MONICIÓN DE ENTRADA
Bienvenidos a la Eucaristía. Celebramos el Domingo XVI del Tiempo Ordinario. Y hoy el Jesús de Nazaret nos va a relatar la Parábola de la Cizaña. La cizaña – una especie de mala hierba—crece junto al trigo y parece que va a terminar con él. Algunos se inquietan, pero Jesús, no. Ahí aparece la paciencia de Dios. No hay que cortar la cizaña. Y si esperar al final de los tiempos para la siega, porque Dios nos da todo el tiempo posible para que cambiemos y nos convirtamos. Hoy hemos de meditar sobre lo que Jesús nos dice. Hoy y siempre. Y hemos de tomar decisiones. Convertirnos totalmente al Señor, y, después, no tengamos prisa alguna para condenar a los que aún no han recibido la palabra de Dios, porque todo llegará. La Paciencia de Dios lo hace todo posible. Y nos salvaremos. Aunque el Mal haya intentado sembrar la cizaña en campo bueno.
Fuera de ti, no hay otro dios al cuidado de todo, ante quien tengas que justificar tu sentencia. Tu poder es el principio de la justicia, y tu soberanía universal te hace perdonar a todos. Tú demuestras tu fuerza a los que dudan de tu poder total, y reprimes la audacia de los que no lo conocen. Tú, poderoso soberano, juzgas con moderación y nos gobiernas con gran indulgencia, porque puedes hacer cuanto quieres. Obrando así, enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humano, y diste a tus hijos la dulce esperanza de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL. SALMO 85
R.- TÚ, SEÑOR, ERES BUENO Y CLEMENTE.
Tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica. R.-
Todos los pueblos vendrán
a postrarse en tu presencia, Señor;
bendecirán tu nombre:
"Grande eres tú, y haces maravillas,
tú eres el único Dios”. R.-
Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso,
lento a la cólera, rico en piedad y leal,
mírame, ten compasión de mí. R.-
2ª LECTURA: LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS 8, 26-27
Hermanos:
El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios.
Palabra de Dios.
ALELUYA Mt 11, 25
Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has revelado los secretos del reino a la gente sencilla.
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 13, 24-43
En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente:
-- El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo: "Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?" Él les dijo: "Un enemigo lo ha hecho." Los criados le preguntaron: "¿Quieres que vayamos a arrancarla? Pero él les respondió: "No, que podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores: "Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero."
Les propuso esta otra parábola:
-- El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas.
Les dijo otra parábola:
-- El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente.
Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: "Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo".
Luego dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle:
-- Acláranos la parábola de la cizaña en el campo.
Él les contestó:
-- El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del Reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será al fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su Reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga.
Palabra del Señor.
Comentario al Evangelio del Domingo.
Parece ser que la tentación de crear una comunidad de puros e intachables estaba también presente en tiempos de Jesús. Ésa era la intención de fariseos y esenios, y ha sido una constante a lo largo de la historia de la Iglesia: ¿Quién no ha soñado nunca con una comunidad perfecta, en la que las relaciones humanas no estén viciadas por el orgullo, en la que las heridas queden finalmente cicatrizadas, en la que la ley del amor se ponga definitivamente en práctica? ¿Quién no se ha imaginado nunca una Iglesia ideal, verdaderamente santa, perfecta, en la que el pecado quede definitivamente desterrado?
A esta tentación del “idealismo” que sigilosamente se cuela en nosotros, responde Jesús con la parábola del trigo y la cizaña, que crecen juntos hasta el fin de los tiempos. Las “utopías” son hermosas, pero no han de distanciarnos de la realidad ni hacernos unos frustrados porque las cosas “no son como esperábamos”, o llevarnos a plantear soluciones drásticas, según nuestros criterios, “a nuestra manera”. Qué bien lo entendió Lutero cuando escribía en su época: «El reino de Jesucristo debe ser edificado en medio de tus enemigos. Quien rechaza esto renuncia a formar parte de este reino, y prefiere vivir rodeado de amigos, entre rosas y lirios, lejos de los malvados, en un círculo de gente piadosa. ¿No veis que así blasfemáis y traicionáis a Cristo? Si Jesús hubiera actuado como vosotros, ¿quién habría podido salvarse?» Jesús ama este mundo tal y como es, un campo de trigo y de cizaña, y precisamente porque lo ama, no permite que nadie lo juzgue. ¡Única y exclusivamente bajo la mirada misericordiosa del Hijo del Hombre, capaz de sondear los abismos del corazón humano, podrá ser separado el trigo de la cizaña! No nos empeñemos en atribuirnos funciones que no nos corresponden.
Rafael Vázquez Jiménez, sacerdote
Fuente: Betania, Diócesis de Málaga.