarrollaremos una especie de Escuela de Oración, basada en la Escritura y en la gran Tradición de la Iglesia, en la que nuestro ejemplo será Jesús y su diálogo íntimo y constante con el Padre. Por ello, como los discípulos, le pedimos: “Enséñanos a orar”. En esta primera catequesis, y como introducción, quisiera repasar algunos ejemplos de oración en las culturas antiguas que nos revelan cómo el hombre se ha dirigido a Dios y ha sentido el deseo de buscar la comunión con Él.
A veces era una simple oración de petición, como la del ciego que suplica la luz a la divinidad. O aquella del hombre pecador que mira con esperanza a la deidad y le suplica el perdón. En ellas se puede ver cómo esos hombres han sabido captar, de algún modo, la misericordia y la bondad de Dios. Pero también encontramos oraciones más profundas, en las que no se pide un beneficio, sino crecer por dentro, moral y espiritualmente, y avanzar en el conocimiento de Dios, buscando la adoración, la alabanza o la acción de gracias. En resumen, estos ejemplos expresan la verdad del hombre, que por un lado se reconoce pequeño y pide ayuda, y por otro está dotado de una dignidad extraordinaria que lo hace capaz de acoger la Revelación y entrar en comunión con Dios.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los formadores y alumnos del Seminario Menor de la Asunción de Santiago de Compostela y a los demás grupos provenientes de España, México y otros países latinoamericanos. Os invito a que experimentando el anhelo de Dios que está en el interior del hombre, pidáis al Señor que ilumine vuestros corazones para que vuestra relación con Él en la oración sea cada vez más intensa. Muchas gracias.
Fuente: Vaticano.