Domingo XIX del Tiempo Ordinario (7/08/2011)

MONICIÓN DE ENTRADA

Os ofrecemos como signo de paz y de afecto nuestro mejor deseo de bienvenida ahora que iniciamos la Eucaristía. La liturgia de hoy nos va a mostrar el continuo llamamiento de Dios a todos nosotros. Y ante ello no debemos tener miedo. Dios llama con un susurro, no con rayos y centellas. Jesús camina suavemente sobre las aguas… Pero, Pedro tuvo miedo. La confianza en el Señor nos ayudará en nuestra vida y en el apoyo a los hermanos. Hoy esta Eucaristía se nos presenta como un apoyo total de Dios a sus hijos, aunque estén alejados y en dificultades.

1ª LECTURA: LECTURA DEL PRIMER LIBRO DE LOS REYES 19, 9a. 11-13a

En aquellos días, al llegar Elías al monte de Dios, al Horeb, se refugió en una cueva donde pasó la noche. El Señor le dijo:

-- Sal y aguarda el Señor en el monte que el Señor va a pasar

Pasó antes del Señor un viento huracanado, que agrietaba los montes y rompía los peñascos; pero en el viento no estaba el Señor. Vino después un terremoto; pero y en el terremoto no estaba el Señor. Después vino un fuego; y en el Señor no estaba en el fuego. Después se escuchó un susurro; Elías al oírlo se cubrió el rostro con el manto y salió a la entrada de la cueva.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL.SALMO 84

R.- MUÉSTRANOS, SEÑOR, TU MISERICORDIA Y DANOS TU SALVACIÓN.

Voy a escuchar lo que dice el Señor: 
Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos. 
La salvación está ya cerca de sus fieles, 
y la gloria habitará en nuestra tierra. R.-

La misericordia y la fidelidad se encuentran, 
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra, 
y la justicia mira desde el cielo. R.-

El Señor nos dará la lluvia, 
y nuestra tierra dará su fruto. 
La justicia marchará ante él, 
la salvación seguirá sus pasos. R.-

2ª LECTURA: LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS 9, 1-5

Hermanos:

Digo la verdad en Cristo; mi conciencia, iluminada por el Espíritu Santo, me asegura que no miento. Siento una gran pena y un dolor incesante, pues por el bien de mis hermanos, los de mi raza y sangre, quisiera incluso ser un proscrito lejos de Cristo. Ellos descienden de Israel, fueron adoptados como hijos, tienen la presencia de Dios, la alianza, la ley, el culto y las promesas. Suyos son los patriarcas, de quienes, según lo humano, nació el Mesías, el que está por encima de todo: Dios bendito por los siglos. Amén.

Palabra de Dios.

ALELUYA Sal 129, 5

Espero en el Señor, espero en su Palabra.


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 14, 22-33

Después que se sació la gente, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario.

De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma. Jesús les dijo en seguida:

-- ¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!

Pedro le contestó:

-- Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua. 

Él le dijo: 

-- Ven. 

Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó:

-- Señor, sálvame.

En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo:

-- ¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?

En cuanto subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él, diciendo:

-- Realmente eres Hijo de Dios.

Palabra del Señor.

Comentario al Evangelio del Domingo.

NO SABEMOS LO QUE ES FE

1.- Señor, sálvame. Estas palabras le recuerdan a uno aquellas otras. Y Jesús miró a Pedro y Pedro lloró amargamente. Cuando esas frases se ponían por escrito, Pedro era la cabeza de la Iglesia. Era la roca firme sobre la que se estaba construyendo la incipiente Iglesia. ¿Por qué se empeñan los evangelistas en mostrar la debilidad de Fe de la primera jerarquía eclesiástica?

Si uno de nuestros Papas modernos hubiera tenido un momento de debilidad de su fe, cuántas cortinas de humo hubiéramos echado todos para evitar que, lo que hubiéramos llamado mal ejemplo, no hiciera daño a la Fe de los cristianos.

No sabemos lo que es Fe. Nos hemos empeñado en hacer de la Fe un esplendoroso sol que ilumina toda nuestra vida y todos nuestros caminos, un cálido sol que nos mece y adormece en nuestras creencias.

Como Pedro, que al oír Ven, creyó que aquellas palabras iban a convertir el agua en precioso paseo enlosado de piedra pulida. Y los vientos en cariñosa caricia de aire de primavera. Y el ensordecedor rugido de las olas en cantos de pájaros. Creyó que su Fe en aquel Ven del Señor le iba a facilitar el camino. Iba a ser la palabra mágica que le iba a asegurar contra todos los agentes externos, porque tampoco sabía lo que era la Fe… como nosotros.

2.- Ven, imperioso, cercano, promesa de que nuestro camino no lo vamos a hacer solos. Los elementos van a seguir rugiendo, las olas van a seguir amenazantes, el agua va a mal cubrir el abismo. Pero ese Ven nos hará ir tras el Señor, temblando de miedo, empapados de agua salobre, azotados con furia por la tormenta. Un Ven que no está en contradicción con aquel, Señor sálvame.

Sálvame, no es el hierático “Señor salva a tu Iglesia” que podría rezarse desde el solio del Romano Pontífice en Roma. Es el sincero “Sálvame, porque el primero que está en peligro de los embates de la vida, soy yo, Pedro, la cabeza visible de Cristo en la tierra. Sálvame porque soy tan débil como mis hermanos”.

3.- Cuando el que está arriba empieza a sentirse débil, como los demás, empieza a tener miedo, empieza entonces a estar arriba de verdad, porque se hace miedoso como los niños, que son los primeros en el Reino de los Cielos.

Aquel Sálvame de Pedro debió ser la palabra más reconfortante para aquellos primeros cristianos perseguidos, encarcelados, torturados, muertos en el circo romano. Sálvame, porque todos necesitamos la mano fuerte del Señor.
José María Maruri, SJ


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