La autosuficiencia del hombre se manifiesta a menudo en su rechace a recibir la ayuda de su prójimo, si ésta no tiene un aspecto marcadamente elegante. También se muestra en que, a más conocimientos y más elevada condición social, es menos dado a buscar algo que se salga de las realidades terrenas. Si recordamos a nuestros antepasados, nos daremos cuenta de que, en situaciones más estrechas, consideraban que su fuerza y su poder estaba en Dios. Pero hoy vemos que la persona que no recurre a Dios, tampoco acepta nada de los hermanos; y que quien descansa en la poltrona es menos dado a auxiliar al vecino que aquel que se encuentra herido y cansado.
Jesús, cansado del camino, va a un lugar tranquilo y apartado. Pero encuentra mucha gente necesitada de ayuda. Entonces siente compasión y los atiende. Al caer el día, y pedir sus los discípulos que los despidiera para que comieran y descansaran, Jesús les manda que les den de comer. Al fin lo hace Jesús, con cinco panes y dos peces, comieron todos y se hartaron, y recogieron doce canastas de sobras. Se cumple así el anuncio de la Biblia: "Comerán y les sobrará".
Ya lo decía el profeta Isaías: "Sedientos, venid por agua". Venid, bebed sin pagar leche y vino de balde. Escuchad a Dios y viviréis. Las promesas de Dios se cumplen siempre. ¿A qué gastar dinero en lo que no alimenta?
San Pablo nos muestra dónde está la razón de todo esto. Jesucristo nos ha amado y nos ama siempre. Nada en el mundo puede apartarnos del amor de Cristo: ni la aflicción, ni la angustia, el peligro ni otra realidad. Si Dios Padre nos ha dado a su Hijo, ¿qué no nos dará con Él? Nos dará todo lo que necesitemos. Nada de lo que hay en el mundo podrá apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.
JFLago (El Correo)
Fuente: Pastoral Santiago.
