MONICIÓN DE ENTRADA
Bienvenidos a la Eucaristía. Hoy parece que en los textos que vamos a escuchar se enfrentan los conceptos. Por una lado, la sabiduría. Por otro, la necedad. Pero no es así. La primera lectura nos ofrece unos de los textos más bellos del Antiguo Testamento donde se describe la sabiduría que es un don divino. Luego, en el Evangelio de Mateo se nos relata la parábola de las muchachas sensatas y necias. Es un relato finalista: de salvación… o de que quedarse fuera de ella. La sabiduría nos marca el camino de salvación. Y es que –hoy, aquí y ahora—en el evangelio de San Mateo se vislumbra el final, la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Y, en realidad, eso ocurre. Estamos casi al final del Año Litúrgico, dentro del Ciclo A. En dos domingos más llegaremos al principio del Adviento. Y, en efecto, el 27 de noviembre celebraremos el I Domingo de Adviento que abre un nuevo Año Litúrgico y un nuevo Ciclo, el B. Esperamos, pues, los tiempos nuevos que están a punto de llegar.
La sabiduría es radiante e inmarcesible, la ven fácilmente los que la aman, y la encuentran los que la buscan; ella misma se da a conocer a los que la desean. Quien madruga por ella no se cansa: la encuentra sentada a la puerta. Meditar en ella es prudencia consumada, el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones; ella misma va de un lado a otro buscando a los que la merecen; los aborda benigna por los caminos y les sale al paso en cada pensamiento.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL. SALMO 62
R.- MI ALMA ESTÁ SEDIENTA DE TI, SEÑOR, DIOS MÍO.
Oh Dios, tu eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansía de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua. R.-
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloría!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios. R.-
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos. R.-
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo. R.-
2ª LECTURA: LECTURA DE LA PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS TESALONICENSES 4, 13-17
Hermanos:
No queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los hombres sin esperanza. Pues si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo, a los que han muerto en Jesús, Dios, los llevará con él. Esto es lo que os decimos como Palabra del Señor: nosotros, los que vivimos y quedamos para su venida, no aventajaremos a los difuntos. Pues él mismo, el Señor, a la voz del arcángel y al son de la trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en primer lugar. Después nosotros, los que aún vivimos, seremos arrebatados con ellos en la nube, al encuentro del Señor, en el aire. Y así estaremos siempre con el Señor. Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.
Palabra de Dios.
ALELUYA Mt 24, 42a. 44
Estad en vela y preparados, porque a la hora que menos pensáis viene el Hijo del Hombre.
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 25, 1-13
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
-- El Reino de los Cielos se parecerá a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz:
--¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!
Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas:
--Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas.
Pero las sensatas contestaron:
-- Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis.
Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo:
--Señor, señor, ábrenos. Pero él respondió:
--Os lo aseguro: no os conozco.
Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio del Domingo.
«Al que llama se le abre, quien busca encuentra». La Liturgia de la Palabra de hoy nos hace volver a casa. El lugar de nacimiento, que nos da serenidad, donde somos verdaderamente libres. Esperamos vivir de una forma feliz y en esta búsqueda descubrimos que muchas veces las cosas que se nos venden con promesas deslumbrantes nos terminan llenando por fuera, pero nos dejan vacíos por dentro; secos en nuestro espíritu, en nuestra alma, y no distinguimos entre lo bueno y lo fácil, entre lo necesario y lo urgente. Aspirar a las cosas que nunca se gastan, según la sabiduría de Dios, como dice hoy el Antiguo Testamento.
Un estilo de vida, una sabiduría que transforma el pensamiento y las acciones: es la luz de Dios, su Santo Espíritu, que busca por todas partes a los que son dignos de su enseñanza. Dios es el primer interesado en que descubramos el sentido de nuestra existencia, nuestra vocación, nuestro destino, hasta nuestra muerte (2ª lectura). En este camino de la existencia, tenemos que ir cargando nuestras reservas de combustible, como el aceite de la parábola: que viene envasado con esperanza, se multiplica con fe y se recarga con caridad. Pero es cierto, necesitamos preparación. El ejemplo de las doncellas ilustra muy bien las posibles actitudes que podemos elegir.
Aunque en el Reino de Dios las posibilidades son iguales, muchos no las aprovechan. Olvidando el aceite, prefieren llenar su vida con otras cosas que les sirven solo para un tiempo. Y aparece el cansancio, el sueño; lo más difícil es continuar y mantenerse, ser fiel en lo fácil tiene valor si se resiste también en lo difícil. Encontramos también la respuesta decidida, sin titubeos ni excusas. Reconociendo, entre tantos gritos que nos quieren persuadir, la voz del Señor, del esposo que llega y nos conoce tal y como somos. Se muestra también el arrepentimiento por no tener suficiente combustible, la llama se tambalea, puede apagarse con el agobio y las prisas, nunca hay tiempo suficiente para avivar la llama.
También surge el egoísmo, los que siempre tienen de sobra y saben que ayudando pierden de lo suyo, por eso se quitan el problema de encima. Por último, aparece también el sentido de quedarse afuera, apartados, llegar tarde y encontrar la puerta cerrada. Indiferentes y espantados, autosuficientes llenos solo de sí mismos, creen que no necesitan a nadie, ni a Dios. Aunque de cuando en cuando, según les interese, llaman a su puerta. Cristo, el esposo, ya está sentado a la mesa, su rostro se ilumina con la luz de las lámparas, los que le han esperado a pesar de tener que luchar igual que todos. Aquellos que velan, no por miedo al día ni la hora, sino porque están deseando encontrarse en casa con Él.
Escuchemos su voz, su Palabra, la luz de su lámpara para nuestros pasos, que vence la oscuridad y las tinieblas. Mirad que estoy llamando la puerta. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él (Ap 3, 20).
José Luis Bellón, sacerdote
Fuente: Betania, Diócesis de Málaga