El pasado 29 de Junio Benedicto XVI recordó los sesenta años del “momento más importante de mi vida”, su ordenación sacerdotal, recibida en la catedral de Freising, cerca de Munich.
Recibió el sacramento, junto a su hermano mayor, Georg, de manos del cardenal Michael von Faulhaber. “Aquí estoy”, fueron las palabras que pronunció en latín, ante Dios y ante el pueblo el joven Joseph Ratzinger, a sus 24 años.
El pasado miércoles la Iglesia universal revivió ese día, pero el Papa no quiso que fuera un momento de exaltación de su persona, mas bien esperó que sirviera para promover entre la Iglesia el agradecimiento a Dios por el don del sacerdocio y pedirle que suscite nuevas vocaciones.
De aquel espléndido día de verano, Joseph Ratzinger recuerda un detalle que para otros pasó desapercibido y que comparte en su libro ‘Mi vida’ (Ed. Encuentro, 1997).
“No se debe ser supersticioso -escribe en esas memorias-, pero en el momento que el anciano arzobispo impuso sus manos sobre las mías, un pajarillo - tal vez una alondra- se elevó del altar mayor de la catedral y entonó un breve canto gozoso; para mí fue como si una voz de lo alto me dijese: va bien así, estás en el camino justo”.
Un regalo especial
Con motivo de este aniversario la Congregación vaticana para el Clero ha enviado una carta a los obispos del mundo para promover 60 horas de adoración eucarística pidiendo por la santificación de los sacerdotes, por las nuevas vocaciones y por Benedicto XVI.
Con esta iniciativa, la Iglesia pretende homenajear “al pontífice con una extraordinaria corona de oraciones, capaz de mostrar el centro real de nuestra vida, de la que surge todo esfuerzo misionero y pastoral”.
La Jornada Mundial de la Juventud quiere unirse a este regalo tan especial para el Romano Pontífice con horas de adoración ante el Santísimo. Seguro que entre todos los jóvenes de la JMJ se supera con creces el número de 60 horas y oraciones desde todos los puntos del planeta llegan para el Papa y las vocaciones sacerdotales.
Llevar a Cristo a la Gente
Fue el día de su ordenación sacerdotal y las semanas siguientes cuando Joseph Ratzinger descubrió lo que significa el sacerdote para la gente.
“El día de la primera Misa, fuimos acogidos en todas partes -también entre personas completamente desconocidas- con una cordialidad que hasta aquel momento no me podría haber imaginado”, prosigue el Papa en sus memorias.
“Experimenté así, muy directamente, cuán grandes esperanzas ponían los hombres en sus relaciones con el sacerdote, cuánto esperaban su bendición, que viene de la fuerza del Sacramento. No se trataba de mi persona ni la de mi hermano: ¿qué podrían significar, por sí mismos, dos hermanos como nosotros, para tanta gente que encontrábamos? Veían en nosotros a unas personas a las que Cristo había confiado una tarea para llevar su presencia entre los hombres; así, justamente porque no éramos nosotros quienes estábamos en el centro, nacían tan rápidamente relaciones de amistad”.
Fuente: Agencia Zenit y Redacción JMJ.