MONICIÓN DE ENTRADA
Os deseamos nuestra más fraternal y alegre bienvenida a la Eucaristía de este Domingo Cuarto de Pascua. Las lecturas de la liturgia de hoy nos llevan al conocimiento de una realidad muy querida por nuestro Salvador: ser el Buen Pastor, el Pastor auténtico, que conoce a todas sus ovejas y ellas a Él. Un único Pastor: Jesús de Nazaret; un único rebaño: todos juntos en torno a Él. Es, sin duda, un gran sueño que algún día podremos ver como hecho real y cotidiano. La Iglesia celebra, además, hoy y en todo el mundo, la Jornada Mundial y Pontificia por las Vocaciones, bajo el lema: “Proponer las vocaciones en la Iglesia local”, lo que sin duda marca una muy bella tarea. Y así con toda nuestra alegría por la Pascua que estamos viviendo iniciemos nuestra celebración
1ª LECTURA: LECTURA DEL LIBRO DE LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES 2, 14 a.36-41
El día de Pentecostés, Pedro, de pie con los Once, pidió atención y les dirigió la palabra:
-- Todo Israel esté cierto de que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías.
Estas palabras les traspasaron el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles:
-- ¿Qué tenemos que hacer, hermanos?
Pedro les contestó:
-- Convertíos y bautizaos todos en nombre de Jesucristo para que se os perdonen los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos y, además, para todos los que llame el Señor, Dios nuestro, aunque estén lejos.
Con estas y otras muchas razones les urgía, y los exhortaba diciendo:
-- Escapad de esta generación perversa.
Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día se les agregaron unos tres mil.
Palabra de Dios
SALMO RESPONSORIAL. SALMO 22
R.- EL SEÑOR ES MI PASTOR, NADA ME FALTA
El Señor es mi pastor,
nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar,
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R.-
Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R.-
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R.-
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R.-
2ª LECTURA: LECTURA DE LA PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PEDRO 2, 20b-25
Queridos hermanos:
Si obrando el bien soportáis el sufrimiento, hacéis una cosa hermosa ante Dios. Pues para esto habéis sido llamados, ya que también Cristo padeció su pasión por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas. Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca; cuando lo insultaban, no devolvía el insulto; en su pasión no profería amenazas; al contrario, se ponía en manos del que juzga justamente. Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Sus heridas os han curado. Andabais descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas.
Palabra de Dios
ALELUYA Jn 10, 14
Yo soy el buen Pastor, dice el Señor, conozco a mis ovejas y las mías me conocen.
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 10, 1-10
En aquel tiempo, dijo Jesús:
-- Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:
-- Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y, salir, Y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio del Domingo.
La tormenta arreciaba por aquella carretera estrecha y peligrosa; la lluvia golpeaba fuertemente el coche e impedía la visibilidad. Mientras el conductor ponía los cinco sentidos en no tener un accidente, su hijo dormía plácidamente en el asiento de atrás. En la conciencia del niño sólo había una idea: “No me va a pasar nada malo, es mi padre el que conduce”.
El mismo sentimiento tendría el autor del Salmo 22: la plena confianza en el Buen Pastor que no permite que nada malo ocurra a sus ovejas. Y a lo largo de los siglos esas palabras han traspasado el corazón de millones de cristianos que hemos sentido que nada malo nos va a pasar porque es nuestro Padre el que nos guía. Es una promesa que vale para todos los que llame el Señor… aunque estén lejos.
El Salmo del Buen Pastor acompaña nuestra vida cristiana: se lee en los bautizos y también en los funerales, se recita y se canta, pero sobre todo se saborea porque no hay cristiano que no lo sienta como propio.
Todos podríamos haberlo escrito, porque todos hemos vivido alguna de la multitud de experiencias que encierran tan pocas y bellas palabras. Jesucristo, el Buen Pastor, la puerta de las ovejas, nos impele a que seamos imagen suya no cometiendo pecado, ni teniendo engaños en la boca, no devolviendo el insulto ni profiriendo amenazas.
Imaginemos a Jesús cargado con el saco enorme de nuestros pecados a quien no le cuesta nada subirse al madero de la cruz porque nosotros, sus ovejas, vivamos para la justicia. ¿Quién es capaz de hacer tal proeza y tal sacrificio? Sólo el que no mira por sí mismo, sino por el bien de aquellos a quienes ama. Ese es Jesús, constituido por Dios, Señor y Mesías. Teniendo tan Buen Pastor, ¿quién no desea habitar en su casa por años sin término?
Manuel Jiménez Bárcenas, sacerdote
Fuente: Betania, Diócesis de Málaga.