MONICIÓN DE ENTRADA
Sed todos especialmente bienvenidos a esta segunda eucaristía del mes de julio. La enseñanza de Jesús de Nazaret sigue viva y fuerte. Sin duda, así lo sentimos todos. Dice la escritura: “Y los enseñaba con parábolas…” Realmente, a veces, sorprende el uso de las parábolas por el Señor. Pero, en realidad, esa fórmula nos llega también a nosotros de manera muy directa. La parábola del sembrador es verdaderamente bella y muy práctica. Lanzada la semilla por el sembrador, ésta cae en lugares muy diferentes y muy diferentes somos, asimismo, los humanos. Lo que importa es que todos –seamos como seamos—nos esforcemos por dar fruto. Estemos donde estemos, de vacaciones o en nuestras casas eso es lo fundamental ser coherentes con las enseñanzas de Jesús y, por tanto, ser servidores permanentes de nuestros hermanos, principalmente de los más débiles y necesitados.
1ª LECTURA: LECTURA DEL LIBRO DE ISAÍAS 55, 10-11
Así dice el Señor:
-- Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo.
Palabra de Dios
SALMO RESPONSORIAL. SALMO 64
R.- LA SEMILLA CAYÓ EN TIERRA BUENA Y DIO FRUTO.
Tú cuidas de la tierra, la riegas
y la enriqueces sin medida;
la acequia de Dios va llena de agua,
preparas los trigales. R.-
Riegas los surcos, igualas los terrenos,
tu llovizna los deja mullidos,
bendices sus brotes. R.
Coronas el año con tus bienes,
tus carriles rezuman abundancia;
rezuman los pastos del páramo,
y las colinas se orlan de alegría. R.-
Las praderas se cubren de rebaños,
y los valles se visten de mieses,
que aclaman y cantan. R.-
2ª LECTURA: LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS 8, 18-23
Hermanos:
Considero que los trabajos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá. Porque la creación, expectante, está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios; ella fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por uno que la sometió; pero fue con la esperanza de que la creación misma se vería libre de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que hasta hoy la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto. Y no sólo eso; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la hora de ser hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo.
Palabra de Dios
ALELUYA
La semilla es la palabra de Dios, el sembrador es Cristo; quien lo encuentra vive para siempre.
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 13, 1-23
Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló mucho rato en parábolas:
-- Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga.
Se le acercaron los discípulos y le preguntaron:
--¿Por qué les hablas en parábolas?
Él les contestó:
-- A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumplirá en ellos la profecía de Isaías: "Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure." ¡Dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.
Vosotros oíd lo que significa la parábola del sembrador: Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, sucumbe. Lo sembrado en zarzas significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ese dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno.
Palabra del Señor.
Comentario al Evangelio del Domingo.
¿Cómo se le ocurre lanzar semillas a voleo en los bordes del camino, en terreno pedregoso o entre la maleza y las zarzas? Parece ser que la costumbre en tiempos de Jesús era la de sembrar antes de arar. Se esparcían las semillas de forma indiferenciada por todo el campo, y según los frutos obtenidos en la cosecha se verificaba la calidad del terreno.
El anhelo más profundo de todo sembrador era ver crecer sus semillas en cada palmo de su campo, aunque no siempre ocurriera así. ¿Se trata entonces de un sembrador iluso o insensato el de la parábola?
Más que de “insensatez” quizá deberíamos hablar de “esperanza”. El sembrador sabe que no todo es “terreno fértil”, pero vive en la esperanza de que un día hasta las piedras puedan erosionar convirtiéndose en arena en la que germinar la semilla, y que las zarzas se acabarán secando y servirán de abono. De algo está convencido: si ese día no hay una semilla, esa tierra jamás dará su fruto. Por eso desparrama sin miedo y sin importarle dónde caiga la semilla.
Quizá en nuestros días a los cristianos nos falte la esperanza y la gratuidad del sembrador y nos sobren los prejuicios. “Proclama la Palabra a tiempo y a destiempo” (2Tim 4,2), nos recuerda san Pablo. ¡Qué importa el terreno! Allí donde estemos, donde nos toque vivir, en nuestro día a día… ¡desparramemos con nuestra vida la Palabra de Dios que orienta nuestros pasos! Que los prejuicios no nos detengan. Al sembrador no le importó esparcir semillas sobre terreno pedregoso, ofrezcamos a todos la oportunidad de que la semilla del Reino los roce con suavidad y dulzura.
Rafael Vázquez Jiménez, sacerdote
Fuente: Betania, Diócesis de Málaga.