No nos amputemos la ternura del corazón, hagámosla crecer con la caricia a los más indefensos.La imagen del pesebre con María y José cuidando al Niño Jesús suscita en nosotros ternura, y esperanza de futuro de la familia humana. Pidamos a Jesús, cuidado por María y José, que nos ayude a dejar crecer la ternura con el gesto de amor, con la caricia a los próximos más frágiles, esos que se hacen invisibles ocultos por el sufrimiento, verdaderas víctimas de la injusticia.
Asusta hasta dónde podemos llegar tú o yo. Podemos mutilarnos del corazón la ternura a tal punto, que ya no nos remuerda la conciencia el desprecio del otro, como les pasó a Herodes y a los que lo indujeron al crimen.
Tanto la ternura como la crueldad pueden crecer en nosotros, depende a qué le damos cabida; qué dejamos que crezca en nosotros.
Ignacio de Loyola habla de la conciencia fina y de la conciencia laxa. Con la oración; con la escucha y la contemplación del Pesebre, de la Palabra hecha carne, se afina la capacidad de sentir y conocer las inspiraciones de Dios; crece la ternura, el amor. Ese amor con el que Jesús vence la crueldad.
Fuente: NEWS.VA.